IGLECRECIMIENTO O CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN

| 13 enero, 2014

Comenzamos un nuevo año, como siempre con el deseo ferviente de que el Reino de Dios se establezca en todas las áreas de la realidad argentina y se extienda, alcanzando a todos nuestros compatriotas. Ese es el anhelo de todos nosotros los pastores y líderes de la obra del Señor. ¿De verdad lo es?

Permitime al menos dudarlo. Creo que en las últimas décadas hemos estado más interesados en el Iglecrecimiento, entendido como el crecimiento de mi congregación, que en el Reino de Dios. El mismo nombre Iglecrecimiento ya nos señala, no sólo un origen, sino una filosofía, una cosmovisión y una búsqueda central.

Vayamos al origen. Donald McGavran, en la década del ´50  fue el creador de la Escuela Church Growth o Iglecrecimiento. Su propuesta puede resumirse en lo que él mismo declaró en uno de sus libros: “descartar teorías de iglecrecimiento que no funcionaban y aprender y practicar los modelos productivos”. Estoy seguro que la intencionalidad de este misionero era la mejor. Poder alcanzar a la mayor cantidad de personas posibles para Cristo. Y uno puede reconocer y agradecerle sus aportes. Pero su filosofía y cosmovisión anglosajona, se basaba en creer que eso sería el resultado de teorías y de modelos “productivos”.

A partir de allí, la idea de Iglecrecimiento se expandió por el mundo. Otra vez, la búsqueda central, el eje no era el Reino de Dios, sino la expansión de mi propia congregación. Y estas cosas parecen lo mismo, pero no lo son.

A pesar de este sobre énfasis en iglecrecimiento, a pesar de los métodos, sistemas, visiones, franquicias, desde 1995 que la Iglesia Evangélica no crece en Argentina. Es decir, el iglecrecimiento fracasó. Y el sistema de iglesia que hoy conocemos, estoy convencido está llegando a su fin.

Jorge Himitián, de manera magistral, nos ha enseñado a través de su comentario a la Carta a los Efesios, que el proyecto eterno de Dios es formar una gran familia de hijos e hijas suyos que sean como su Hijo Jesús. Esa gran familia es la humanidad toda. Y la manera de hacerlo fue formando la iglesia. Es decir, mostrándole al mundo un ejemplo, las primicias de la nueva humanidad. La iglesia es sólo el medio para el fin.

El método de Dios para hacer de la humanidad su familia, no fue mandar un evangelista, ni dar un método de crecimiento de la iglesia. Ese es el evangelio norteamericano. Nosotros estamos eternamente en deuda con los norteamericanos porque sembraron por el mundo la semilla del evangelio. Pero también debemos reconocer que junto con la semilla nos trajeron la maceta. Su cultura individualista, competitiva, capitalista. Y nosotros la compramos, porque nos gusta todo eso, porque ser el primero, el mayor, el que tiene más poder, está en nuestra naturaleza humana pecaminosa y especialmente en nuestra herida autoestima latinoamericana.

Pero esa no es la metodología de Dios. Las historias de los grandes avivamientos de la historia anglosajona, fueron algunos de los instrumentos para que recibiéramos esa maceta. Pero resulta que cuando miramos esas historias un poco más profundamente, nos damos cuenta que esos grandes avivamientos, no fueron tan grandes. Que por ejemplo el de Evans en Gales, afectó a 80.000 personas, es decir, menos que cualquier campaña de Carlos Annacondia, quien reunía, durante 60 días, 50.000 personas por noche.

Esa cultura individualista nos vino barnizada de avivamiento. Pero la mayoría de ellos no transformaron de manera permanente la realidad. Nosotros ya tuvimos y tenemos ese modelo. Pero no transformamos la Argentina.

Porque Dios no ha cambiado su método. Él sigue diciendo que la manera de transformar a la humanidad es por medio de una comunidad diferente, una familia que experimenta la koinonía.

Por eso la iglesia primitiva transformó la realidad de su tiempo, porque la gente los veía y decían: miren cómo se aman.

Estos sí que tienen algo que decir a nuestra nación enfrentada y dividida. Mirá estos sí que pueden traer una alternativa a los problemas económicos y sociales de nuestro país, porque no hay necesitados entre ellos. Mirá estos cristianos pueden enseñarnos a reconstruir el tejido social de nuestra nación porque tienen todas las cosas en koinon. Porque viven una koinonía, son una familia.

La revelación no es que Dios me da algo nuevo. La revelación es que Dios hace que se me caigan los velos que hay en mí, para ver la verdad que ya esta revelada en su Palabra. Su Palabra nunca estuvo velada, somos nosotros que tenemos velos. Por eso cuando nos sacamos los velos del evangelio cultural que hemos recibido y vamos al texto sin velos, recibimos revelación.

