MINISTERIO PARA MINISTROS

| 9 septiembre, 2013

En estos últimos 25 años recorriendo Argentina por causa de la Obra del Señor y visitando muchísimos pastores de distintas organizaciones cristianas, he encontrado una gran necesidad en los siervos de Dios. Una marcada soledad, no del Señor por supuesto, pero sí del Ministerio para Pastores. Por ejemplo: hace dos meses llegue a un pueblito en la provincia de San Luis, después de abrazar al pastor y elogiar su trabajo espiritual y material en ese lugar me dijo: “Hace 14 años que estoy aquí y nunca nadie me visitó, cuando usted llegó es como si hubiera entrado mi padre en mi Iglesia”.

Al ver en la precariedad que vivían, les compramos regalos a sus hijitos y a su esposa, y le dejamos una buena ofrenda para que él la administrara, al terminar nos dijo: “Yo vendí mi casa para comprar este templo que tenemos hoy, y vivo en casa prestada”.

Por donde voy encuentro algo similar, ¿qué nos está pasando? Me da la sensación que nos hemos preocupado más por nuestras organizaciones que por nuestro organismo. Gracias a Dios por las organizaciones eclesiásticas, pero no nos olvidemos que la vida está en el organismo, que es la Iglesia y los ministerios que Dios puso en ella, para mantener vivas a las congregaciones.

Me decía un pastor el otro día: “Las cartas que me llegan de mi organización son un 98% administrativas y financieras con un saludo espiritual al comienzo y al finalizar la misma, nunca hay una palabra de elogio o aliento, nunca un agradecimiento por nuestro apoyo financiero a la central, jamás hay alguna pregunta sobre si necesitamos algo y ni hablar de pioneros que han partido con el Señor y pareciera que ni se han enterado”.

Queridos pastores, mi humilde opinión es que no necesitamos autoridades de organizaciones que tienen su carga en el trabajo para lo que los han elegido, necesitamos pastores con autoridad espiritual que tengan la carga que tenía San Pablo en 2º Corintios 11:28: “y además de otras cosas lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las Iglesias”.

Necesitamos pastores que visiten y ministren a pastores, hombres de Dios que puedan ser consultados aunque fuera por teléfono y que el que llama esté seguro que recibirá una palabra de sabiduría, una palabra de aliento, un consejo y aun un viaje donde sea para ayudarle. Ministerios que no solamente ayuden con palabras; sino con apoyo logístico, financiero y de compañerismo.

Recuerdo una experiencia de una pastora, soltera, trabajando en una provincia, luchando para levantar una iglesia allí. Pasaron algunos años y con ahorros de su trabajo secular compró un terreno, luego compró canto rodado, arena, cal y cemento para hacer los cimientos del nuevo templo. Ella me contó: “Aunque escribí pidiendo ayuda a pastores amigos, nadie vino. Tenía una congregación de personas mayores, entonces fui una mañana con la pala para abrir los cimientos, oré a Dios en el terreno diciendo: “Tú sabes que no tengo fuerza para esto pero en tu nombre lo haré”. Cuando abrí mis ojos, quedé sorprendida, los cimientos estaban abiertos y llenos con el material, Dios mandó sus ángeles para ayudarme” expresó.

Cuando escuché esto me avergoncé porque este no es trabajo para ángeles, sino de hombres y -muy especialmente- de pastores amigos, que al ver la necesidad corren a suplirla para ayudar a esa colega en el ministerio que representa cientos de almas salvadas por el Señor.

Podremos decir al Señor “cuenta conmigo, estoy dispuesto a ministrar a tus ministros, a estar con ellos cuando me necesiten, a visitarlos, a levantarle los brazos al que se siente sin fuerza y a ayudarle con todo lo que tengo y lo que soy pues todo es tuyo”.

Si nos animamos a orar así preparémonos porque el Señor nos vendrá a buscar.

Un abrazo

 

José Manuel Carlos
Pastor en el barrio de La Boca de la Ciudad de Buenos Aires
Por varios años fue presidente de la Unión de las Asambleas de Dios
Presidente de la fundación Jesús La Esperanza

 

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Categoria: Edición 6 | Iglesia unida y diversa, entrega 2, Vida Pastoral

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