DESCENSO Y RESURRECCIÓN

| 2 diciembre, 2013

El descenso siempre implica un dolor, una pérdida. Es entrar en una dimensión inferior, oscura, de la cual deseamos emerger lo más rápido posible.
El acto involuntario y forzado que soportan quienes solo anhelan su bienestar, se transforma en la acción de amor más intensa cuando quien desciende lo hace en la plena convicción de la pasión que lo atrae hacia los cautivos.
Es por ello que Él descendió a los infiernos…

Descender implica una pérdida, un fracaso, el desastre. En fútbol, descender es perder la categoría, un estadio traumático, terrible, vergonzoso, especialmente para un equipo “grande”.

Lo mismo sucede para con el hombre, quien es corona de la creación, y pasa de lo superior a lo inferior. Descendido, destituido, llega a los lugares inferiores: los infiernos. Lejos de Dios, con ausencia total de su presencia.

“Descendió a los infiernos” forma parte de la obra salvadora, escondida en la mente divina: el Verbo encarnado, su vida terrenal, la muerte y el descenso a los lugares inferiores como cualquier hombre.

Pero, habiendo vencido todo pecado y triunfado sobre toda potestad, en los infiernos, predicó a los espíritus que estaban encarcelados. No solo les predicó, también los libró: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados…” 1º Pedro 3:18,19.

A quienes murieron en la esperanza de la llegada del Salvador o, conscientes que por su vida correcta, serían recompensados, fueron llevados triunfantes por encima de todos los cielos, para llenarlo todo: “Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.” Efesios 4.9-10.

“Descendió a los infiernos” para destruir al que tenía al imperio de la muerte: Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.” Hebreos 2.14-16.

“Descendió a los infiernos” para recuperar y tener las llaves de la muerte y del Hades: “y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” Apocalipsis 1.18.

“Descendió a los infiernos” para anular, cancelando la sentencia, tan vívidamente expresada en aquella frase, fruto de la imaginación poética y medieval de Dante Alighieri, en la cual narra la misma entrada del infierno: “es por mí que se va a la ciudad del llanto, es por mí que se va al dolor eterno y el lugar donde sufre la raza condenada. Yo fui creado por el poder divino, por la suprema sabiduría… no hubo nada que existiera antes que yo… ¡oh vosotros, los que entráis aquí, abandonad toda esperanza!”.

“Descendió a los infiernos” por nosotros, para librarnos de toda condenación. Por ello podemos exclamar y celebrar como Pablo: “¿dónde esta, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?”.

Y al tercer día resucitó de entre los muertos: declaración que es el eje central del credo. Sin ella, todo lo que está antes y después del mismo, carecería de valor. Todo sería vano e inútil. El credo no tendría razón de ser.

El mismo evangelio sería incompleto porque su esencia radica en esta extraordinaria verdad, Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras, siendo sepultado y resucitó al tercer día: y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.” 1ra de Corintios 15.4.

Pablo se basa, afirmando “conforme a las escrituras”, en los dichos de David del año 1080 aC, registrados en el Salmo 16:8-10: “A Jehová he puesto siempre delante de mí;
porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción.”

En el 780 aC, el profeta Oseas anticipó: Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.”

El evangelio y la salvación serían incompletos porque forman parte de “la justicia que es por la fe” y la palabra de fe que predicamos: “que confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y si creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” Romanos 10:9-10. Nuestra justificación, la imputación de la rectitud, perfección de Cristo a nuestro favor, alcanzada por la fe, delante de Dios, sería imposible, inaceptable: el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.” Romanos 4:25.

Su resurrección tiene un efecto reparador y equilibrador en las relaciones domésticas y en la vida interna de la iglesia. “Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.” Romanos 14.9.

Su resurrección fue lo que espantó y horrorizó a los filósofos en Atenas: por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: ya te oiremos acerca de esto otra vez.” Hechos 17:31-32

Produciendo burla y rechazo de epicúreos y estoicos, como hoy en día, sin embargo, “algunos creyeron” y eso fue y sigue siendo, más que suficiente.

Pablo a los corintios, ante la inconsistencia de este fundamento, hace varias declaraciones que son la columna vertebral del evangelio. El eje de la predicación es la proclamación: ¡Cristo resucitó de entre los muertos! Sin esta verdad, el evangelio sería un tratado, un código moral más: Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?” 1º Corintios 15:12.

Si Cristo no resucitó, la predicación y la fe carecen de valor: Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” 1º Corintios 15:14

Seríamos entonces, falsos testigos: Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.” 1º Corintios 15:15

Estaríamos sumergidos en nuestros pecados: y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.” 1º Corintios 15:17

Entonces, los que murieron bajo esa fe, lo hicieron con una falsa esperanza: Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.” 1º Corintios 15:18

Por ende seríamos dignos de lástima, de parte de todos. Otras creencias serían más consoladoras: Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.” 1º Corintios 15:19

Por ello en medio de las tinieblas del ateísmo, del materialismo, de la desesperanza, seguimos proclamando: la muerte ha sido devorada, ha sido destruida.

“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.” 1º Corintios 15:54.

¡¡¡Maravillosa salvación!!!

 

Mauricio Lestani
Pastor de la Iglesia en Tigre
Unión de las Asambleas de Dios

 

 

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Categoria: BIBLIA, Edición 7 | El Credo, entrega 5, Teología

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