LA ESCUELA PÚBLICA

| 29 abril, 2013

La escuela pública fue una necesidad imperiosa cuando comienza la república. Los viejos patrones coloniales monárquicos debían ser modificados por otros con mayor igualdad, era necesario alfabetizar a toda velocidad, integrar a los inmigrantes e incorporar conocimientos y puntos de vista qu de otro modo no llegarían.   Una nueva identidad reclamaba elementos que  difícilmente  llegarían desde lo privado, mayormente católico antiliberal.

La inversión fue enorme, tanto en recursos humanos como edilicios y para  programas. Sin duda también la reforma universitaria de 1918 influyó luego en darle a toda la educación argentina un  carácter más libertario, de esfuerzo personal e institucional y de gran rigor científico que cosechó  grandes logros.

Los motivos para la educación privada son múltiples, algunos muy justificables y otros decididamente pobres.  Los inmigrantes querían conservar idiomas y costumbres, los judíos y los protestantes querían librarse de la educación católica.  Los de clases en ascenso querían que sus  hijos se crien con otra cria distinta de la que ellos fueron criados. Los religiosos para educar según su fe y dentro de sus ghetos. Los más religiosos para reclutar monjas y curas, o pastores.  El estado para homogeneizar.  La iglesia para retener.  Los nuevos ricos para aparentar.  Los distintos para mantenerse diferentes. Ah, también están los comerciantes, quiero decir los que ven el negocio detrás de la educación.  Esos fundan y manejan escuelas explotando docentes y recaudando a mano llena con cualquier excusa:  uniformes, viajes, textos, fiestas, reformas, y si ud no puede pagar, no importa, ellos le facilitan crédito financiero usurero.

El espectro de la escuela pública en la que yo y mis hijos nos criamos era verdaderamente amplio, digo el espectro social, racial, religioso y político. Me crié en la Ciudad de Buenos Aires, y mis hijos en un barrio de los suburbios,  y en ambos casos la composición de los grupos de alumnos incluía familias que tenían ingresos muy superiores y también otras muy inferiores a la nuestra.  Propietarios, o inquilinos o que vivían en la villa, comerciantes, profesionales, obreros, católicos, protestantes, judíos, ateos y de toda línea política posible éramos parte del mismo grado, y lo mismo ocurría con el cuerpo docente y los directivos. Es muy difícil que un establecimiento privado sostenga una atmósfera similar, porque los criterios de selección son más rígidos, las cuotas hacen de colador y los contenidos educativos apuntan más específicamente a cierto tipo de alumno y de grupo familiar.  Argentina hoy necesita integrarse, encontrarse y me temo que le cuesta mucho a la educación privada trabajar en esa dirección.  Me parece que lo pregona pero no lo siente, se escandaliza del desencuentro pero sólo comprende los argumentos de los de su clase, su color y su entorno.

En este momento, tenemos problemas de racismo, una separación de clases muy importante, una necesidad de integración a la plena vida argentina de muchos inmigrantes, una falta importante de conocimiento de quiénes somos, de nuestra historia y cultura que la escuela pública debe subsanar. Digo la escuela pública consciente de todos sus problemas, incluidos la falta de presupuesto y la mala administración del presupuesto que sí se tiene, del bajo nivel actualde nuestros docentes y de los sueldos que cobran, del desquicio interno de los hogares de los chicos que llegan a la escuela y del desquicio interno de la escuela que los recibe.   Pero también hay muchas escuelas privadas hoy que venden espejitos de colores, le ponen un uniforme le dan un nombre que suene interesante, le sacan una cuota a familias que no la pueden pagar y atrás no hay nada. Otras ofrecen disciplina y sólo conocen la represión, o seducen con una oferta religiosa y pretenden que la escuela sea una iglesia o un campo de reclutamiento misionero y llevan a los chicos hasta el hartazgo del lenguaje y manipulan con argumentos de fe.  Incluso a las maestras les pagan menos o les pagan mal o no les hacen los aportes previsionales con excusas espirituales que no hacen más que disfrazar su codicia inmoral.

Refundar la educación pública se ha vuelto una bisagra en el desarrollo de nuestro país. La decadencia ha sido larga, planificada y efectiva, con daño permanente.  El surgimiento de una nueva  instancia de trabajo también deberá ser planificada y efectiva buscando un bien permanente que afecte el modo de vida de  quienes gustosamente habitamos este suelo.   La deriva de fondos estatales desde la escuela pública a los establecimientos privados ha sido escandalosa, y revertir eso será una pulseada política muy dura pero indispensable.

La biodiversidad nos ha enseñado que todos igualitos somos más vulnerables, menos elásticos, pasibles de muerte por una sola plaga, más aburridos y menos bellos.  Las múltiples especies y las más múltiples variedades dentro de las especies nos dicen que lo homogéneo es más peligroso y promete menos vida.  La escuela pública se ha caracterizado por ofrecer e inculcar esa multiplicidad de rasgos que hacen al rostro argentino, suprimirla o hacerla debilitar al punto de dar lástima va contra nuestros intereses vitales y contra nuestra identidad. Es hora de hacerla florecer a sus mejores esplendores, enriquecida por una historia de lucha y una visión pacífica.

 

Julio Cesar López
Pastor en Belgrano
Iglesia Presbiteriana San Andrés

 

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Categoria: Edición 3 | Educación, Editorial, entrega 9, Reflexiones

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