LA GRAN ESTAFA DE LOS TEMPLOS

| 28 abril, 2014

¿Por qué resulta tan común vincular al sistema religioso con el sistema de engaño hacia las personas? ¿Cuáles han sido las aristas de este prisma para que en el siglo XXI las personas se sientan estafadas por la religión? ¿Qué raíces históricas relacionan a los templos con el dinero? Es tan necesario conocer la historia para no repetir tristes episodios a los efectos de llevar adelante la revolución transformadora del Evangelio.

Me sentí muy identificada con una nota que leí del pastor Emilio Monti en la que hacía referencia a lo difícil que era para él hablar del Evangelio de la Prosperidad, dado que en su casa desde chico se vivía sólo un Evangelio: el Evangelio de Jesucristo.

A todos aquellos que vivimos una coherencia en nuestra familia acerca de la relación del evangelio con el dinero y el proceder en la vida diaria y cotidiana –partiendo el pan, abriendo la casa para el necesitado, compartiendo la mesa, albergando, extranjeros, huérfanos y viudas en nuestros hogares–, nos es muy difícil entender la manipulación que se hace a través de los púlpitos con el afán de vaciar bolsillos.

La gente debe dar según lo dispuso en su corazón. Ese es un sabio consejo apostólico. La ofrenda al Señor es un acto total de adoración de corazón a corazón, y  debe estar libre de toda influencia extraña o soborno. Todo intento de control, reto, seducción y manipulación de las emociones para que la gente deje en el altar hasta lo que no tiene, no responde a las correctas actitudes que definen a un siervo de Dios.

El dinero es un dios que no tiene ateos. Tal lo define un sabio dicho popular. Según Jesucristo en el Sermón de la Montaña, hay dos señores, dos amos, dos dueños a los cuales en esta tierra se le rinden servicio: Al Dios de Amor o al dios dinero: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón.” (Mateo 6:24, RV1909). En efecto, Mammón era el dios de las riquezas en el panteón de los fenicios y ligada a esa posición de dios, estaba sujeta la palabra fenicia “mommon”, la cual se traducía como “beneficio” o “utilidad”. Luego, por contacto cultural, pasó a ser una palabra aramea que significa “riqueza” y se convirtió en el término hebreo “matmón” que significaba “tesoro”.

Mucho se ha dicho y se ha actuado en nuestro mundillo evangélico a través de este dios llamado Mammón. Sin ir más lejos, la semana pasada una amiga me mandó un video donde una predicadora instaba a la gente a humillar a Mammón a través de la ofrenda. Entonces ella exhortaba diciendo: “¿Cuántos van a dar mil dólares para vencer a Mammón?” “¿Cuántos se atreven a derrotarlo dando diez mil dólares?” Nada más alejado del propósito por el cual Jesús habló con firmeza y actuó con violencia. Desde sus palabras y desde sus acciones, Él tenía en claro no solamente quién era ese “dios”, sino también como se conformaba la estructura misma del sistema económico de la sociedad. Las sociedades de la antigüedad estaban controladas por sacerdotes. El templo actuaba como una verdadera entidad bancaria, y los sacerdotes -entre otros oficios específicos- actuaban como agentes prestamistas. Tal es el caso de las sociedades egipcia, babilónica, fenicia y greco-romana.

En ese sentido, el templo del rey Salomón no escapó a ese “diseño”. ¿Qué estaban haciendo los cambistas en connivencia con los sacerdotes en el templo para ser receptores de semejante actitud reaccionaria de Jesús? Cuando los judíos iban a Jerusalén, a pagar sus impuestos al templo, ellos podían pagarlo sólo con una moneda particular: el shekel del santuario, que era una moneda de media onza de plata pura, sin la imagen del emperador. Para los judíos era la única moneda aceptable a Dios. Pero esas monedas no eran abundantes y los cambistas entonces se hicieron un stock de las mismas. Luego, como cualquier otro “commoditie”, incrementaron el precio tal como el mercado indicara. Es decir que los cambistas estaban haciendo grandes ganancias mediante el monopolio de la moneda. Los judíos debían pagar lo que ellos pidieran. La resultante fue una élite enriquecida y un pueblo estafado en nombre de Dios. Fue este hecho el causal de la furia de Jesús. Vale aclarar que fue la única vez que él utilizó la violencia durante su actividad pública.

Este modelo Templo-Entidad Bancaria se traslada en la historia a las Edades Media y Moderna, cuando podemos observar que la Iglesia Católica Romana estuvo unida a la banca, y llegó a su máximo esplendor en la época de los Medici, los Borgia y los grandes mercaderes venecianos. Luego, progresivamente, comenzó una separación “visible” entre el poder económico y el poder eclesial, no obstante los Medici sostuvieron un par de papas en el trono de Pedro.

Durante el período que duró la construcción de las grande catedrales, se percibe en forma palpable la asociación entre la jerarquía eclesiástica y grupos de poder paralelos asociados a la Iglesia en un principio, aunque poco a poco fueron separándose. Estas construcciones eran el motor de la economía de la época. En efecto, la catedral movía todos los mercados: materiales, transportes, recursos, mano de obra. Los mencionados grupos de poder dejaban sus sellos dentro de las iconografías con un doble significado. Un significado para el peregrino o público en general, y otro muy diverso para el iniciado, quien era capaz de decodificar el significado verdadero. Estamos hablando específicamente de la Orden del Temple, antiguos canteros, caballeros templarios, quienes gran parte de ellos fueron los constructores de dichas catedrales.

Curiosamente, el banco más ligado al Vaticano es el banco Ambrosiano, sumido a grandes escándalos en 1978, del cual se sospechó la muerte del papa Juan Pablo I y que dio origen a la película “El Padrino”. El banco Vaticano controlaba casi la totalidad del banco Ambrosiano. Pero no vamos a poner énfasis en el entramado de intereses sino en el nombre “Ambrosiano”. ¿Qué significa la ambrosía? La ambrosía es la bebida, el licor ofrecido a los dioses. Es el alimento de los dioses. No estamos tan errados en afirmar la estrecha vinculación del dinero al sistema religioso de los templos.

Todo lo explicado sucintamente hasta aquí es para encontrarle el sentido a las palabras dichas por la misma boca de Dios: “Yo no habito en templos hechos por mano de hombres”. Los templos son lugares de adoración que cuando no los llena la gloria del Dios verdadero se convierten en una habitación de alguna extraña deidad. Sin embargo existe otro templo no hecho de manos humanas, el templo interior, el templo espiritual cuya sustancia sí puede albergar al Creador de los cielos y la tierra, un lugar íntimo para encontrarnos con Él.

Jesús sacó a los cambistas del templo para liberar a los oprimidos. “Mi casa, casa de oración será llamada, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones”. ¿Nos animaremos también a destruir y destronar a Mammón del templo interior a efecto de abrazar a una humanidad empobrecida, dominada y esclavizada?

 

Mimi Agostino
Educadora en la Región 5
Distrito de Alte. Brown
Directora y Representante Legal del Instituto Educativo Vida Cristiana del mismo distrito

 

 

 

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Categoria: Edición 9 | Teología de la prosperidad, pobreza y Evangelio, entrega 7, Reflexiones

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