TODO LO HE LLENADO DEL EVANGELIO

| 17 febrero, 2014

Cada milagro que ocurre, aunque ya se pueden contar por varios miles, me sigue asombrando; cada alma que se convierte me sigue llenando el corazón; cada nuevo pastor que puedo dejar ubicado, me demuestra que la obra me trasciende y por ende es valiosa; cada necesitado que se acerca, me vuelve a conmover.

Era 1956 y junto a mi esposa, embarazada de 8 meses, salimos de Buenos Aires para radicarnos en un pequeño pueblo del oeste bonaerense llamado Tres Algarrobos. Desde allí había venido a la Iglesia en donde me congregaba, en Ciudadela, un hombre muy enfermo, a quien Dios sanó de manera maravillosa. Un familiar suyo lo había traído al culto, cuando él volvió curado la gente del pueblo vio el milagro y nos llamaron. Y ahí estaba, enviado por mi Iglesia, para predicar el evangelio en el oeste de la provincia de Buenos Aires.

Los cultos se celebraban en un galpón en el medio del campo, de una manera grandiosa se sucedían los milagros de sanidad de forma que todos nos asombrábamos. Estaba muy cerca en mí el recuerdo de la campaña de Tommy Hicks, donde había tenido el privilegio de ser colaborador (antes le decíamos ujier) de la plataforma, lo que me permitió ver de cerca la ministración asombrosa del poder de Dios.

La fama de lo que sucedía allí empezó a correrse por los pueblos y a los pocos meses habíamos abierto nuevas Iglesias en General Villegas, donde estoy actualmente, Villa Sauce y Carlos Tejedor. Luego de eso las puertas se fueron abriendo y entramos en Roberts, Pasteur, Coronel Charlone, General Alvear, Sansinena, Bunge, Piedritas y de a poco toda la zona se fue llenando de Iglesias.

Algunos de esos lugares tuvieron una impronta particular que demostró el fragor de la lucha que se realiza en los aires cuando el evangelio, con su luz, es llevado a las tinieblas donde Satanás domina. Esas luchas fueron grandes y, en ocasiones, debimos de participar de ellas en forma activa, sabiendo que indudablemente los ángeles del Señor realizaban una tarea espiritual en las regiones celestes.

En General Villegas empezamos los cultos debajo de un árbol, ese era nuestro templo. Allí Dios sanó a muchos, entre ellos a un hombre que estaba imposibilitado de caminar. Ese mismo hombre, a la mañana siguiente, se fue al hospital de la ciudad y, mientras el médico atendía en su consultorio y decenas de pacientes esperaban su turno, empezó a saltar y correr, mientras gritaba: “a ver dónde está el médico que me decía que nunca más iba a caminar, que de la cara ahora”. El médico dio la cara, y junto al comisario y al cura comenzaron una persecución encarnizada.

De esa me libró el Señor haciendo trasladar a un comisario de Morón que me conocía, a General Villegas durante tres meses; ese comisario corrigió todo e hizo que los demás me empezaran a respetar en mis derechos de predicar. La única explicación de ese traslado fue una intervención directa de Dios.

En una ocasión iba a Villegas en moto a predicar y una barricada de policías me esperaba cerrándome el paso. Tras una charla que no dio resultados, yo me volví hacia atrás unos cien metros, di vuelta nuevamente y aceleré dirigiendo mi vehículo a la policía montada que estaba allí cerrando el camino, fue a todo o nada, ellos se abrieron, pasé y la obra de Dios continuó.

En Tres Algarrobos también me hicieron lo mismo, entre los tres de allí: comisario, médico y cura, me tendieron una emboscada para meterme preso, en esa ocasión me escapé de la comisaría y, siendo que no había delito, no pudieron ir a buscarme. El Señor me cuidó y años después, en 1972, al mismo policía que participó del hecho, lo bauticé junto a uno de mis hijos.

Para lograr que nos dejaran predicar libremente, tuvimos que gestionar Garantías Constitucionales, cuando llegaron las actuaciones con las mismas, me llamaron a pedirme perdón, solicitándome, el jefe de los policías, que no los denunciara porque su continuidad había quedado en jaque. Por supuesto que no la seguí, pero a partir de allí, ya no me molestaron.

La historia, con distintas facetas, se repitió en todos los lugares, las mismas contras, las mismas victorias.

Roberts fue un caso especial, desde allí vino gente a buscarme para que orara por una mujer enferma. Luego que se había sanado le pregunté quién les había testificado, me dijeron: “un caminante, que dijo que era hermano suyo, me indicó que viniera”, “yo no tengo ningún hermano croto” protesté. No se supo nada más de aquel peregrino, pero después de ese milagro, desde allí se abrieron las puertas no sólo en ese pueblo sino en Pasteur y El Triunfo.

Nunca tuvimos una economía propicia para hacer cosas. El primer terreno para un templo se compró con los ahorros que había llevado de los muebles y pertenencias que vendimos en Buenos Aires para mudarnos. Estaba pastoreando todas estas Iglesias, preparando hermanos de la zona para que se encargaran de los cultos entre visitas mías y, además, trabajaba para sostener a mi familia y tener recursos para viajar a los lugares donde se iban abriendo obras.

Compré una moto de 75 cilindradas y con eso andaba. Sólo siete años atrás Dios me había sacado de la muerte por tuberculosis, y ahora debía andar en moto con 5 grados bajo cero o con lluvia.