¿Cuál es esa revelación? San Pablo la llama: El misterio escondido por siglos pero ahora revelado. ¿Cuál es?  Que somos un cuerpo. La familia de hijos e hijas de Dios parecidos al Hijo. Esa es la metodología de Dios para transformar el mundo, y en particular Argentina. Por eso Jesús dice que sean uno para que el mundo crea. No porque la unidad sea poder sinérgico, que lo es, sino porque es una realidad muchísimo más profunda y es que es la única manera de implantar otro modelo y transformar la realidad.

A fines del 2001 y, de allí en adelante en un país llamas, han sido muchos los que hemos orado y pensado en la transformación de la realidad de nuestra amada Argentina.

Y después de algunos años de soñar con proyectos de transformación integral, llegó un día en que nos cayó la ficha, que no eran planes, ni métodos los que traerían esa transformación, sino que la Argentina cambiaría por medio de la Iglesia. Y nos pusimos  a repensar la iglesia, pero nos dimos cuenta que la iglesia argentina como hoy está, no puede transformar la Argentina.

Porque lo que la gente veía en la iglesia primitiva no lo ve ni por asomo entre nosotros. Hicimos de la familia de Dios, un lugar de reuniones, más grandes o más chicas. En templos o en células. Y cambiamos la koinonía por individuos ungidos y por métodos eficientes. Por eso es que no podemos cambiar la Argentina.

Y el gran angular de la transformación de la Argentina de pronto se redujo al zoom de la vida del pastor. Porque cuando vimos el estado de los pastores, dijimos es imposible que con este liderazgo cambiemos la iglesia, para que la iglesia pueda cambiar la nación.

Peleados entre sí, imposibilitados de trabajar juntos, compitiendo, luchando entre ellos por quién figura más, quién manda, usando los medios para criticar unos a otros, luchando por quien aparece en la plataforma o sale en la foto. Es decir los mismos males que en Argentina.

Recientemente estuve en India en una iglesia que ministré. El pastor, un buen hombre, un hombre espiritual, pertenece a la casta social baja. Pero ahora que es pastor, cree que él pertenece, dentro de la iglesia, a la casta alta, que lo que en la sociedad hindú son los brahmanes, él lo es en la iglesia. Entonces su gente empobrecida y él haciendo ostentación de lo logrado. Mandoneando a la gente desde arriba. “¿Por qué?”, me pregunté, si es un buen hombre. Porque su aspiración interna no es encarnar el modelo de Dios, sino alcanzar lo que es éxito en su cultura.

Y mientras no seamos capaces de encarnar el modelo de Dios, no podremos transformar nada. Hasta que la gente no pueda ver nuestra koinonía, nada va a suceder.

Y aquí es donde otra vez tenemos que sacarnos los velos, para que podamos tener revelación.

Porque cuando hablamos de koinonía tenemos velos puestos. Y creemos que es que los pastores se junten en el Consejo de Pastores o en alguna reunión de ese tipo y coman un asado y organicen un evento cada tanto. Y la koinonia en la iglesia creemos que es una reunión social.

Pero el impacto de la koinonía de la iglesia era que tenían todas las cosas en común. Y no sólo las materiales, todas. Por eso transformaron el mundo.

No existe palabra en castellano que pueda describir el concepto bíblico de koinonía. No es compañerismo, no es comunión, es mucho más que todo eso. Giovanni Traetino nos dice que la base de la koinonía es el berit, el diatheke, el pacto, la alianza. Por eso tenían todas las cosas en común, por eso eran capaces de vender todo lo que tenían y compartirlo, por eso había una sola iglesia en cada ciudad. Porque había un pacto, una alianza con Dios y entre ellos como familia de Dios. Y trastornaron el mundo. Una comunidad de pacto, de alianza. Eso es muy fuerte.

Por eso cuando eran perseguidos, seguían predicando, porque no sufrían individualmente, no enfrentaban las luchas individualmente, no trataban de vivir la vida cristiana individualmente, sino que lo hacían unos con otros. La expresión unos a otros (állos pros állos) aparece como 40 veces en el Nuevo Testamento, por eso no había necesitados entre ellos. No había gente que se sintiera sola, porque se amaban unos a otros (Romanos 12.8), se abrazaban unos a otros (Hechos 21.6), tenían sentido de pertenencia (Romanos 12.5).

No había gente que experimentara rechazo, ni problemas de autoestima, porque se aceptaban unos a otros (Romanos 15.7) y se honraban unos a otros prefiriéndose los unos a los otros (Romanos 12.10). Vencían la tentación porque no lo hacían individualmente. Ellos vivían con transparencia comunitaria. No escondían la tentación y el pecado, sino que sabiendo que todos somos tentados, compartían con otro la lucha por la que estaban pasando, para animarse unos a otros y corregirse unos a otros (Romanos 15.14).

