EL DESAFÍO DE UNA AUTÉNTICA EDUCACIÓN CRISTIANA

| 11 marzo, 2013

Se ha repetido hasta el cansancio que la niñez y la adolescencia son la esperanza para el futuro. Es hora que nos demos cuenta y aceptemos la falsedad de esta premisa. Niñez y adolescencia constituyen la fuerza del presente y el poder más significativo para transformarlo.

En el mundo de hoy, son los niños y los adolescentes los que tienen la capacidad para el cambio. En febrero del año 2000 empresas globales como Amazon.com, Yahoo!, y CNN.com vieron interrumpidos sus servicios, con un costo de decenas de millones de dólares, cuando un adolescente canadiense de 15 años conocido como “Mafiaboy” se infiltró en sus sistemas. Otro jovencito de 15 años, Cameron Johnson, que vivía en Virginia, estableció su segunda compañía llamada SurfingPrizes.com a principios del 2000, que le dejaba por entonces una ganancia de $15.000 dólares por día. Michael Furdyk de Estados Unidos fundó una compañía con un amigo en Australia, con quien se relacionó a través de un sitio de chateo, llamada MyDesktop.com. A los pocos meses estaban obteniendo unos $30.000 dólares por mes en concepto de venta de avisos. Michael tenía entonces 17 años mientras que su amigo, a quien jamás había visto, tenía 16. En Pennsylvania, una niña que en aquel tiempo tenía 13 años se hizo riquísima. Su web-site de Harry Potter fue tan exitoso y tuvo tantas visitas, que una compañía lo compró y lo ligó al sitio oficial de Potter.

Podría seguir citando muchos ejemplos más y probablemente los lectores podrían contribuir con varios otros. De estas experiencias, y muchas más similares a ellas, podemos aprender tres lecciones importantes para nosotros hoy, al pensar en la educación cristiana que estamos ofreciendo en nuestras iglesias.

Primero, estamos viviendo en un mundo en el que, por primera vez en la historia, los niños y adolescentes en todo el planeta pueden producir daños y problemas que sólo los gobiernos y los generales podían producir en el pasado.

Mientras nos vamos adentrando en el siglo XXI, va creciendo en todo el mundo el temor a un colapso global en los sistemas computarizados. Este fue el temor pánico que sacudió al planeta al acercarnos al año 2000. Sin embargo, tal catástrofe no se produjo, salvo por la aparición del famoso “Love Bug.” Pero este virus mortal no se generó en el Primer Mundo, sino en las Filipinas. Un par de adolescentes que vivían en una villa miseria en Manila decidieron probar algunos códigos de software que habían escrito para un curso de computación que estaban tomando. Con unos pocos golpes en el teclado de sus computadoras hechas con partes recicladas, crearon caos en agencias de gobierno, clausuraron portales mundiales y produjeron daños valuados en miles de millones de dólares a corporaciones e individuos alrededor de todo el mundo. El cálculo oficial de la CIA en cuanto a los daños llegó a los $4.000 millones de dólares, pero estimaciones no oficiales llegan hasta los $60.000 millones. Un millar de archivos de la NASA fueron dañados o destruidos.

El daño que el virus Love Bug produjo recibió en su momento el calificativo de “guerra.” No obstante, fue en las Filipinas, donde menos del 2% de la población tiene acceso a la Internet, donde un tercio de los habitantes son campesinos, donde el gobierno no hace virtualmente nada para promover el uso de la Internet, donde una computadora cuesta más que el ingreso total de una familia durante un año, y donde la mayor parte de las computadoras reciben su electricidad de generadores, fue allí donde un par de adolescentes fue capaz de controlar a todo el planeta. Estamos viviendo en un mundo en el que si bien terminó la Guerra Fría, ya ha comenzado una nueva guerra. De hecho, más de 30 naciones se están preparando hoy para la Guerra de la Información, y un creciente número de combatientes son niños y adolescentes que saben cómo utilizar su arma más poderosa: la computadora.

Segundo, estamos viviendo en un mundo en el que, por primera vez en la historia, niños y adolescentes no necesitan de figuras de autoridad para acceder a la información.

