JEAN HENRI DUNANT, FUNDADOR DE LA CRUZ ROJA 1828 – 1910

| 10 junio, 2013

Dunant nació en Ginebra, Suiza,  el 8 de mayo de 1828, fue el primero de cinco hermanos. Hijo de Jean-Jacques Dunant y su esposa Antoinette Dunant Colladon. De familia cristiana, devota del calvinismo; tenían gran influencia en la sociedad ginebrina. Sus padres le enfatizaron el valor del trabajo social. Seguía el ejemplo de su padre, quien ayudaba a los huérfanos y presos liberados, mientras que su madre trabajaba con los enfermos y los pobres.

Dunant creció en el período del despertar religioso conocido como el Réveil, y a los dieciocho años se unió a la Sociedad Ginebrina de las Almas. Al año siguiente, junto a unos amigos, fundó la llamada “Asociación del Jueves”, un grupo de jóvenes que se reunían para estudiar la Biblia y ayudar a los pobres,  pasó mucho de su tiempo libre ocupado en visitas a la prisión y trabajo social. El 30 de noviembre de 1852 fundó el capítulo ginebrino que habría de ser el núcleo fundacional de la “Asociación Cristiana de Hombres Jóvenes” y tres años más tarde intervino en la reunión de París dedicada a la fundación de su organización internacional, cuyos estatutos él mismo redactó.

En 1853 comenzó a trabajar en un banco. Estaba convencido de que tenía el deber religioso de usar su capacidad para triunfar en los negocios y así poder usar ese talento y riqueza en favor de los más necesitados, tanto civiles como militares.

Jean Dunant decide realizar un viaje a Solferino, lugar que cambiaría su vida por completo. Fue así que en la tarde del 24 de junio de 1859, Jean llega a Solferino; el mismo día en que tuvo lugar una batalla entre los ejércitos austriaco y franco piamontés que combatían en la guerra italiana. Esta guerra tuvo como consecuencias, entre otras, 38.000 heridos agonizantes o muertos los cuales permanecían en el campo de batalla, y había pocos intentos por ayudarlos. Impresionado, el propio Dunant tomó la iniciativa de organizar a la población civil, especialmente las mujeres y las chicas jóvenes, para proporcionar asistencia a los soldados heridos, mutilados y enfermos. Carecían de suficientes materiales sanitarios, y el mismo Dunant organizó la compra de lo que se necesitaba y ayudó a levantar hospitales de campaña. Convenció a la población para que atendiese a los heridos sin fijarse en qué bando del conflicto estaban, bajo el lema Tutti fratelli” (Todos somos hermanos) acuñado por las mujeres de la cercana ciudad. Tuvo éxito igualmente para conseguir la liberación de médicos austríacos capturados por los franceses. Cabe resaltar que Dunant fue el inventor del actual botiquín de primeros auxilios que todos usamos. 

Al regresar, Dunant decide escribir un libro de sus vivencias en Solferino, obra la cual fue costeada por él, sin discernir cual sería el alcance de este escrito. Su libro lo tituló “Recuerdo de Solferino”. Este libro fue la chispa que encendió la llamarada de entusiasmo y los esfuerzos que conducirían a la fundación de la Cruz Roja. El 23 de octubre de 1863, se reunió la primera conferencia de Ginebra, el propio Dunant quedó impresionado por la  asistencia. A pesar de cierta resistencia, Dunant ganó la partida de la neutralidad de los servicios sanitarios y se adoptó la recomendación de que fueran reconocidos como neutrales las ambulancias, los médicos y sus asistentes, así como los habitantes del país que prestaran socorro a los heridos.

Todos los países adoptarían un emblema universal, una cruz roja sobre fondo blanco que figuraría en ambulancias, hospitales militares, y como distintivo en la ropa del personal sanitario.

Los Convenios de Ginebra fueron el primer tratado multilateral firmado por países, reunidos en tiempo de paz para prevenir el sufrimiento. En el transcurso de los años el Comité Internacional de la Cruz Roja logró que los gobiernos actualizaran y revisaran estos convenios, los que cuentan con un reconocimiento prácticamente universal. Todos los integrantes de este movimiento se rigen por siete principios fundamentales: humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, voluntariedad, unidad y universalidad.

La Primera Guerra Mundial representó el mayor desafío que debía afrontar la Cruz Roja, hasta ese momento: miles de voluntarios se movilizaron para ayudar a los heridos en los campos de batalla y en 1917 La Cruz Roja obtiene el Premio Nobel de la Paz.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Cruz Roja distribuyó socorros por un valor total de 500 millones de francos suizos a la población civil de los territorios ocupados. La organización de La Cruz Roja realizó 11.000 visitas a prisioneros de guerra militares y civiles y les envió suministros de socorro valuados en 3,5 mil millones de francos.

Finalmente en 1901 se acordó entregar a Henry Dunant el reconocimiento internacional más importante en mérito a sus obras. El Comité del Premio Nobel le concedió el primer Premio Nobel de la Paz en unión de Fréderic Passy.

Murió a los 82 años, el domingo 30 de octubre de 1910. De este  hombre peculiar de Ginebra, cuya visión casi fue demasiado grande para su propio bien, nació un movimiento que hoy se extiende por todo el mundo; que ha llegado a millones de personas; que presta socorro por igual a civiles y a militares Hoy, 150 años después de la fundación de la Cruz Roja, 186 naciones han firmado los convenios de Ginebra y existen 169 Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y Media Luna Roja. Ningún otro tratado en la historia de la humanidad ha alcanzado un número igual de signatarios y no existe ninguna organización humanitaria que cuente con tantos miembros voluntarios, 127 millones en tantos países.

 

Matías Alarcón Suárez
Graduado del Instituto Bíblico Rio de la Plata.
Se está preparando para ir de misionero a China, país en el que ya ha estado predicando.
Actualmente se encuentra estudiando el idioma de ese país.

 

 

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