Sendas antiguas | PARTE 1

| 2 noviembre, 2012

UNA BASE SÓLIDA

A Charles Spurgeon se lo ha considerado como el “Príncipe de los predicadores”. Tanto en su época, como en los años sucesivos, ha sido respetado por su maestría al exponer la Palabra de Dios desde el púlpito.

En el templo que pastoreaba, llamado “Tabernáculo Metropolitano” en la ciudad de Londres, se constituyó la congregación evangélica más grande del mundo durante el siglo diecinueve. Dueño de una talentosa voz, profundo compromiso con la hermenéutica bíblica y su capacidad de llegar con el mensaje a la gente de su época hicieron posible el crecimiento de su ministerio.

Pero no se debe olvidar que una gran porción del ministerio de Spurgeon estaba basada en su fervor por la oración. Era común que cuando alguien visitaba el Tabernáculo Metropolitano, Spurgeon le invitaba a pasar al sótano, que era el lugar de oración y siempre había gente de rodillas intercediendo ante el Trono de la Gracia.

Alguna vez comentó: “Dondequiera que el Señor hará algo nuevo, pone primero a su pueblo a orar.”

Queremos reflejar en esta primera edición de CORDIALMENTE, la pasión de Charles Spurgeon por la oración y para ello hemos transcripto en forma literal la introducción del sermón predicado la mañana del domingo 12 de Agosto del año 1860, en el ya mencionado templo.

Su base bíblica estaba situada en Marcos 11:24, donde el Señor Jesús expresa: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”.

El Príncipe de los Predicadores, introducía así su sermón:

 Este versículo tiene algo que ver con la fe de los milagros; pero yo creo que tiene mucha mayor relación con el milagro de la fe. Esta mañana, de todos modos, vamos a considerarlo bajo esa luz. Yo creo que este texto es la herencia, no sólo de los apóstoles, sino de todos aquellos que caminan en la fe de los apóstoles, creyendo en las promesas del Señor Jesucristo. Ese consejo que Cristo dio a los doce y a sus inmediatos seguidores, la Palabra de Dios lo repite para nosotros en este día. Que recibamos constante gracia para obedecerlo. “Todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas.”

Cuántas personas hay que se quejan porque no disfrutan la oración. No la descuidan, pues no se atreverían a hacerlo; pero la descuidarían si pudieran atreverse, pues están muy lejos de encontrar algún placer en ella. Y, ¿acaso no debemos lamentar algunas veces que el carruaje pierda sus ruedas y nos conduzca pesadamente a lo largo de nuestras súplicas? Le dedicamos el tiempo programado, pero volvemos a ponernos de pie, sin alivio, como un hombre que ha estado acostado en su cama, pero que no ha dormido lo suficiente como para recuperar plenamente sus fuerzas. Cuando llega otra vez el tiempo de orar, nuestra conciencia nos vuelve a poner de rodillas, pero no tenemos una dulce comunión con Dios.

No presentamos nuestras necesidades con la firme convicción de que Él las cubrirá. Después de musitar una vez más nuestra ronda acostumbrada de expresiones, nos ponemos de pie, tal vez más turbados en la conciencia y más afligidos en la mente, de lo que estábamos antes.

Creo que hay muchos cristianos que tienen esta queja: que oran, no tanto porque sea algo bendito que se les permita acercarse a Dios, sino porque deben orar, porque es su deber, porque sienten que si no lo hiciesen, perderían una de las evidencias ciertas de su condición de cristianos.

Hermanos, yo no los condeno; pero a la vez, si pudiera ser el instrumento para izarlos de ese estado tan bajo de gracia y llevarlos a una atmósfera más elevada y saludable, mi alma se gozaría en sumo grado. Si yo pudiera enseñarles un camino más excelente; si pudiesen considerar a la oración, de ahora en adelante, como su elemento, como uno de los ejercicios más deleitables en su vida; si llegaran a valorarla más que el alimento necesario, y a considerarla como uno de los mayores lujos del Cielo, ciertamente habría cumplido con un grandioso cometido, y ustedes tendrían que dar gracias a Dios por una grandiosa bendición.

 En nuestra primer entrega de CORDIALMENTE nos sentiríamos muy gratificados que este anhelo de Charles Spurgeon y de tantos otros que nos precedieron en el ministerio cristiano se apegara profundamente en la pastoral de este etapa de la historia, de manera que la oración pueda tener un lugar de máxima preponderancia en nuestra actividad ministerial.

Codirectores de Cordialmente

 

Charles Haddon Spurgeon (1834-1892)
Pastor del Tabernáculo Metropolitano de Londres por 38 años
Fue conocido como el Príncipe de los Predicadores
Evangelizó a más de 10 millones de personas

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que, fiel a sus principios, no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.

Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.

La dirección de Cordialmente procura que la expresión bíblica “examinadlo todo, y retened lo bueno” sea el objetivo, por lo cual se invita a los distintos escritores a presentar sus fundamentos dejando el juzgamiento del artículo en cada uno de los lectores.

 

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Categoria: Edición 1 | LA ORACIÓN, entrega 1, Notas de fondo

Comments (2)

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  1. increiblemente y a la ves certero en todo.
    dios me haga creces en este aspecto.en comunion con el .gracias por la nota ,es excelente

  2. Bettina says:

    Quiero valorar a la oración más q el alimento necesario y considerarla como uno de los mayores lujos del cielo!!!
    Que Impresionante predicador Charles Spurgeon!!!!