Nuestros niños y adolescentes tienen ahora diferentes maneras de adquirir y acceder, descifrar y digerir la información. Los desafío a hacer el siguiente experimento. A la salida del culto o de la escuela dominical pónganse a conversar con un niño de seis o siete años. Comiencen pidiéndole que les explique qué es y cómo se juega con la PlayStation y cuáles son sus personajes favoritos. Procuren disponer de por lo menos un par de horas, porque seguramente el niño en cuestión no sólo les va a nombrar cada uno de los cientos de personajes digitales, sino que también va a querer contarles en detalle cuáles son sus puntos fuertes y débiles. Cuando ya no aguante más, procure cambiar de tema y pregúntele acerca de algunas otras historias y personajes: Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Josué, Gedeón, David, Salomón, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Pedro, Juan, Pablo, etc. Al final de este ejercicio, va a descubrir que hay una razón por la que nuestros niños saben lo que nosotros NO tratamos de enseñarles, pero no saben lo que SI tratamos de enseñarles.

Tercero, estamos viviendo en un mundo en el que, por primera vez en la historia, los niños y adolescentes son figuras de autoridad, y los adultos tenemos que apelar a ellos en procura de ayuda.

Nuestros niños y adolescentes tienen un conocimiento que nosotros sus padres y abuelos no tenemos. Cada vez que tengo que conectar el DVD o la Mii a la TV tengo que llamar a uno de mis hijos… ¡o nietos! Cuando se me tilda la computadora, generalmente es uno de ellos el que me saca del problema. Si tengo que incorporar un nuevo software a la computadora, aumentar la memoria y trabajar con multimedia, no soy yo quien va a resolver estos problemas que me abruman, sino un niño o un adolescente.

Los niños y adolescentes son ahora contribuyentes y no tan solamente acopiadores del conocimiento. Más que vasos vacíos en los que nosotros vertimos información desde nuestras jarras mayores, ellos son pequeñas jarras que funcionan como verdaderas fuentes de conocimiento. Más que tábulae rasae sobre las que nosotros escribimos nuestras historias, ellos están escribiendo sus propias historias a partir de nuevas formas de conocimiento. Si el ciclo de la vida humana en cuatro etapas tiene sus equivalentes culturales—primero somos los niños de nuestros padres, luego somos los padres de nuestros niños, luego somos los padres de nuestros padres, y finalmente somos los niños de nuestros niños—entonces hoy los niños son los padres de sus padres.

La sociedad que viene es de veras la sociedad del conocimiento, sin embargo, no estamos haciendo lo suficiente para que la mayoría de los niños y adolescentes argentinos tengan acceso a las nuevas formas del conocimiento y a los medios de su comunicación. Y mucho menos les estamos impartiendo una adecuada educación cristiana y formación bíblica. Quizás es oportuno citar en este punto unas conocidas palabras de Jesús de Nazaret: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mt. 19.14, NVI). Suele ocurrir con demasiada frecuencia, que los adultos lejos de ser agentes efectivos para el acercamiento de los niños a la verdad y el conocimiento del Señor somos su mayor impedimento.

En tiempos como éstos, cuando el futuro no está distante sino al alcance de la mano, y cuando niños y adolescentes de algún modo ya lo están viviendo y experimentando, es nuestra responsabilidad como adultos y educadores cristianos colaborar con ellos en la construcción del mismo. Una manera de hacerlo será permitiéndoles que nos enseñen a ser buenos peregrinos del futuro junto con ellos y abriendo para ellos todas las oportunidades necesarias para su desarrollo personal más pleno como hijos e hijas de Dios. Para ser capaces de asumir tremendo desafío, quizás debamos redescubrir la sabiduría de las palabras de Jesús y aprender de una vez por todas que el reino de Dios (es decir, la vida humana tal como Dios la pensó y creó) “es de quienes son como ellos.”

 

Pablo Deiros
Doctor en Teología
Vice-Rector del Seminario Internacional Teológico Bautista (SITB) en Buenos Aires Argentina
Destacado maestro, conferencista internacional y escritor
Autor de más de 50 libros, uno de los pensadores evangélicos de mayor influencia en la actualidad
Docente de la Escuela de Estudios Interculturales del Seminario Teológico Fuller (Pasadena, California)
Cofundador y profesor del Programa Doctoral Latinoamericano (PRODOLA)
Casado y padre de tres hijos

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que, fiel a sus principios, no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
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Categoria: Edición 3 | Educación, entrega 2, Pedagogía

Comments (1)

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  1. Ricardo Dening says:

    Exelente,imperdible y sin desperdicios. Dios quiera q no solamente tengamos la capacidad de comprenderlo sino también con sencillez y humildad ponerlo en practica( como hacen los niños)