¿QUÉ HACER CON EL DINERO QUE NO SE GASTA?

| 10 diciembre, 2012

El dinero que recibimos en nuestro diario vivir (como resultado de nuestro trabajo, como compensación por el trabajo realizado antes del retiro, debido a asistencia o por alguna circunstancia excepcional o accidental) debe ser usado para la satisfacción de nuestras necesidades, comenzando por las más básicas y fundamentales, hasta llegar a aquellas que no lo son tanto. Una vez que estas necesidades son satisfechas, puede quedar un excedente de dinero. Debemos orar para que el Señor permita que este excedente crezca y para que podamos emplearlo con fines óptimos. Para alcanzar estos últimos, es importante conocer qué destinos pueden darse al excedente.

La mayoría de las personas reciben dinero como contraprestación por su trabajo o por sus inversiones. Muchas otras lo reciben como compensación por el trabajo realizado en tiempos pasados (jubilados o retirados). Otras personas lo reciben como medio de asistencia (discapacitados y desempleados). Algunas lo reciben tras algún evento extraordinario (como el ganar en un juego de azar o el recibir una herencia o un regalo).

Por esta razón, la mayor parte de los habitantes de las sociedades modernas estamos en contacto con el dinero; este último está formado por un conjunto de activos que se intercambian fácilmente por bienes y servicios con los cuales satisfacemos diversas necesidades (desde las que son más básicas y están asociadas a la supervivencia hasta las que están relacionadas a la realización como individuos y como miembros de la sociedad).

Cuando la totalidad del dinero que constituye el ingreso de una unidad económica (como una familia o una organización) no es consumida enteramente en la satisfacción de sus necesidades, se genera un excedente. Debemos orar tanto para que el Señor nos guíe y nos permita obtener un excedente mayor como para tener objetivos claros y óptimos para Él. Dependiendo de los objetivos que nos planteemos, el excedente puede ser utilizado de tres maneras:

a) Consumo: en este contexto, se trata de la compra de bienes y servicios para satisfacer algunas necesidades no básicas y que contribuyan a alcanzar algún sentimiento de autorrealización y bienestar.

b) Ahorro: puede estar dado tanto por el mantenimiento de disponibilidades en efectivo (en la propia casa o en algún depósito) o por la compra de bienes que actúen como reserva de valor (como joyas, metales preciosos o monedas de otros países).

c) Inversión: consiste en la adquisición de activos, es decir, bienes de carácter real (o sea, material) o financiero que generen ingresos en el futuro, con miras a incrementar las posibilidades futuras de consumir. Entre los activos reales se destacan los bienes inmobiliarios como las casas, los departamentos y los terrenos. Los activos financieros se caracterizan por otorgar una renta como compensación o recompensa a sus poseedores; este tipo de activos se clasifica en dos grandes grupos: instrumentos de renta fija (que incluyen entre otros a los títulos públicos y a las obligaciones negociables), cuyo retorno está estipulado en el contrato de compra; e instrumentos de renta variable (dados principalmente por las acciones), cuyos rendimientos no están predeterminados.

Ninguno de los tres caminos posibles que se pueden dar al excedente de dinero es intrínsecamente bueno y/o superior a los demás. Sus bondades y virtudes dependen del contexto en el cual sean elegidos. A modo de ejemplo, se podría afirmar que:

– en contextos de alta inflación, es atractiva la opción de consumir bienes y servicios que contribuyan a nuestro bienestar.

– en contextos de baja inflación, el ahorrar es una alternativa válida para utilizar el excedente.

– en contextos de previsibilidad y seguridad jurídica, invertir en activos financieros suele ser una condición necesaria para la prosperidad e independencia financiera.

La clave es saber reconocer las características de los distintos contextos en los que estamos insertos y actuar (consumir, ahorrar y/o invertir ) en función de ellos con inteligencia. Y para esta tarea contamos con la invaluable ayuda de quien más y mejor nos ama y de quien todo lo sabe: nuestro Padre Celestial, a quien debemos acudir en oración.

 

Guido Parissenti
Licenciado en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires)
Curso de Posgrado en Finanzas (Universidad Argentina de la Empresa)
Experto en Mercado de Capitales (Instituto Argentino de Mercado de Capitales) – en curso
Es miembro de la Iglesia Dios Restaurará, en la Ciudad de Buenos Aires

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que fiel a sus principios no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.

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Categoria: Economía, Edición 1 | LA ORACIÓN, entrega 6, SOCIEDAD

Comments (4)

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  1. casque beats pas cher | 21 marzo, 2013
  1. Pastor HUMBERTO PEÑUELA VARILA says:

    Consumir,ahorrar e invertir, nos inserta en la macabra efigie del neoliberalismo y la sociedad de consumo que le rinde culto al individualismo y el ego, sin percatarse de la existencia de los demás. Yo añadiría algo de inversión solidaria para acompañar procesos de superación de la pobreza.

    • Guido Parissenti says:

      Gracias por su valioso comentario, Pr Peñuela Varila. Queria comentarle que la “inversión solidaria” referida puede ser vista desde las Finanzas como una forma de consumo, dado que puede contribuir a satisfacer una necesidad no básica y a lograr un sentimiento de bienestar y realización. En sentido estricto, una inversión es la utilización del dinero para adquirir activos, que son bienes que permitan adquirir generar más dinero.
      Concuerdo con usted en que la utilización del excedente de dinero en fines solidarios puede contribuir a la superación de la pobreza, al fortalecimiento de la comunidad y al crecimiento de la persona que decida usar su dinero de esa forma.
      Nuevamente le agradezco y le mando un saludo. Bendiciones.
      Guido Parissenti.