Una vez que había llovido muchísimo, viniendo de Villa Sauce, 65 kilómetros de camino de tierra, me caí siete veces durante el viaje, del último me socorrieron en una camioneta y me llevaron mojado y golpeado. Pero “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” dice Proverbios 24: 16 y, aunque la correcta hermenéutica habla de otro tipo de caídas, igual la Palabra a mí me servía en fe.

Las formas de obrar de Dios siempre son distintas; por ejemplo, en una obra que estábamos abriendo en Bouchard, en el sur de Córdoba, algo más de 200 kilómetros entre ida y vuelta, íbamos a viajar con un auto que no tenía rueda de auxilio y una de las cubiertas estaba con un agujero que por allí le salía la cámara y esta, a su vez, tocaba el suelo. Era un viaje muy largo y como no teníamos recursos económicos para ir a comprar una rueda en la gomería, utilizamos otro recurso más poderoso, el de la fe. Puse la mano sobre la cámara que salía de la cubierta y oré al Señor, fuimos, vinimos y anduvimos algunas decenas de kilómetros más los días siguientes hasta que tuvimos plata para cambiar la cubierta, pero durante todo ese tiempo se hizo evidente el milagro del Señor.

Nunca tuvimos ayuda de ningún ministerio foráneo ni local, pero Dios se encargó de suplir lo que se necesitaba y, en cada lugar que abrimos una obra, pudimos construir un templo. Muchas veces vemos a algunos que se frenan porque los recursos económicos no están, y se piensa “si tal o cual grupo me ayudaran, podría hacer tal o cual cosa”, pero en esos momentos debemos recordar que, quien nos llamó al ministerio no fue una organización o denominación, sino Dios; será Él entonces quien deberá proveer los recursos para una obra que es suya.

Por supuesto que, si consideramos que la obra es nuestra, esta lógica pierde esencia.

Nuestro sistema de apertura de Iglesias se resume así: cuando una persona o familia viene de un lugar donde no hay Iglesias, está en nuestros cultos y demuestra un acercamiento a Dios, le proponemos ir a su localidad, pidiéndole que inviten a las personas que puedan. Casi invariablemente, en esa etapa, el Señor hace su parte y se ven milagros a favor de las personas. De esa manera se va armando un grupo, al crecer siempre nos movemos en fe y aparece un lugar, ya sea para alquilar o prestado y, después, de a poco, se va construyendo el templo.

Así hemos fundado más de 60 Iglesias desde el año ‘56 hasta la actualidad. El establecimiento de una congregación siempre permite tener la posibilidad que, en cada culto, año tras año, un alma pueda acercarse a Cristo y, aunque sea por uno solo, vale todo el esfuerzo que podamos hacer.

Las obras se fueron extendiendo, no nos quedó pueblo en la zona para predicar, en los que ya había una Iglesia no entramos, a los demás fuimos a todos. Es así que entonces la obra se extendió mucho más allá del oeste bonaerense, fuimos a las provincias de La Pampa, Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, Santa Fe, Tucumán y Formosa. También a Chile y Paraguay.

Hoy la persecución terminó. Cuando la Municipalidad de Villegas hace un acto, me invita a formar parte del mismo y orar por lo que se está haciendo, permitiéndoseme hablar en los actos públicos. El médico tampoco me persigue, uno de ellos, que me operó dijo: “este hombre salvó más personas en Villegas que todos los curas juntos que han estado acá”. El cura tampoco me persigue, y aunque yo cortésmente rechazo sus invitaciones, me llama a participar de sus eventos.

Mientras el Señor me conceda vida y algo de fuerzas, seguiré predicando, tengo 85 años y sigo viajando por todas esas localidades cercanas y provincias lejanas. Sigo manejando mi auto y llegando a lugares muy apartados, en ocasiones en medio de un monte, rodeado de la nada aparente. Pero viendo el rostro de las personas que se acercan a buscar del Señor, renuevo mi entusiasmo por seguir extendiendo el Evangelio de Cristo.

Cada milagro que ocurre, aunque ya se pueden contar por varios miles, me sigue asombrando; cada alma que se convierte me sigue llenando el corazón; cada nuevo pastor que puedo dejar ubicado, me demuestra que la obra me trasciende y por ende es valiosa; cada necesitado que se acerca, me vuelve a conmover.

Sin pretender alcanzar los niveles de ministerio de Pablo, me animo a tomar sus palabras registradas en Romanos 15:19 y decir: “Con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén (para mí Tres algarrobos), y por los alrededores hasta Ilírico (para mí las alejadas provincias de Formosa, Tucumán o San Juan), todo lo he llenado del evangelio de Cristo”.

 

Cervantes Polignano
Pastor en la ciudad de General Villegas, Provincia de Buenos Aires.
Inició su tarea pastoral en el año 1956.
Presidente de Redil de Cristo, denominación pentecostal.
Fundó aproximadamente 50 nuevas Iglesias.

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que fiel a sus principios no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
La dirección de Cordialmente procura que la expresión bíblica “examinadlo todo, y retened lo bueno” sea el objetivo, por lo cual se invita a los distintos escritores a presentar sus fundamentos dejando el juzgamiento del artículo en cada uno de los lectores.

Si desea agregar su comentario a una de las notas puede hacerlo teniendo en cuenta las siguientes limitaciones:

  • Debe ser de hasta 140 caracteres
  • Puede referirse libremente en aprobación u oposición a las ideas y conceptos expresados
  • No debe incluir comentarios personales o críticas sobre el autor de la nota
  • No debe utilizar el espacio para agraviar a una Iglesia o institución
  • No debe utilizarse para promociones de ningún tipo

 

Categoria: Edición 8 | Iglecrecimiento, entrega 7, Evangelismo

Comments are closed.