CREO EN LA VIDA ETERNA

| 30 diciembre, 2013

La frase final del credo de los apóstoles[i] es la vida eterna (ζωὴν αἰώνιον – vitam aeternam),[ii] un final que, además de una conclusión de un catálogo, es también un compendio del conjunto o consecuencia de las afirmaciones anteriores.[iii] Una mirada de conjunto al credo muestra que comienza con los orígenes del mundo y del ser humano (Creo en Dios Padre todopoderoso creador de cielo y tierra) y termina dirigiéndose al futuro-presente (la vida eterna).

Brevemente quisiera hacer algunas observaciones sobre este artículo del credo: En primer lugar que significa esta frase vida eterna (que algunos traducen vida perdurable); en segundo lugar cuáles son las implicaciones de la misma y el desafío para el cristianismo contemporáneo.

La vida eterna (ζωὴν αἰώνιον). El primer paso es descubrir lo que implica esta afirmación a la luz de las Sagradas Escrituras. Esta frase que se usa especialmente en el evangelio de Juan merece un breve análisis.[iv] Una lectura de los evangelios muestra que la palabra vida (zdoé = ζωή [2222])[v] es utilizada con mucha frecuencia en el evangelio de Juan y en los escritos juaninos.[vi]

A esto debemos agregar que el evangelista es muy cuidadoso en el uso de la terminología, cuando se refiere a vida, en el sentido de duración usa una palabra griega diferente (psyjé = ψυχή [5590], p.e. las dos primeras referencias a vida en 12.25), mientras que preserva la palabra zdoé para referirse a la vida divina, usada en general con el adjetivo eterna (la tercer referencia a vida en Juan 12.25).

Este adjetivo (aionios = αἰώνιος [166]) puede tener un sentido cuantitativo (eterna= sin fin) o cualitativo, en referencia a una calidad de vida. Los seres humanos poseen solamente la vida temporal, que finaliza inexo­rablemente en la muerte, mientras que como escribió Luis H. Rivas:

En el evangelio de Juan se mantiene la afirmación de que la vida eterna es una prerrogativa divina: El Padre es el que vive (6.57) y dispone de la vida (5-21; 26). Jesucristo vive por la vida del Padre (5.26; 6.57), y posee la vida desde la eternidad (1.4).[vii]

El evangelista usa esta frase en el trasfondo del Antiguo Testamento, donde vida no tiene el significado de vida después de la muerte, sino un bienestar completo que comienza en esta vida terrenal,[viii] que depende especialmente del cumplimiento del propósito que Dios tiene para la misma, e incluye una larga existencia (Sal. 91.16), bendiciones familiares (Ecl. 9.9), prosperidad (Deut. 28.1 ss), seguridad (Deut. 8.1); y especialmente la obediencia y comunión con Dios (Lev. 18.5, Sal. 16.11, 36.9, Deut. 8.1, etc.).

Si bien en los evangelios la frase tiene un sentido escatológico, al mismo tiempo, es una realidad presente. Incluye la resurrección del cuerpo, como dice el mismo credo antes de la referencia a la vida eterna (Juan 6.40, 54),[ix] pero comienza en el mismo momento en que el ser humano entra en la relación de fe con Jesús. El que cree tiene vida eterna (Juan. 3.15, 36, etc.); no es una promesa para el futuro, sino una realidad que se hace presente en el creyente a partir del momento que entrega su vida a Jesús.

La vida eterna es un concepto cuantitativo (sin fin), pero especialmente cualitativo, con implicaciones éticas. No se trata de parecer ser cristiano/a sino de ser, una calidad de vida que se alcanza en la comunión con Dios por medio de la fe en su Hijo. No es una propiedad natural del ser humano, sino que es sobrenaturalmente producida por la fe o unión con Cristo.

¿Cuáles son las implicaciones de este artículo para el cristiano contemporáneo?

Vivimos en una sociedad en la que el HOY es lo importante. Según algunos autores, el hombre y la mujer contemporáneos perdieron el sentido de la historia.[x] Ya nadie invierte en los principios de trascendencia que rigieron los tiempos modernos: hoy prima el individuo y se desvanece lo social y grupal, el ocio reemplaza al esfuerzo y el goce y el placer en el aquí y ahora prorrogan el lejano futuro.

Frente a esto la enseñanza de la Biblia  nos lleva a ver la tensión entre el elemento futuro y presente en la enseñanza de Jesús. El reino de los cielos está presente en El, pero habrá de encontrar su expresión plena en la segunda venida.

Jesús, se ocupó del tiempo del fin (Marcos 13), pero no siguiendo los patrones de las expectativas escatológicas comunes a su medio ambiente. Él dio a esta escatología un enfoque totalmente nuevo. Pues es una escatología que tiene que ver con la realidad presente, y que interpela al creyente a vivirla con los ojos puestos en los cielos de donde “esperamos al Salvador”.

En esta época que carece de una perspectiva clara sobre el futuro y, menos aún, de un ideal, como en los tiempos “modernos,” la memoria de la obra salvadora de Dios en Jesucristo levanta la esperanza y abre los ojos hacia la venturosa venida del Señor, al fin de los tiempos.

Si la vida eter­na puede saborearse aquí en la tierra y en el más allá, con la diferencia: que aquí en la tierra i vivimos “por la fe”, mientras que en el más allá gozare­mos “por vista,” no impide, a pesar de todo lo que ocurre a nuestro alrededor y en nosotros mismos aquí en la tierra, que estemos presentes delante de Dios, en esta sucesión de segundos eternos en que se vive la fe.

