PROSPERIDAD… ¿EN QUÉ?

| 24 marzo, 2014

Me pidieron que opine sobre el Evangelio de la Prosperidad… pero para mí es una expresión que no me dice nada, porque no sé a qué se refiere. Me explico, yo nací en un hogar creyente, así que desde que tengo entendimiento me hablaron del Evangelio de Jesucristo.

Así, cuando digo Jesucristo, me refiero a las enseñanzas de Jesús. Soy consciente que las enseñanzas de Jesús suelen ser interpretadas de manera diferente pero tenemos un punto de referencia en la Palabra escrita. Pero prosperidad, desde el punto bíblico no me dice nada, y bíblicamente no tengo ninguna referencia. La referencia es meramente lingüística: prosperidad, prosperar, próspero/a tiene el sentido de tener buena suerte o éxito en los sucesos o emprendimientos. Este es el sentido, pero sin referirse a algo o a alguien no significa nada. De esta manera puede referirse a cualquier cosa, y en nuestro lenguaje usual se refiere generalmente a tener éxito económico y enriquecerse. Muchos han tomado estas palabras como que los que siguen las leyes de Dios, serán enriquecidos. Pero no es así.

Miremos los textos bíblicos que hablan de la prosperidad. En el NT hay solo tres pasajes que lo mencionan y el más específico está en una de las cartas de Juan. En el AT aparece diecisiete veces, de las cuales unas siete son más específicas. Sin embargo, no dan pie para sostener que las riquezas son una recompensa; puesto que la mayoría de las citas las ven con ojos críticos. No podemos decir que sea un término fundamental en el mensaje del NT, ni tampoco en el AT (como pueden serlo términos como Pacto, Justicia, Paz, Salvación, Obediencia y muchos otros).

Quien considera estos temas más ampliamente es el relato de Job. Este patriarca se queja al ver que los ladrones que provocan a Dios, viven seguros porque Dios les ha dado todo lo que tienen (Job 12.6). Más adelante, su amigo Elifaz intenta convencerlo que éstos vanidosos tendrán la recompensa en su propia vanidad y sus riquezas no prosperarán (Job 15.29-31).

El entredicho de Job y sus amigos corre a lo largo de la primera parte del relato (debemos prestar atención quien es el que habla porque no es siempre el mismo). Job no se deja convencer, y seguirá lamentando su situación, alegando frente a Dios su protesta: por qué los impíos “pasan sus días en prosperidad y en paz descienden al Seol” (Job 21.13). Semejante a la protesta de Job es la del profeta Jeremías: “Justo eres tú, oh Jehová, para que yo dispute contigo; sin embargo, alegaré mi causa ante ti. ¿Por qué es prosperado el camino de los impíos, y tienen bien todos los que se portan deslealmente? (Jer 12.1). El salmista lo expresa de esta manera: “Tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos” (Salmo 73.3).

En el libro de Daniel 8 encontramos la visión del rey que asolara al mundo, y se dice de él que “su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos” (v. 24). Agrega además que “con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos” (v. 25). Cito este pasaje porque deja bien en claro que “prosperar” no dice nada, si no se dice en qué ha prosperado. Este rey al que hace referencia el libro de Daniel, prosperó en conducta arbitraria y en su poder de destrucción de los fuertes y los santos, y prosperó en el engaño.

En el último libro del AT, el profeta imagina un diálogo entre Jehová y quienes hablaron mal de él. Jehová se lo reprocha y ellos le preguntan en que habían hecho mal. Y Jehová les responde con palabras llenas de ironía, esto es lo que ellos dijeron acerca de Jehová: “¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon” (Mal 3.14-15). La misma ironía encontramos en uno de los proverbios: “Piedra preciosa es el soborno para el que lo práctica; dondequiera se vuelve halla prosperidad” (Prov. 17.8).

Donde aparece el sentido positivo de prosperidad es en los cánticos del Siervo: “He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y enaltecido, y será puesto muy alto… Con todo eso Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento, cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada” (Is. 52.13; 53.10).

Juan en su tercera carta, le dice al anciano Gayo: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn. v.2). No hay verdadera prosperidad de la persona, si no ha prosperado junto con el Espíritu.

Si nosotros interpretamos el prosperar con el sentido de una sociedad amante del dinero y las riquezas, al punto que es capaz de matar por ello, podemos decir que nuestro Señor Jesucristo no ha prosperado nada. Pero como prosperar significa avanzar para cumplir la misión redentora para la que fue enviado, implica necesariamente crecer en el propósito que su acción redentora.

Así comienza el libro de los salmos: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como el árbol plantado junto a las corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”. (Sal 1.1-3).

Esto lo he escrito para explicar por qué la expresión “prosperar” aislada no me dice nada, pero si está unida a la Palabra de Dios me dice mucho. Y la podría usar aclarando lo que para mí significa, esto es prosperar en la fe y las enseñanzas de Jesús. Quiero pensar que, en la Iglesia, quienes utilizan el término prosperar lo hacen en algún sentido equivalente, aclarando lo que hay que aclarar. Y no tengo problemas, tendría solo una pregunta: ¿Si vivimos en un mundo que ha optado por las riquezas y queremos dar con claridad nuestro mensaje, para qué utilizar un término que puede confundir?

 

Emilio Monti
Pastor metodista.
Licenciado en Teología.
Profesor de Filosofía y Pedagogía.
Doctorando en Ciencias Humanas y Arte.
Profesor Emérito del Instituto Universitario ISEDET
Ex Decano y Profesor de Teología Práctica del Instituto Universitario ISEDET
Ex Profesor de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora Capellán y Vicerrector de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Rosario (UCEL).
Trabajó activamente en ayuda a Refugiados (CAREF) y en defensa de los Derechos Humanos (MEDH) y en la acción ecuménica (FAIE)
Integró a nombre de las iglesias evangélicas el Consejo Nacional de Políticas Sociales del Gobierno de la Nación.

 

 

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Categoria: BIBLIA, Edición 9 | Teología de la prosperidad, pobreza y Evangelio, entrega 2, Teología

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