LA PROCLAMA DE YAVÉ

| 27 octubre, 2014

¡Qué hermoso es ver llegar por las colinas, al que trae buenas noticias, al que trae buenas noticias de paz, al que anuncia la liberación y dice a Sión: “Tu Dios es rey!” (Isaías 52:7)

Este anuncio del reinado de Yavé, el día del Señor, claramente profético, es el mismo que toma Pablo para anunciar la proclamación del Evangelio de Jesucristo (Romanos 10:15; cf. Apocalípsis 19:6). El anuncio del día de Yavé corre a lo largo de toda la tradición profética fundada en el pacto de Yavé, para culminar en la visión apocalíptica.

La razón teológica -e ideológica- que hay detrás de esta propuesta es clara y significa una protesta contra el poder monárquico: si Yavé es el único Rey, el pueblo no puede tener reyes humanos. Toda pretensión en tal sentido se opone al propio gobierno de Yavé.

Para comprender el sentido de esta interpretación de la historia, hecha por la tradición profética centrada en el Pacto, tenemos que verla con el trasfondo de las luchas de las tribus de Israel contra las monarquías de Canaán.

Esta lucha se lleva a cabo en una situación económica caracterizada por la existencia de aldeas que producen lo necesario para su subsistencia autosuficiente, llamado modo de producción asiático.

En esta estructura económica, la monarquía cananea reúne a diversas aldeas en un estado. El monarca da a las aldeas protección, brindándole apoyo político, especialmente en la defensa militar de las aldeas, pero sobre todo brinda un vínculo de unidad religiosa, centrada en el lugar simbólico del templo. Por su parte, la corte real vive del producto de las aldeas, convirtiéndose en una clase sostenida por ellas. No hay muchos sectores sociales entre esta clase dominante y el pueblo de las aldeas, a no ser un sector independiente de comerciantes. Para la monarquía cananea, en este sistema económico-político-religioso, el rey es el verdadero dueño de la tierra, y el pueblo, sometido a la explotación, trabaja para él y su corte a cambio de un sistema que le brinda unidad político-religiosa.

En oposición a esto, según la interpretación profética, no hay personaje humano, ni aún el mejor de los jueces, que pueda arrogarse la realeza de Yavé. En el marco de la monarquía cananea que quiere imponérseles, afirmar que Yavé es el único rey es lo mismo que afirmar que él es el único dueño de la tierra. Y si Yavé es el único dueño de la tierra, ningún gobernante humano puede hacerse dueño de ella. Esta concepción de los profetas está alimentada por la experiencia de las tribus que se liberaron del yugo del dios-rey de Egipto, por la mano de Yavé (seguramente, es dentro de esta situación histórica que debemos entender que no puede haber imagen terrenal de Yavé). Aquel acto liberador de Yavé es para ellos el hecho histórico fundamental del Pacto, un Pacto directo entre Dios y su pueblo, no entre Dios y un rey, ni de las tribus entre sí a la manera de las ciudades griegas. Yavé es el único dueño de la tierra y hace un Pacto con el pueblo de la tierra. Las tribus de Israel están unidas por su relación con Yavé, que los liberó con mano fuerte y brazo extendido de la esclavitud de un rey.

 

 

Emilio Monti
Pastor metodista
Licenciado en Teología
Profesor de Filosofía y Pedagogía
Doctorando en Ciencias Humanas y Arte
Profesor Emérito del Instituto Universitario ISEDET
Ex Decano y Profesor de Teología Práctica del Instituto Universitario ISEDET
Ex Profesor de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora Capellán y Vicerrector de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Rosario (UCEL)
Trabajó activamente en ayuda a Refugiados (CAREF) y en defensa de los Derechos Humanos (MEDH) y en la acción ecuménica (FAIE)
Integró a nombre de las iglesias evangélicas el Consejo Nacional de Políticas Sociales del Gobierno de la Nación.

 

 

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Categoria: Edición 12 | Iglesia y Política, entrega 9, SOCIEDAD, Sociología

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