LA REFORMA PROTESTANTE HOY

| 24 noviembre, 2014

Una visión más amplia y una contextualización 

La Reforma fue un gran encuentro con Dios.
A 497 años que Martín Lutero clavara las 95 tesis en el portal de la Catedral de Wittenberg es sano hacer una comparación entre la iglesia actual y los principios protestantes.

 

V Sacerdocio universal del los y las creyentes (1 P 2:9; Ap 1:6; 5:10)

Frente al rígido clericalismo de la iglesia católica de la época, la Reforma impulsó un proceso de democratización dentro de la iglesia y de la sociedad. Para Lutero, toda la vida es ministerio y todos los creyentes son sacerdotes de Dios. “Una lechera puede ordeñar las vacas para la gloria de Dios… Todos los cristianos son sacerdotes, y todas las mujeres sacerdotisas, jóvenes o viejos, señores o siervos, mujeres o doncellas, letrados o laicos, sin diferencia alguna” (W.A. 6,370; R. García-Villoslada, Martín Lutero, Tomo. I, p.467).

En su época, tanto la Reforma luterana como la Reforma calvinista se quedaron cortos en superar el clericalismo; los anabautistas avanzaron más, como también el movimiento wesleyano después. El siglo pasado, hubo un fuerte movimiento de teología del laicado que puede verse como la maduración de estos avances de la Reforma.

Sin embargo, hoy parece crecer un nuevo clericalismo, de los “super-clérigos”, especialmente los “apóstoles”. En una mesa redonda sobre los “apóstoles” en Quito, Ecuador, un participante declaró, “Antes era suficiente el título de pastor, pero ahora que existen las mega-iglesias, ese título no basta para sus fundadores y deben llamarse con un título mayor”. La verdad es que ha surgido una nueva jerarquía eclesiástica, con los “apóstoles” y los “profetas” en la cumbre de poder y autoridad. En algunas iglesias el pastor es de hecho el C.E.O (ejecutivo mayor de una corporación), inaccesible a los feligreses con necesidades pastorales. Esas iglesias están organizadas según el modelo ejecutivo de las grandes empresas.

 

  1. Ecclesia reformata semper reformanda secundum Verbum Dei

Esta consigna expresa una realidad: los Reformadores no pretendían tener toda la verdad ni ser dueños de un sistema final de conceptos absolutos. Lutero era un “teólogo irregular” que nunca intentó formular un sistema. Calvino, por supuesto, articuló un sistema doctrinal, pero vivía revisándolo hasta nueve ediciones, alternando entre el latín y el francés. Algunos de los aportes más valiosos aparecen sólo en la novena edición. Si Calvino no hubiera muerto, sin duda hubiera producido una décima edición. Tillich define “el principio protestante”, muy acertadamente, con la frase, “sólo Dios es absoluto”. Karl Barth advierte contra la tentación de tener al “sistema” como la verdad absoluta, lo cual identifica como idolatría.

Lamentablemente, en el siglo XVII, amenazados por el racionalismo escéptico de la época, la teología luterana y la calvinista cayeron en una rígida ortodoxia escolástica. Aunque hicieron algunos aportes, no lograron “defender” su fe sino que la redujeron a un dogmatismo estéril. Curiosamente, luteranos y calvinistas se acusaban mutuamente de ser herejes, cripto-católicos y otros insultos.

El movimiento wesleyano puede verse en parte como una reacción contra esa “ortodoxia muerta” e hizo mucho para rescatar la salud del protestantismo. Pero a inicios del siglo XX la ortodoxia dogmática se resucitó en los Estados Unidos en la forma del fundamentalismo norteamericano.

Hoy día, cuando la tolerancia se ve como el sumo bien, son menos los reductos de ortodoxia cerrada, aunque los hay. Al contrario, en nuestro tiempo casi nada es seguro y todo es posible. La nueva consigna parece ser, “ecclesia reformata semper deformanda”. La intención de la “semper reformata” era la de corregir errores y ser cada vez más fiel al Señor y su Palabra. Desde el siglo pasado la iglesia vive de fiebre en fiebre, cambiando de modas como los estilos de zapatos: evangelio de prosperidad, tumbadera de gente, “apóstoles” y profetas, maldiciones generacionales etc etc ad infinitum. Hoy en muchos casos, la innovación no es para corregir errores sino de introducir nuevos errores. Muchas veces el fin no es mayor fidelidad sino mayor éxito, mayor fama o mayor dinero.

 

Juan stam nueva

Juan Stam
Misionero en Costa Rica por más de 45 años.
Doctor en Teología por la Universidad de Basilea, Suiza.
Profesor, por muchos años, del Seminario Bíblico Latinoamericano.
Escritor, autor de varios libros y artículos.

 

 

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Categoria: BIBLIA, Edición 13 | Eclesiología, entrega 3, Teología

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