LA ENSEÑARÁS A TUS HIJOS, Y A LOS HIJOS DE TUS HIJOS

| 22 abril, 2013

Al hablar de enseñanza espiritual, Dios establece como requisito dentro de los parámetros básicos, que la responsabilidad primaria recae dentro del ambiente familiar. En realidad, la práctica nos demuestra que la base de la educación está allí porque son los padres los encargados de enseñarle a sus hijos los principios de todas las cosas: hablar, caminar, comer, buenos modales, vestirse, etc.

Y si bien esto surge por naturaleza, aparece el reclamo en el área de la vida espiritual. Los padres son responsables de enseñarles las verdades básicas de su espiritualidad a sus hijos.

“… antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos”, resuena desde lo escrito en Deuteronomio 4:9. Y recordado es el reconocimiento del apóstol Pablo, cuando escribiendo a Timoteo, dice: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2da Timoteo 1:5).

No olvidando el tan citado Proverbios 22:6 “Instruye al niño en su camino. Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.

El reclamo en el Antiguo Testamento y el reconocimiento a lo realizado en el Nuevo, demuestran que la enseñanza debe constituirse en algo prioritario en el ambiente familiar cristiano. Los pastores debemos hacerlo con nuestros hijos e indicarle a la gente a que haga lo mismo.

Vengo de una larga historia y permítame que le cuente esta realidad que va marcando seis generaciones, en mi caso específico cinco, al contar a mis hijos.

Mi bisabuelo materno, Juan Deppeler, se había ido un domingo a pescar en su provincia de Santa Fe, su esposa María y algunos de sus hijos se habían convertido recientemente y estaban en el culto. Mi bisabuelo, junto al río, tuvo un encuentro con Dios cuando en su misericordia el Señor hizo un milagro que le sirvió de confirmación sobre la existencia y presencia plena del Altísimo.

Comenzó a asistir a los cultos junto a mi bisabuela y, de a poco, sus doce hijos se convirtieron también. El tenía una promesa de Dios que el Señor llevaría toda su familia a sus pies y sería su descendencia una prole que se mantendría en el Camino y habría muchos servidores de Dios.

La familia se fue extendiendo y las distintas generaciones se fueron apegando a Cristo. Los hijos, los hijos de los hijos, y hasta la tercera y cuarta generación, dice La Biblia, algo que se mantuvo y expandió en nuestro caso.

Es de imaginarse que el crecimiento familiar es muy grande, a los Deppeler es fácil ubicarlos por el apellido, pero las mujeres de la familia, como mi abuela, cambiaron sus apellidos por los de sus maridos, lo que llevó a que el árbol genealógico se extendiera hasta perderse en variables.

Algunos han hecho intentos, ahora vía Facebook, de buscar la línea, pero cuesta. Lo que sabemos, por los pocos encuentros intrafamiliares, es que la cifra de descendientes ya se cuenta por miles, que prácticamente todos están en el Señor y que entre los descendientes directos (como es mi caso) y los indirectos (quienes se casaron con algunas de las damas de la familia) hay cerca de 400 pastores.

Hace un tiempo, una ex alumna mía de diez años atrás del Instituto Bíblico Rio de la Plata, se puso en contacto para decirme que éramos primos segundos. Y se daba el hecho puntual que cuando ella entró al Seminario, quien la recibió en recepción también era descendiente directa de don Juan Deppeler. La alumna, la recepcionista y uno de los profesores, éramos todos primos segundos sin que ningunos de los tres lo supiéramos en aquel tiempo, nuestro punto de encuentro estaba en el bisabuelo.

Es probable que muchos de nosotros nos estemos cruzando en el campo ministerial sin saber que somos parientes, salvo cuando aparece un Deppeler, que entonces se transforma en la base para la búsqueda de los lazos familiares.

Cuando algún tipo de estos encuentros se produce, todos tenemos una seguridad que casi no admite dudas: estamos en el camino del Señor. Desde Juan y María, para adelante, la premisa fue “se la enseñarás a tus hijos, y los hijos de tus hijos, y hasta la tercera y cuarta generación”.

En nuestro caso, dio resultado.

 

Rodolfo Polignano
Pastor en el barrio de Colegiales de la Ciudad de Buenos Aires
Unión de las Asambleas de Dios
Profesor del Instituto Bíblico Río de la Plata durante 30 años
Escritor y maestro se especializa en Homilética
Bajo su ministerio pastoral se levantaron 12 nuevas congregaciones
Sirvió muchos años como presidente de Evangelismo de la Unión de las Asambleas de Dios

 

 

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Categoria: Edición 3 | Educación, entrega 8, Teología Pastoral

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