HACIA UNA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL | Parte 2

| 20 mayo, 2013

¿Dónde estás tu? (Génesis 3:9)
¿Dónde está Abel, tu hermano? (Génesis 4:9)
En la primera parte de esta entrega, intentamos definir a grandes rasgos, la diferencia fundamental que existe entre la moral y la ética, entendiendo a la primera como un conjunto de normas dadas por un sociedad determinada en un determinado contexto histórico, y a la segunda como el producto de la internalización reflexiva de ciertos principios que consideramos legítimamente rectores y universales para nuestra conducta privada y social.

En este sentido, arribamos a la conclusión de que, aunque sus enseñanzas hayan sido superadoras de la moral de su tiempo, Jesús manifestó en sus acciones una ética divina que interpretaba el sentir de Dios, a través de la guía del Espíritu Santo. También analizamos sobre las dos tendencias actuales de los cristianos, la “espiritualista” que deriva en un misticismo individualista y la “materialista” que ignora o morigera el componente sobrenatural de la redención buscando solo la salvación a nivel social y político.

Lo que postulo en esta oportunidad es que necesitamos realizar un replanteo como Iglesia en cuanto a estos principios, moral y ética, espiritualismo y materialismo, que si o sí afectaran nuestra conducta y nuestra forma de intervenir en la sociedad en la que estamos insertos.

Básicamente, podemos decir que hay dos preguntas en la Escritura que platean el sentir de Dios en cuanto a estos dos tópicos y de las que parto al plantear el concepto de “Ética de Responsabilidad Social”. Estas dos preguntas,  son preguntas de Dios hacia el hombre, que a lo largo de los siglos han tenido diversas respuestas. La primera pregunta que parece en la Escritura al respecto, es “¿Dónde estás tú?, la encontramos en el relato del Génesis, luego de la caída del primer hombre en desobediencia. Es la pregunta de un Dios personal, interesado en el destino de su criatura, dotada por Él mismo de libre albedrío, la pregunta de un Dios que interviene en la historia y en favor de la raza humana, a fin de reconciliarnos con Él.  Este es precisamente el fundamento de la “faz espiritual” de nuestra relación, una dimensión vertical primordial entre Dios y el hombre, que a través de los siglos fue derivando en  mediaciones y caminos sinuosos, burocratizándose principalmente a través  de las religiones. Es claro que, desde esos tiempos inmemoriales, Dios fue quien dio el primer paso en buscar al hombre, para que este recupere esa relación celestial. Por lo tanto, esta dimensión vertical es nuestra “relación individual y privada” con nuestro Dios, fundamental para comprender los principios que guardan sus preceptos y así poder vivir agradándole. En síntesis, esta dimensión implica nuestra relación personal y privada con nuestro Dios.

Lamentablemente, muchas veces, la vida cristiana se agota en esta instancia individualista, sin analizar las implicaciones comunitarias que representa el llamado de Dios en nuestra vida. Es por ello que, la segunda pregunta a la que quiero referirme es aquella que Dios le hace a Caín, luego de haber asesinado a su hermano Abel: ¿Y dónde está Abel, tu hermano?… Aquí aparece una dimensión de solidaridad horizontal, una ética de responsabilidad social hacia nuestro prójimo.  Notemos como Caín quiere desligarse de dicha responsabilidad: ¿Soy yo acaso, el guarda de mi hermano?…  La respuesta de Dios está implícita: Es un sí, es una asignación de responsabilidad hacia nuestro prójimo, es una advertencia de castigo a quienes se desliguen de su prójimo, por acción o por omisión, una ética que  resumió magistralmente Jesús cuando dijo que: “toda la ley de los profetas depende de estos dos mandamientos, el amar a Dios y el amar al prójimo como a sí mismo”.

Y aún el apóstol Pablo, fue mas contundente: “Toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14).

Esta ética, no implica simplemente “bienestar individual” o “convivencia” dentro de un marco social determinado, sino una actitud constante de lucha y resistencia contra las injusticias cometidas hacia nuestro prójimo, entendido este como la totalidad de la raza humana. Durante siglos, y en la actualidad, la “sangre de nuestro hermano” sigue clamando a Dios desde la tierra, y nosotros como cristianos somos responsables de comprometernos en esta lucha, ya que, el amor a Dios, es inseparable del amor al prójimo, por lo cual, el cristianismo neotestamentario no puede circunscribirse simplemente a una práctica religiosa individual sino que somos responsables de expandir esos principios bíblicos inherentes a nuestra praxis interna hacia la práctica social y política, porque somos responsables de nuestro hermano, entendido este  como la totalidad de la especie humana.

Y esta lucha por expandir estos principios bíblicos de igualdad y justicia, debe extenderse a todos los campos y situaciones particulares y estructurales  en donde se dañe o perjudique la dignidad del ser humano, sea en el campo de la economía, la sociedad, la política, la ecología, los derechos humanos, etc, etc.

En algún momento de nuestra historia, comenzó a privilegiarse la relación vertical del mensaje, en desmedro de la dimensión  horizontal, desbalanceando la integralidad del mensaje, y afectando nuestra cosmovisión del mundo que, a mi entender, interpretaba cabalmente el cristianismo primitivo.

Pero esto, intentaré analizarlo en la tercera entrega, junto a la fundamentación y límites de la participación política.

 

Aníbal Villordo
Licenciado Ciencia Política
Presidente UPSI (Unión de Pastores de San Isidro)
Pastor Iglesia Fuente de Gozo en Boulogne, Buenos Aires

 

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Categoria: Edición 4 | Iglesia y Sociedad, entrega 3, Teología del Sur

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