EN MEMORIA DE UNA HOLANDESA QUE SE HIZO ARGENTINA

| 11 marzo, 2013

Alieda Verhoeven es una holandesa que hizo de Argentina su hogar. Dedicó toda su vida a servir a los demás, hasta arriesgar su propia seguridad e incluso su vida, sin pedir nunca una tregua. Luchadora por los derechos de las personas, protegió sin distinciones a quienes sufrieron dolores y persecución.

Hasta que la abatió la enfermedad y, el 22 de febrero pasado, se mudó “al barrio que está detrás de las estrellas, aunque su cuerpo se unió a la tierra de su amada Mendoza” (como poéticamente dice el Pastor Guillermo) en Luján de Cuyo.

Quienes fueron sus compañeras y compañeros en su servicio a Dios, que es el servicio a la demás personas, no la olvidan. Sin embargo, “de esto tanto más saben los refugiados, los presos, los hijos de desaparecidos, a quienes supo proteger en lo peor de la represión y el exterminio”. Creyente fiel, militante por los derechos humanos, defensora de los derechos de la mujer, promotora de la unidad de todos los creyentes. Podría haber dicho “feminista” y “ecuménica”, pero son palabras tan confusas que pueden ser malentendidas de muchas maneras, que prefiero aclararlo con sus palabras. En cuanto al “feminismo” lo expresó así: “La verdad es que la sociedad está explotando cada vez más la energía vital de las mujeres, pero no se las reconoce lo suficiente”. En cuanto al “ecumenismo” aclaró que “no es simplemente juntarse católicos y protestantes, es algo que va mucho más allá” que mueve y une a la humanidad.

 

Para conocerla mejor

Alieda nació en Utrecht, Holanda, el 5 de enero de 1938, pero desde 1951 hizo de la Argentina su hogar. Hija de una familia de once hermanos, creció en la Holanda de la Segunda Guerra Mundial en la cual con su familia padeció las privaciones y sufrimientos que esta produjo. En medio de lo cual, según sus propias palabras, se mantuvieron como una familia unidad y agradecida.

Llegó a la Argentina invitada por la familia de un ingeniero argentino que vivió en la propia cuadra de su casa en Utrech, enviado por el gobierno en tiempo de Perón, para supervisar la construcción de vagones ferroviarios que se habían encargado a una fábrica en Holanda. Eran tres familias con tres hijos varones, y se juntaron con los once hermanos para jugar al fútbol (con Alieda al arco).

Los niños argentinos estaban estudiando holandés y le regalaron un libro en castellano para que les ayudara a traducirlo al holandés, así ella aprendió a leer en castellano en ese libro, que era La Razón de mi Vida, de Eva Perón. Una de esas familias la invitó a venir a nuestro país, y así llegó a la Argentina. Hace de esto sesenta años. Aquí conoció a la familia de Esther Sainz, su “mamá argentina”, esposa del pastor de la Iglesia Metodista de Córdoba.

Decidió estudiar para ser pastora, nada raro, porque provenía de una familia de pastores de cuarta generación (su tatarabuelo, su bisabuelo, su abuelo y varios tíos y primos fueron pastores). Estudió, para ello, en la Facultad Evangélica de Teología en Buenos Aires, una de las instituciones que luego formaron el Instituto Superior de Estudios Teológicos (ISEDET). Así llegó a ser la primera mujer pastora de la Iglesia Evangélica Metodista en Argentina; aunque las autoridades no se la hicieron nada fácil para llegar. Pero cuando llegó, fue bien aceptada y muy respetada por la gente de las congregaciones en las que estuvo.

Su primera designación pastoral fue en la Primera Iglesia Metodista de Buenos Aires (que en ese entonces era de habla inglesa, idioma que ella hablaba bien) y en 1969 fue destinada a Mendoza junto con el pastor Federico Pagura, donde se radicó definitivamente.

En Mendoza, junto con Ezequiel Ander Egg, Mauricio López y otras personas, fundó en 1971, el Instituto por la Liberación y Promoción Humana (ILPH). Un par de años antes que el golpe de estado en Chile trajera miles de refugiados desde aquel país, chilenos y no chilenos que habían tenido su primer refugio en Chile. Historia que se repite tras el golpe de estado en Argentina, que obligara a buscar nuevos países de refugio para los refugiados. Fue, además, cofundadora de la Fundación Ecuménica de Cuyo (1973), miembro de la Acción Popular Ecuménica (APE) que organizara el pastor José De Luca en Buenos Aires. Fue parte del Comité Ecuménico de Acción Social (CEAS) para el trabajo con los refugiados en todo el país, creado por la Comisión Argentina para los Refugiados (CAREF) de iglesias evangélicas y la Comisión Católica para las Migraciones, en sociedad con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Participó además del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) y del Encuentro Nacional de Mujeres (1985).

Despedimos a esta mujer que abrió un nuevo camino, marcó huellas, saltó prejuicios, avanzó en tinieblas, abrazó desterrados e hizo de Argentina y de la obra del Señor la tierra de su destino.

 

Emilio Monti
Pastor metodista.
Licenciado en Teología.
Profesor de Filosofía y Pedagogía.
Doctorando en Ciencias Humanas y Arte.
Profesor Emérito del Instituto Universitario ISEDET
Ex Decano y Profesor de Teología Práctica del Instituto Universitario ISEDET
Ex Profesor de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora Capellán y Vicerrector de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Rosario (UCEL).
Trabajó activamente en ayuda a Refugiados (CAREF) y en defensa de los Derechos Humanos (MEDH) y en la acción ecuménica (FAIE)
Integró a nombre de las iglesias evangélicas el Consejo Nacional de Políticas Sociales del Gobierno de la Nación.

 

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Categoria: Biografías, Edición 3 | Educación, entrega 2, TESTIMONIOS E HISTORIA

Comments (1)

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  1. alberto perez mendez says:

    Excelente historia de una mujer, ejemplo de lucha y de servicio a Dios. Para imitar su compromiso con la gente.