TANO… ¿Y EL ASADO?

| 6 enero, 2014

Se estaba terminando el año 2007 cuando recibí una llamada del Tano, “Eh Polinano (así pronunció siempre mi apellido, sin la g que hace que la n se convierta en ñ), ayer pasé por el terreno donde van a construir el templo nuevo, te iba a llamar para poder entrar y ver un poco”.

Tras una charla amistosa quedamos que cuando volviera a andar por la zona me llamaría para ver el lugar, pero más importante aún, convinimos que antes que termine el año o, a más tardar, cuando comenzara el 2008, nos juntaríamos a comer un asado en su casa.

“Yo compro la carne y hago el asado, vos traé algo que ayude a bajarlo”, se refería a la libación que, salvo que sea de baja calidad, viene envasada en botellas de 750 c.c. y que, necesariamente, debe tener un corcho que la cierre. “Y ojo, no te vas a venir con algo berreta, jugate por una vez”.

El Tano ha sido un gran amigo con quien hemos compartido el compañerismo de servir al Señor. Pastor en la localidad de Don Torcuato, decenas de veces me invitó a predicar mientras yo servía a Dios en evangelismo. Campañas en el Templo, en terrenos baldíos o esquinas al aire libre, en carpas, donde se podía.

Eso nos llevó a una gran amistad, la misma contempló cenas, intercambio de ideas para planificar cosas, pedidos de opiniones, charlas teológicas, chistes y mucha risa. En una de esas charlas, con mucha seriedad por algo grave que había pasado allá por los ´80 y había golpeado fuertemente al pueblo evangélico, hizo una larga reflexión, concienzuda y minuciosa, pero la cerró con una ocurrencia que a casi 30 años, cuando la recuerdo, aún me hace llorar de la risa.

Pasaron noviembre y diciembre, época en que, como siempre, las cosas urgentes postergaron a las importantes. Luego las fiestas de fin del 2007, entonces le dije a mi esposa: “mami, tengo que comunicarme con el Tano para ir a comer el asado que quedamos en coordinar, en cuanto pasen las fiestas lo llamamos y vamos”.

La mañana del 3 de enero del 2008 atendí el teléfono que sonaba, era el pastor Esteban Silva, muchacho joven e hijo de otro pastor y gran amigo, Miguel Silva. “¿Cómo andás Esteban?”, “bien – contestó – bah…, en realidad no tan bien, hace unas horas partió con el Señor el pastor Roberto Fazzini, te llamo para avisar”.

Me quedé atónito, con una tristeza profunda, sentado sin poder consultar más que el horario y el lugar del velatorio. El Tano había fallecido. Nadie podría creer que con sólo 58 años y una salud acorde a la edad, se había ido tan temprano a las mansiones celestiales.

Durante estos años me pregunté tantas veces ¿qué fue lo tan importante que tuve que hacer en noviembre y diciembre de 2007 como para postergar un asado con el Tano?

Los pastores nos abarrotamos de tareas, casi todos nosotros decidimos nuestra agenda sin que un superior humano nos indique qué debemos hacer. Y nos llenamos de compromisos repetitivos, planes, reuniones y demás quehaceres. Siempre mucho, siempre ocupados, siempre con mil cosas para hacer. Y después nos quejamos que “estamos solos”, “que no tenemos con quien compartir nuestras cargas”, “que nadie nos entiende”, y argumentaciones por el estilo. Pero en pocas ocasiones nos agendamos un asado con un pastor amigo.

En nuestra juventud hemos forjado amistades que, con el tiempo, se transforman en amigos de plataforma o convenciones, allí nos encontramos, nos damos un abrazo y, al charlar, siempre decimos que todo va bien. En ese encuentro no se puede hablar de luchas, problemas o desasosiegos varios, clásicos de la experiencia pastoral. Escuchamos al famoso de turno, internamente nos desgastamos pensando el porqué no logramos el éxito que otros consiguen y, como el profeta Elías, terminamos creyendo que somos los únicos sufrientes.

¿Y el asado con el amigo?

En cada reunión despojada de protocolos que tengo con mis amigos, es cuando más soy ministrado. Un buen asado, algún chiste, algún chisme que sabemos que está mal pero siempre se nos escapa y, finalmente, nos ponemos a hablar de lo que logramos y lo que no. Y nos empezamos a dar cuenta que todos están en la misma lucha, con contratiempos parecidos y reveses similares. Al despedirnos nos sentimos ministrados, fortalecidos y desafiados; al amigo le pasa lo mismo.

Propongo que este año 2014, participemos de menos convenciones, vayamos a menos congresos, descarguemos un poco esa agenda de actividades que se llena de puros autocompromisos a los que nadie nos obliga y programemos que, algunas cuantas veces, nos vamos a ir a comer un asado con uno o varios pastor/es amigo/s, aunque estén a un par de horas de distancia.

En una lectura rápida, esto puede sonar a poco espiritual, porque nuestro sistema nos impuso una liturgia que cumplir. Pero ese argumento se desvanece de inmediato cuando recordamos la  cantidad de veces que se nos dice en los evangelios que Jesús se sentó a comer con algunas personas. No deben pasar desapercibidos dos momentos especiales ocurridos en la última semana del su ministerio terrenal, cuando su obra trascendental estaba llegando al climax. La primera nos relata que fue a Betania a casa de su amigo Lázaro a comer y, la segunda, que más allá de la solemnidad de la Pascua, expresó a sus discípulos: “cuánto he deseado comer con vosotros…”; ni hablar del después, cuando ya resucitado, en una de sus apariciones, les preparó pescado asado. A la luz de esto ¿es menos espiritual armar una cena con un pastor amigo que preparar una solemne convocatoria que incluye únicamente el ritual  evangélico?

Me queda un consuelo de fe con relación al asado trunco con el Tano Fazzini, un día, seguramente no muy lejano, nos vamos a sentar en la mesa para la Cena de las Bodas del Cordero. No será una convención ni un congreso, será una cena.

Si es que se puede, trataré de pedir una silla junto a la de él, entonces cumpliremos, en el principio de lo eterno, con el programa que nos quedó cercenado aquí cuando todavía estábamos sujetos al tiempo, las limitaciones humanas y la falta de criterio para discernir lo importante.

 

Rodolfo Polignano
Pastor en el barrio de Colegiales de la Ciudad de Buenos Aires
Unión de las Asambleas de Dios
Profesor del Instituto Bíblico Río de la Plata durante 30 años
Escritor y maestro se especializa en Homilética
Bajo su ministerio pastoral se levantaron 12 nuevas congregaciones
Sirvió muchos años como presidente de Evangelismo de la Unión de las Asambleas de Dios

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que fiel a sus principios no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
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Categoria: Edición 8 | Iglecrecimiento, entrega 1, PASTORAL, Vida Pastoral

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