UNOS Y OTROS V. Acéptense, respétense y sírvanse.

| 11 agosto, 2014

“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes”. 1era de Pedro 5:5

En la cultura oriental existe un sumo respeto por las personas mayores de edad. La ancianidad es señal de respeto, honra y reverencia. No importa el estatus, no importa si es un barrendero, o el dueño de una empresa multimillonaria. Si un anciano ingresa a una sala, será reverenciado, respetado y considerado.

Las “canas”, las “arrugas”, los “años” indican sabiduría, sabiduría que debe ser escuchada por los presentes. Pero si volvemos nuestra mirada a la cultura occidental, la cultura en la cual vivimos día a día, lo viejo es desechado, las canas son miradas mal. A las arrugas se las oculta mientras se pueda, los años no se dicen, lo “anciano” no es tenido en cuenta, es totalmente desvalorizado. Si nos centramos en el marco de una familia, en muchas ocasiones, las palabras de los ancianos no son consideradas en decisiones importantes y en muchas oportunidades ni siquiera se pregunta su opinión.

En nuestra sociedad lo viejo y lo nuevo contrastan, chocan, discrepan, pero al parecer no es así en la cultura bíblica. La palabra de Dios en 1 Pe. 5:5 nos exhorta a través de Pedro, a nosotros los jóvenes, a estar sujetos a los ancianos. Pero lo interesante viene cuando dice: “y todos, sumisos unos a otros”, porque es ahí, donde incluye la sumisión por parte de los ancianos a los jóvenes, y viceversa. Es interesante el juego de palabras que incluye este versículo, ya que no sólo habla de una diferencia etaria, sino también de autoridad, de sabiduría no sólo por los años, sino por las experiencias vividas, vividas en la vida, vividas en Cristo… y ahí está la clave, el respeto, la aceptación del otro, del otro no sólo por los años, las canas o las arrugas sino porque considero que de sus experiencias puede sembrar en mi vida y para mi vida, porque puedo aprender de las diferencias, porque puedo crecer si presto atención a sus palabras, si aunque crea que me las sé todas, bajo la cabeza y agudizo el oído, si pongo en práctica la humildad y aprendo a escuchar las palabras de aquellos que tienen disposición de enseñarme, aconsejarme, ministrarme, exhortarme,  alentarme, corregirme, bendecirme y más.

En este versículo podemos ver claramente tres ideas importantes. La primera es un pedido, un mandato o si queremos verlo aún con más énfasis, una orden. Parafraseando esto, sería “acéptense, respétense y sírvanse unos a otros”. El apóstol Pedro también nos exhorta diciendo que nos revistamos, o sea que nos vistamos, de humildad. Y por último, afirma que Dios se opone a los orgullosos pero le agradan y favorece a los humildes. La humildad es el punto crucial, la frutilla del postre, el punto de la “i”, porque con humildad en mis actos puedo honrar a otros y a su vez ser honrada, reverenciar y a su vez ser reverenciada, no por la edad, ni por las canas simplemente sino porque todos somos uno y formamos un solo cuerpo, unidos y constituidos por el mismo Dios.

 

María Marta Sánchez
Graduada del Instituto Bíblico Río de la Plata, con especialización en Misiones.
Psicóloga Social
Actualmente estudiando en el “Curso Internacional de Lingüística, Traducción y Alfabetización”. Lima, Perú.

 

 

 

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Categoria: BIBLIA, Edición 11 | Distracciones Riesgosas, entrega 5, Teología

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