CREO EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO

| 11 noviembre, 2013

Este segundo artículo del Credo Apostólico se centra en la persona de Jesús, el Cristo. ¿Qué significa creer en Jesucristo, el Hijo de Dios?

En primer lugar, lo que el Credo nos dice es que el Dios, que la fe cristiana proclama, no es el Dios de los filósofos, no es el Dios-Idea, no es el Motor Inmóvil aristotélico, sino el Dios que se ha revelado en la persona de Jesucristo. Dice Pannenberg: “En esta medida, el segundo artículo constituye también objetivamente el centro de toda la profesión de fe. Esto queda especialmente claro en la designación de Jesús como ‘único Hijo’ de Dios, que marca todas las afirmaciones posteriores del segundo artículo. Por esta razón, Karl Barth opinaba que el segundo artículo tendría que figurar propiamente al comienzo del credo, a fin de que quedase claro que en la profesión cristiana de fe en Dios se trata del Dios de Jesús y no de ningún otro.” (Wolfhart Pannenberg, La fe de los apóstoles, Salamanca: Sígueme, 1975, p. 59).

En segundo lugar, es importante notar el anclaje histórico del Credo. No comienza desde lo celestial sino desde lo terrenal. Se refiere a Jesús, a Jesús de Nazaret. Por lo tanto, enfatiza la encarnación de Dios en la persona histórica de Jesús, el Verbo que “se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1.14). Es que en Jesús Dios “se seculariza”, es decir, se hace tiempo y espacio, se hace mundo. Al confesar a Jesús de Nazaret, estamos transmitiendo la importancia que para los cristianos y cristianas tiene la humanidad del hombre “Jesús de Nazaret”, aquel que tuvo sed, tuvo hambre, sintió angustia y murió por nosotros. Queda también, en una especie de trasfondo, la vida de Jesús narrada en los evangelios y todo su significado redentor y de modelo para el discipulado cristiano de todos los tiempos.

En tercer lugar, el Credo dice que ese Jesús es “el Cristo”. Siempre debemos recordar que la palabra griega “christos” es la traducción del hebreo “mesías” que significa “ungido”. Mientras “Jesús” es el nombre humano del Hijo de Dios, “Cristo” es el título que traduce del hebreo el concepto de “Mesías”.

“La peculiaridad del título de mesías frente a otros títulos que la comunidad primitiva aplicó a Jesús -como hijo del hombre, hijo de David, señor, etc.- consiste en que el concepto mesías podría asumir toda la pluralidad de significados que encerraba Jesús.” (Pannenberg, op. cit., p. 73).

El Antiguo Testamento contiene profecías aplicables al futuro Mesías como el Hijo de David (Salmo 2.2, 7; cf. Hebreos 2.7; Salmo 45.6, 7; Hebreos 1.9). Como Hijo de David, el Cristo tiene acceso al trono como Rey. Pero siendo Ungido es no sólo rey, sino también sacerdote y profeta. Es muy significativo que, mientras el Nuevo Testamento, al ser escrito en griego (koiné) traduce siempre el término hebreo mesías por “Cristo”, hay dos textos del Evangelio de San Juan -únicos de todo el Nuevo Testamento- que contienen la palabra hebrea mesías, solo que transliterada, o sea, escrita en caracteres griegos. Son los textos que dicen: “Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: -Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo)” (Juan 1.41) y “-Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo -respondió la mujer-. Cuando él venga nos explicará todas las cosas.” (Juan 4.25).

El énfasis o propósito del Evangelio de Juan es claro y preciso al final de su relato: “Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida eterna.” (Juan 20.30-31).

Se trata de creer en Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios. Aquí es importante no despistarnos interpretando de un modo “occidental” lo que en su origen es oriental y hebraico. Proclamar que Jesucristo es el Hijo de Dios no significa que él sea un hijo de Dios y no Dios mismo. Porque en tal caso estaríamos interpretando ese título de manera occidental, lo cual implicaría que Jesucristo al ser “Hijo de Dios”, naturalmente no es Dios. Sería como decir que Jesús es hijo de uno que es Dios pero no Dios mismo. Esa es la interpretación que tienen, por ejemplo, los Testigos de Jehová. El mismo Evangelio de Juan aclara lo que realmente significa ese título: “Pero Jesús les respondía: -Mi Padre aun hoy está trabajando, y yo también trabajo. Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo, pues no sólo quebrantaba el sábado sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios.” (Juan 17:18). Cuando el Concilio juzga a Jesús y lo condena, era porque al proclamarse “el Hijo de Dios” no se consideraba inferior a Dios sino de la misma naturaleza de Dios.

En síntesis: ¿qué significa creer en Jesucristo como el Hijo de Dios? Significa confiar y proclamar que la persona histórica de Jesús de Nazaret es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento. Como tal, es rey, sacerdote y profeta del Nuevo Pacto. No significa creer que Jesús se llama Jesús y no Pedro o Santiago o Tobías. Significa que confiamos en la persona de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, con lo cual tenemos una vida eterna que ya comienza en el aquí y ahora de nuestra existencia y se extenderá para siempre en el consumado Reino de Dios.

 

 

 

Dr. Alberto F. Roldán
Doctor en Teología (Instituto Universitario Isedet)
Master en Ciencias Sociales y Humanidades (Universidad Nacional de Quilmes)
Maestría en Educación (Universidad del Salvador en Buenos Aires)
Escritor y conferencista internacional
Pastor de la Iglesia Presbiteriana San Andrés

 

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Categoria: Edición 7 | El Credo, entrega 2, Teología

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