Y cuando pecaban, no escondían el pecado, dando lugar para que el diablo los viviera acusando y culpando, sino que confesaban los pecados unos a otros (Santiago 5.16). Y lo hacían con transparencia, porque encontraban que el otro estaba sujeto a él, es decir, no lo podía condenar, porque si lo condenaba, al estar sujeto a él se condenaba a sí mismo, porque eran un cuerpo, pero tampoco lo dejaba sin corrección porque estaban sujetos unos a otros en el temor a Dios (Efesios 5.21).

Y caminaban en la vida con transparencia, no dejándole al diablo oportunidad por cosas ocultas, porque ellos andaban en luz, porque tenían comunión unos con otros (1 Juan 1.7) y la sangre de Cristo los limpiaba.

Y cuando tenían problemas, no los enfrentaban en la soledad que tanto nos daña, sino que sobrellevaban los unos las cargas de los otros (Gálatas 6.2). Claro que no todo era perfecto, pero crecían en la paciencia soportándose los unos a los otros (Efesios 4.2) permitiendo que el Espíritu produzca su fruto en ellos.

Y entonces eran personas capaces de perdonarse los unos a los otros y por ende experimentaban el perdón de Dios (Efesios 4.32) y mostraban su amabilidad, su humildad y su mansedumbre.

Y todos crecían en todos los aspectos de la vida. Y uno le aconsejaba al otro como crecer en el trabajo y en la economía, y el otro le enseñaba al otro cómo ser mejor papá, porque se enseñaban y aconsejaban unos a otros (Colosenses 3.16).

Y cuando alguno caía, o se equivocaba, o no le iba bien en algo, en lugar de aislarse como lo hace el individualismo de nuestra sociedad, se alentaban unos a otros (1 Tesalonicenses 4.18). Y si alguno pasaba por una pérdida o una prueba, era inmediatamente fortalecido porque se consolaban y fortalecían unos a otros (1º Tesalonicenses 5.11).

Y todos tenían fruto en su servicio porque se estimulaban y motivaban unos a otros al amor y a las buenas obras (Hebreos 10.24).

Y ellos experimentaban milagros y más milagros, porque dice que oraban unos por otros para ser sanados (Santiago 5.16).

Oh, ¿te das cuenta cuánto hemos perdido por un evangelio individualista? Y te das cuenta cuánto más sencilla, hermosa, alegre, sobrenatural, libre, transparente, sana y fuerte sería tu vida si vivieras la realidad del misterio escondido por siglos pero ahora revelado y dispuesto para vos? Que es, que la manera de vivir la vida con Cristo es en un cuerpo, la iglesia, para que la iglesia transforme la realidad de una nación.

Y ¿te das cuenta por qué no podemos cambiar la Argentina? Sí, porque ante un mundo individualista, egoísta, violento, dividido, enfrentado, solitario, angustiado, injusto, no le estamos mostrando la nueva creación de Dios, el modelo alternativo. Por eso es que estoy convencido que la iglesia como hoy la conocemos tiene su certificado de defunción firmado, sus días contados. Pero gloria a Dios que Él está restaurando su diseño, su modelo, y resucitando una iglesia cuerpo, familia, unida, alternativa para el mundo. Por eso es que las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia.

Y seguimos creyendo que si encontramos el método, que si viene fulano o mengano, que si…entonces vendrá el avivamiento.

Pero no. Dios dice que su método es la iglesia, como un cuerpo, como una familia, como una relación unos con otros. La iglesia es resultado del ser de Dios.

La mejor descripción la encontramos en la Trinidad. Gregorio de Nisa dijo que la Trinidad es la iglesia antes de la iglesia (y también que la cristiandad es la imitación de la Trinidad). Porque Dios creó la iglesia y todo lo que Dios produce emana de su identidad, todo lo crea a su imagen y semejanza. Y crea la iglesia a su imagen y semejanza. Que sean uno como tú y yo somos uno. Perfectos en unidad. Dios quiere que eso sea una realidad en su iglesia en Argentina. Y tenemos que trabajar para que sea realidad en cada ciudad de nuestra nación.

Como dijo Norberto Saracco, la iglesia “debe cambiar su actitud autoreferencial y recordar que de tal manera amó Dios al mundo, no a la iglesia”. Abandonar el exitismo de mi ministerio, y buscar primeramente el reino de Dios y su justicia.

“Venga tu Reino, Señor, a Argentina”.

 

Carlos Mraida
Pastor de la Iglesia del Centro desde hace 28 años.
Es uno de los coordinadores del Consejo de Pastores de CABA
Miembro de la Mesa de CRECES
Ha escrito 14 libros.
Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que fiel a sus principios no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
La dirección de Cordialmente procura que la expresión bíblica “examinadlo todo, y retened lo bueno” sea el objetivo, por lo cual se invita a los distintos escritores a presentar sus fundamentos dejando el juzgamiento del artículo en cada uno de los lectores.

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Categoria: Edición 8 | Iglecrecimiento, entrega 2, PASTORAL, Teología Pastoral

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