¿Se limita la esperanza del cristiano a esta vida eterna puramente espiritual, que ni siquiera la muerte podrá inte­rrumpir e impedir?

No debemos de considerar con ligereza el hecho de que tanto Jesús como el Credo (o símbolo) de los Após­toles mencionen la resurrección además de la vida eterna. Por algún motivo, un resumen tan sucinto como el Credo, añade una declaración más: creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Esta afirmación está basada en las palabras del mismo Jesús, que de manera intencional dos veces en el mismo capítulo afirma las dos cosas (Juan 6.40 y 54).

Estas palabras trastornan nuestros conceptos o abstracciones habituales, reanimados en gran parte de nuestra sociedad inmersa en un espiritualismo pagano. La Palabra de Dios ignora totalmente la oposición entre espíritu y materia, oposición sa­cada del pensamiento griego, es decir, pagano, que nos conduce al menosprecio de la materia y a la idolatría de nuestro propio espíritu.

Este espiritualismo nos agrada porque nos deifica en cierto modo, glorificando al espíritu en general y liberándonos del compromiso de vivir la vida eterna aquí y ahora, comprometiéndonos con el hermano /a con la comunidad de fe y la sociedad en la que estamos viviendo.

Cada vez que recordamos el Credo hacemos una profesión semejante a la que hicimos el día del bautismo; es decir, reiteramos y renovamos un compromiso de vida. El Credo no debe ser comprendido como una formulación intelectual, sino que nos desafía a creer en alguien real, vital, personal, con quien nos comprometemos.

Es creer en Alguien, es muy distinto creer que tal persona ha hecho tal o cual cosa. No se nos pide creer sólo en verdades teológicas ni aceptar un sistema doctrinal; se nos pide un compromiso permanente de vida.

Debemos rescatar las palabras de Donald Miller, al firmar que si  el cristianismo va a sobrevivir, debe reinventarse continuamente a sí mismo,[xi] adaptar su mensaje a los tiempos que le tocan vivir. Esto no significa comprometer la integridad de su mensaje fundamental, pues la Palabra de Dios siempre se expresó en el lenguaje del pueblo. La pregunta que debemos hacernos es si el lenguaje y la simbología evangélica que estamos usando comunican su mensaje en esta sociedad. Esta reflexión nos debe llevar a la acción de transmitir el mensaje y desafío de la palabra a nuestros contemporáneos.



[i] Se ignora a ciencia cierta el origen de esta declaración de fe o creencias, Tertuliano (160-220) e Ireneo (130-202) llamaban al credo regla de la verdad, y que era usada en la iglesia ampliamente desde el tiempo de los apóstoles; ver Reinhold Seeberg, Manual de historia de las doctrinas (El Paso: C.B.P.1963) vol I: 93.
[ii] Así en las versiones de credo en griego: Reinhold Seeberg, Manual de historia de las doctrinas, vol I: 94; y en latín y español en J. N. D. Kelly, Primitivos credos cristianos (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1980), 436, que lo llama el textus receptus.
[iii] Hans Urs von Balthasar, Yo creo (Madrid: Marova, 1981), 151.
[iv] La frase vida eterna se usa diecisiete veces en el evangelio de Juan, James Leo Garrett, Teología sistemática (El Paso: CBP, 2000), vol II: 703 menciona (citando a distintos autores) que ocupa en Juan el lugar que tiene en los sinóptico la frase el Reino de Dios / Cielos.
[v] Los número entre corchetes [] corresponden a J. Strong, J. Nueva concordancia Strong exhaustiva: Diccionario  (Nashville: Caribe, 2002). El que no conoce las lenguas bíblicas puede buscar los números en el diccionario que se encuentra al final de la misma.
[vi] Mientras que en los tres evangelios Sinópticos y Hechos la palabra vida (zdoé) es usada 24 veces, en el evangelio y las cartas de Juan se usa 49 veces.
[vii] Luis Heriberto Rivas, El Evangelio de Juan (Buenos Aires: San Benito, 2006), 110
[viii] George Eldon Ladd, Teología del Nuevo Testamento (Terrassa: Clie, 2002), 366. James Leo Garrett, Teología sistemática (El Paso: CBP, 2000), vol II: 704, afirma que el uso que hace Pablo de la frase vida eterna es análoga al evangelio de Juan
[ix] Por ejemplo cuando el “joven rico” preguntó cómo heredar la vida eterna se estaba refiriendo sin duda a la vida después de la muerte, en la resurrección y Jesús le respondió en los mismos términos (Mar. 10.17-30), de la misma manera cuando presenta la venida del Hijo del Hombre se habla del castigo y la vida eterna (Mat. 25.46).
[x] José M Mardones, Síntomas de un retorno (Santander: Sal Terrae, 1999); Luis González Carvajal, Ideas y creencias del hombre actual (Santander: Sal Terrae, 1991); Antonio Cruz, PostModernidad (Terrassa: Clie, 1997), entre otros.
[xi] Donald E. Miller, Reinventing American Protestantism: Christianity in the New Millennium (Berkeley: University of California Press, 1997), 18.

 

Carlos Villanueva
Rector del S.I.T.B. (Seminario Internacional Teológico Bautista)
Licenciado en Teología.
Doctor en Teología
Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que fiel a sus principios no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
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Categoria: BIBLIA, Edición 7 | El Credo, entrega 9, Teología

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