LA PALABRA DE LA PROMESA

| 23 diciembre, 2013

El ser humano está en toda su impotencia y debilidad frente a la gracia y misericordia de Dios, amparado por su Santo Espíritu. Ante ello no queda más respuesta que la de María y la humilde actitud de José (Lucas 1.35; Mateo 1.20).

María, quien “guardaba todas estas cosas en su corazón”, representa la manera en que la humanidad debe recibir este acto inmerecido del amor y la misericordia de Dios.Ella debe cargar con una vergüenza ante la cual podría haberse rebelado, pero prefiere la obediencia al orgullo: –Yo soy esclava del Señor, que Dios haga conmigo conforme a su palabra (Lucas 1.38).

En la anunciación, tanto a María como a José, se les indica llamar al hijo Jesús (Lucas 1.31 y Mateo 1.21), que quiere decir el que salva, el que abre el camino. Se lo llama también, de acuerdo a la profecía, Emanuel, que quiere decir “Dios con nosotros” (Mateo 1.23). Esta salvación se anuncia primero a los pastores, el pueblo elegido presente en sus “pobres”. La misma comunidad de los pobres a la cual pertenecían Simeón y Ana (Lucas 2.21ss).

Se cumple así la Escritura de que “las buenas nuevas son dadas a los pobres”. Pero el nacimiento de Jesús no sólo cumple la profecía del pueblo elegido, sino también una profecía pagana: el libertador universal que vendrá anunciado por una estrella. Tras ella vendrán los magos paganos, anticipo de la presencia de la humanidad toda (Mateo 2:1s.).

La promesa, sellada con un pacto, anunciada a lo largo de toda su historia, es el fundamento de la confianza del pueblo de Dios. Ellos saben que su promesa es segura, porque la palabra de Dios nunca falla. Jesucristo es el heredero de Abraham (Mateo 1.1), a quien fue hecha la promesa de ser una gran nación para testimonio de todas las naciones (Génesis 12.1-3, 15.4-6). El alegre canto con que María alaba la acción salvadora y liberadora de Dios, “que exalta a los humildes y llena a los hambrientos”, se funda en la seguridad de que Dios “se acuerda de la misericordia que prometió a Abraham y a toda su descendencia para siempre, como lo comunicó a los padres” (Lucas 1.54-55). El canto con que Zacarías recuerda la acción de Dios, “que envía un Salvador”, se funda sobre la confianza en el “juramento que Dios hizo a Abraham, de hacer misericordia y no olvidarse de su santo pacto”, como lo comunicó desde el principio “por boca de los santos profetas” (Lucas 1.72-73,70).

La promesa dada a Abraham llega hasta el mismo filo de la muerte, cuando Yavé le pide el sacrificio de su propio hijo… continúa andando confiado; porque Él que le dio la vida, y ahora le pedía la vida de su hijo, era capaz de levantarlo aún de entre los muertos. Las palabras de Abraham fueron proféticas. Como Yavé le proveyó un cordero en lugar de su hijo Isaac, ahora provee a su propio hijo Jesús en lugar de todos los seres humanos. La palabra se hace ser humano para ser atada a la columna y clavada en una cruz, para que se cumpla así la promesa.

Es esta cruz la gran crisis de la historia, anticipo de la crisis final y arquetipo de todas las crisis parciales de los seres humanos. Ahora Jesucristo está “en el lugar de…”, no sólo queda “atado” a una columna, sino que es “clavado” en una cruz. Justamente para esto la palabra se hizo ser humano. Tantas veces los seres humanos obran confiadamente en Yavé, tantas veces sus acciones llevan el sello de la promesa. La palabra se hace ser humano para ser atada a la columna y clavada en una cruz, para que se cumpla así la promesa.

El canto de los ángeles anuncia el significado del nacimiento de Jesús: el principio del reinado de la paz. Paz de Dios con los seres humanos y de estos entre sí. No la paz que se explica solamente por la ausencia de la guerra, sino por la armonía de la humanidad viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios (Lucas 2.10-12).

Con el nacimiento de Jesús algo nuevo está sucediendo, en él está presente la nueva creación, el poder redentor y salvador. Su venida comienza con conflictos con los poderes de este mundo. Mientras los magos buscan a Cristo para adorarle, Herodes lo busca para matarle. Él es el magnífico, pero tendrá miedo de un inocente recién nacido -siempre pasa eso con los poderosos- y en su desesperación ordenará una represión sanguinaria -siempre pasa eso con los poderosos cuando les entra el miedo-, la matanza de los niños (Mateo 2.16ss). Pero el Hijo de Dios se le escapará de las manos, llevado por María y José al duro camino del exilio: la huida a Egipto (Mateo 2.13ss). El Hijo de Dios se burla de Herodes y se convierte en nuestra esperanza.

Se pidió a un grupo de niños que dramaticen espontáneamente el momento en que José con María piden un lugar en la hostería. Un niño hacía de José y una niña de dueña de hostería.

-¿Hay lugar para nosotros?- preguntó el que hacía de José.
-No, no hay lugar- fue la respuesta.
-¿Por qué?- volvió a preguntar el primero.
Aquí la niña se quedó sin papel y entonces espontáneamente respondió:
-Porque en este barrio no queremos a los judíos.

La niña había dado justo en el clavo. Ella intuyó que Jesús estaba en lugar de aquellos que no tienen lugar. Para ella, en su barrio, los judíos eran los que no tenían lugar.

Ciertamente, Jesús está en lugar de los judíos perseguidos. Pero Jesús está también en lugar de los palestinos sin patria. Jesús está con los exiliados y sin patria, con los que no tienen espacio ni tiempo para amarse, está con los que nada tienen, está en el lugar donde están lo que no tienen siquiera un pedazo de tierra debajo de la cual alguien pueda decir que allí están los restos del que ama.

El sacrificio de Jesucristo está en lugar de todos los sacrificados, para que nadie que viva por el sacrificio viva en vano, ni nadie que muera por el sacrificio se muera inútilmente. En el mismo nacimiento de Jesús está ya la sombra de su sacrificio. Por ello, el cántico de María, que comienza con la promesa, concluye con la esperanza.

 

Emilio Monti
Pastor metodista.
Licenciado en Teología.
Profesor de Filosofía y Pedagogía.
Doctorando en Ciencias Humanas y Arte.
Profesor Emérito del Instituto Universitario ISEDET
Ex Decano y Profesor de Teología Práctica del Instituto Universitario ISEDET
Ex Profesor de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora Capellán y Vicerrector de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Rosario (UCEL).
Trabajó activamente en ayuda a Refugiados (CAREF) y en defensa de los Derechos Humanos (MEDH) y en la acción ecuménica (FAIE)
Integró a nombre de las iglesias evangélicas el Consejo Nacional de Políticas Sociales del Gobierno de la Nación.

 

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Categoria: BIBLIA, Edición 7 | El Credo, entrega 8, Teología

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