¿CON CLAVICORDIO O CON TAMBOR?

¿Por qué la Iglesia Evangélica no ha llevado a cabo su misión revolucionaria como la que llevaron a cabo los apóstoles en el primer siglo? ¿Por qué el individualismo de la cultura occidental ha opacado la dimensión del Evangelio social que ha transformado los estamentos de las sociedades primitivas y reformadas?

El Evangelio que predicamos ¿se ha adaptado a las culturas o fue predigerido por una cultura a las que las cabezas denominacionales consideraban como “superior” a la hora de enviar misioneros?

Trabajando un día en nuestra dirección se nos acercó un pastor quien, al igual que nosotras, provenía de una iglesia de raíces inglesas. Curiosa, pero irónicamente, nos preguntó:

“Chicas, ¿ustedes también tomaban el té gales en los sociales luego de los cultos?”.

Risueñamente recordamos que el té galés era un té común pero con una cucharadita de leche cruda que los amados misioneros hacían tomar a cuanto gaucho de la región pampeana pisara la iglesia, aunque el amargo cimarrón o el mate cocido esperara en el rancho. En nuestra iglesia se tomaba el té galés pese a que a algunos criollos se les revolvieran las tripas.

Luego comenzamos a recordar los hermosos himnos que cantábamos cuyas letras enfocaban y establecían en la vida cristiana por la observación profunda cristológica de su contenido. Sin embargo, en su música, melodía y armonía había una penetración cultural de dominio ideológico. Específicamente hemos cantado el Himno a la Reina (por supuesto a la de Inglaterra), el himno nacional inglés o el himno nacional alemán, que en la película “Compás de Espera” denota como su melodía era utilizada en los campos de concentración y de exterminio como música de fondo mientras los prisioneros caminaban hacia la muerte. Nos preguntábamos cómo se hubiera sentido algún judío al que invitáramos para hablarle de Cristo cuando al abrir el himnario sonaba esa melodía. Buscaría con desesperación la puerta de salida a la calle, ¿cierto?

En ese clima recordatorio de bastante risa, al remembrar a nuestra amada iglesia inglesa en la imposición de sus costumbres, también recordábamos una serie de Tarzán donde una misionera inglesa remonta en un barco a vapor un río africano tratando de evangelizar con su órgano a fuelle a los habitantes de la selva, quienes luego de escuchar durante horas los himnos cantados y ejecutados con tal instrumentos cayeron desmayados en éxtasis tal como los cuatrocientos profetas de Baal.

Caso parecido le sucedió al eximio organista, médico-filántropo, misionero evangélico, Albert Schwietzer en el congo Belga, isla de Lambaréné, cuya música ejecutada sobre su órgano producía un efecto narcótico sobre los nativos acostumbrados al tambor.

¿Qué hubiera pasado si la misión evangelizadora se hubiera encarado teniendo cuenta el tambor, la carne de mono, la chacarera o el mate cocido? ¿Qué hubiera pasado si se tenía en cuenta la interculturalidad?

Haciéndose judío al judío, débil al débil, como lo declara el apóstol en 1ª Corintios 9:20-22. Porque con la interculturalidad nacen nuevas visiones y nuevos proyectos: se trata de un nuevo dialogo entre culturas. No hay culturas superiores, como ha creído el occidente, y como lo siguen creyendo los gobiernos del norte. Todas las culturas tienen igual valor, todas son obras humanas: aportes invalorable a una humanidad más justa y más fraterna.

Todo esto nos lleva a la profunda reflexión de que la “Iglesia de Tercer Mundo” carece de una teología que responda a sus propias necesidades dado que, de las misiones occidentales, ha recibido un evangelio envuelto en un ropaje cultural que le resta mucho de poder transformador. Esa es su mayor tragedia pero también su mayor desafío.

Una iglesia que no se repiensa desde su teología lleva a que la evangelización se torne en proselitismo y la fe en penetración cultural.

Lamentablemente la iglesia de Latinoamérica carece de teología propia. ¿Alguien lo duda cuando hay países como Guatemala, cuya población es más de la mitad evangélica, constituyéndose en el primer país latinoamericano que alcanza esa cifra y -sin embargo- es el país con más desigualdades sociales, con una tasa de mortalidad infantil que lo coloca en cuarto lugar mundial? ¿Qué cambios sociales ha provocado este evangelio?

Escribía el pastor José Miguez Bonino “la iglesia cristiana tiene una larga deuda con América Latina. Cuatro siglos y medio de catolicismo Romano y uno de protestantismo han producido el mínimo de pensamiento creador que estos pueblos tienen derecho de esperar de quienes sostienen haber recibido la misión de anunciar la Palabra de Dios a los hombres”.

Repensemos simplemente en lo que cantábamos y cantamos, teniendo en cuenta que en las olas de coros preciosos a los que denominamos de “Alabanza y adoración”, implícitamente ha habido un vaciamiento de fundamentos teológicos, los cuales lavaron a través de pseudomisticismo, la sustancia que permitió a la iglesia Evangélica mantenerse firme durante varias décadas en medio de un romanismo persecutorio. En otras palabras, no hay sustancia doctrinal de relevancia en lo que cantamos y mucho menos compromiso de transformación social.

Una teología elaborada en Europa o en Norteamérica jamás podrá satisfacer las necesidades teológicas de la Iglesia del Tercer Mundo. Es hora que la universalidad del Evangelio se manifieste en términos de una teología que no esté atada a ninguna cultura en particular, sino que muestre la multiforme sabiduría de Dios.

Dios se hizo hombre. La palabra se hizo carne y se aculturó. Dejó de ser, se despojó de cultura y se hizo uno con nosotros. De esa misma manera encaremos la comunicación del evangelio a todos los hombres.

 

Mimi Agostino.
Educadora en la Región 5
Distrito de Alte. Brown
Directora y Representante Legal del Instituto Educativo Vida Cristiana del mismo distrito

 

Elisabeth Alegre de Devouassoux
Es maestra de grado y docente de música.
Actualmente, forma parte del equipo directivo del Instituto Educacional Vida Cristiana de Almirante Brown, provincia de Buenos Aires, República Argentina.
Está casada con Juan Devouassoux con quien comparte un servicio itinerante en Hogares de Niños.

 

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Categoria: Edición 7 | El Credo, entrega 2, Teología del Sur

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