EL PASTOR TAMBIEN NECESITA PREVER SU JUBILACIÓN

| 8 abril, 2013

Muchas veces aplicamos una fe un tanto confusa, que nos convence de vivir una espiritualidad que puede conllevar la negación de una realidad oculta: no estamos siendo precavidos frente al hecho inexorable de que nuestras capacidades de generar ingresos disminuirán con el paso del tiempo. “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio”.

¿Qué es la jubilación y por qué forma una parte importante de toda nuestra vida?

El objetivo del presente texto es definir y describir a la jubilación, explicar su importancia para todos nosotros durante toda nuestra vida y, por último, instar a cumplir con los requisitos necesarios para alcanzarla.

La jubilación puede ser definida como un acto administrativo marcado por:

a) en primer lugar, el hecho de que un trabajador que se encuentra desarrollando una actividad laboral que le reporta ingresos activos pasa a una situación pasiva de inactividad laboral;

b) en segundo lugar, el hecho de que la persona beneficiaria de la jubilación recibe una prestación económica que toma la forma de una renta mensual y vitalicia.

En Argentina, entre los requisitos establecidos por la ley para que una persona pueda jubilarse se cuentan tanto el alcance de una determinada edad mínima (65 años en el caso de los hombres; 60 años en el caso de las mujeres, quienes pueden optar por la posibilidad de trabajar 5 años más) como el haber realizado aportes al sistema jubilatorio durante 30 años. El mencionado sistema es calificado como “solidario”, debido a que los aportes mensuales de los trabajadores activos que se encuentran en la economía formal (“en blanco”) financian el pago de las rentas que perciben las personas jubiladas.

El monto de la renta mensual y vitalicia que perciben los jubilados (también llamada “jubilación” o “haber jubilatorio”) alcanza el 50% del salario activo de la persona que percibe la prestación.

Es importante destacar que aquellas personas que ya cuentan con la edad legal para solicitar su jubilación pero no cuentan con los 30 años de aportes al sistema jubilatorio que son requeridos, pueden acceder a una moratoria previsional y completar los aportes realizados.

¿Por qué razones afirmé al inicio que la jubilación es importante para todos nosotros durante toda nuestra vida? En primer lugar porque a todas las personas que trabajan en relación de dependencia (que conforman la mayoría de la población económicamente activa) se les descuenta un porcentaje, de su sueldo bruto, para aportar al sistema jubilatorio. Pero también hay una segunda razón que abarca no sólo a los empleados en relación de dependencia, sino a todos aquellos que están en condiciones de formar parte de la población económicamente activa: me refiero al hecho de que con el paso de los años todos experimentamos una disminución de las capacidades que se utilizan para desarrollar actividades que provean de ingresos activos. Y ante esta situación inevitable es necesario ser sabio y prudente (entre otras formas) mediante el cumplimiento de los requisitos necesarios para percibir una jubilación una vez que no se puedan obtener ingresos activos.

Considero que sería deseable y sabio reconocer el hecho de que nuestras capacidades para desarrollar actividades que nos proveen de ingresos disminuirán con el paso del tiempo; es parte de nuestra naturaleza. También considero muy positivo que nos ocupemos y esforcemos para hacernos cargo de esta situación aprovechando las oportunidades que nos da el tiempo y el lugar en el que nuestro Señor ha estipulado que vivamos: para casi todos, es necesario cumplir con los requisitos que el día de mañana nos permitan ser jubilados. Seguramente habrá opciones más favorables (como tener un buen portafolio de activos financieros o inversiones en bienes de la economía real), pero cumplir con las condiciones para jubilarse es un buen comienzo.

Muchas veces aplicamos una fe un tanto confusa, que nos convence de vivir una espiritualidad que puede conllevar la negación de una realidad oculta: no estamos siendo precavidos frente al hecho inexorable de que nuestras capacidades de generar ingresos disminuirán con el paso del tiempo. “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio”, dice Proverbios 6:6. Nosotros solemos decir “El Señor proveerá”, y claro que lo hará. Pero debemos considerar a la jubilación como una parte integrante de esta provisión de Dios. El ejemplo del sabio Salomón, inspirado por el Espíritu Santo, nos está remarcando el mandato del Señor de guardar en “verano” para el “invierno”.

La principal motivación para escribir este artículo estuvo dada por un pedido hecho por mi pastor, Rodolfo Polignano, quien con la experiencia provista por una vida dedicada al servicio a Dios ha visto a muchos de sus colegas con una edad cercana a la del retiro que no han tomado las previsiones necesarias para cumplir con los requisitos de la jubilación. No es esto lo único que él ha visto: también pudo ver a siervos del Señor que, por no estar en condiciones de jubilarse y de recibir una jubilación, se mantienen en un ministerio a pesar de que sus aptitudes para hacerlo han decrecido notablemente. Dejo para el final una tercera situación que él ha podido notar, que es posiblemente la más grave: es común que las mujeres sean más longevas que los hombres, dándose esta condición en muchas familias pastorales; muchas veces, las viudas de los pastores quedan desprotegidas por no contar con una fuente de ingresos estable (como una jubilación o una pensión), quedando con la angustiosa necesidad de depender de su familia o de la Iglesia.

Busquemos aprovechar las oportunidades que el Señor nos da: hemos nacido en un momento histórico de una prosperidad sin precedentes, en el cual las personas pueden (pero también se ven forzadas a) dejar de trabajar al haber llegado a una cierta edad avanzada. La jubilación es un medio a través del cual el Señor nos provee de lo que necesitamos. Es nuestra responsabilidad y nuestra necesidad hacer un buen uso de este mecanismo; no sólo por nuestro bien, sino también por el de aquellos a quienes más amamos: nuestras mujeres y nuestras familias.

 

Guido Parissenti
Licenciado en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires)
Curso de Posgrado en Finanzas (Universidad Argentina de la Empresa)
Experto en Mercado de Capitales (Instituto Argentino de Mercado de Capitales) – en curso
Es miembro de la Iglesia Dios Restaurará, en la Ciudad de Buenos Aires

 

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Categoria: Economía, Edición 3 | Educación, entrega 6

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