ANÁLISIS HISTÓRICO DE MOVIMIENTOS ECLESIALES MODERNOS

| 12 enero, 2015

Luego de más de un siglo de vida de la iglesia pentecostal, es oportuno hacer un análisis del estado de salud de la misma. Para poder extraer una reflexión útil partimos desde un punto de vista histórico y llegamos al panorama contemporáneo.

 

Se acuñó el término “eclesiología” para el estudio de lo relativo a la iglesia o iglesias. Deriva del Nuevo Testamento, en griego, donde aparece ekkleµsia en referencia a una congregación o agrupación local de cristianos o la totalidad de creyentes en forma colectiva. Después de la Reforma, aparece esta designación también para organizaciones religiosas que comparten un dogma, ejemplo: Iglesia luterana, iglesia presbiteriana, iglesia metodista, etc. Me tomaré la licencia de usar la palabra iglesia en ese sentido: una facción dentro de la cristiandad, una fraternidad, organización o denominación.

Podemos sacar conclusiones observando una biografía, un grupo social, una época. Como conocedores de la historia bíblica, basaremos el análisis en los grandes referentes de la monarquía hebrea, destacando algunas situaciones comparables con el gobierno de la iglesia contemporánea.

Podemos valernos del pensamiento del filósofo Georg Hegel. Para entender la historia y la humanidad, Hegel propuso un sistema conocido como “dialéctica”. La dialéctica aparece fragmentada en tres momentos llamados: “tesis”, “antítesis” y “síntesis”. Es una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones inherentes al movimiento anterior.

Examinemos este proceso en los inicios de la monarquía en Israel, que abarca un período de 120 años, desde Saúl hasta Roboam. En nuestro ejemplo tomamos a Saúl como la “tesis” y Salomón como la “antítesis”. La “síntesis” aparece con Roboam.

La necesidad constante de defender su territorio de los enemigos, lleva al pueblo a pedir la instauración de la monarquía, terminando así con el período de los Jueces. Con Saúl se inicia este nuevo estilo de gobierno.

Veamos algunas de las características de la “tesis”. Al no contar con una administración pública, ni con un ejército estable y profesional, cada victoria era la suma del coraje y la dependencia de Dios. La intervención divina cubría y corregía los errores humanos, (la voz profética de Samuel aparece constantemente). Para poder librar las continuas guerras, Saúl se vio obligado a organizar y capacitar al ejército (antes no se menciona en la Escrituras el rango de General). Para él la opinión y las decisiones del pueblo tenían un peso determinante, lamentablemente, más allá de las instrucciones divinas. Dijo: “… vi que el pueblo se me desertaba… y ofrecí holocausto… Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová…”

Lo sucede en el trono David. Podríamos decir que su gestión fue la transición del gobierno modesto y frágil que le legó Saúl al reinado poderoso y opulento que caracterizó a Salomón.

Con Salomón, el sucesor de David, el reino de Israel alcanza su mayor esplendor. Se destaca este período por la ausencia de guerras. Los recursos económicos se invierten en la construcción de un hermoso templo y costosos palacios. El mantenimiento de la familia real demanda un elevadísimo presupuesto (no olvidemos que entre esposas y concubinas sumaban 1.000 mujeres, sin mencionar el número de hijos), al crecer la sede del gobierno, se incrementa aún más el costo de la administración pública. Esto llevó a sobrecargar al pueblo con una agobiante carga impositiva. Los acontecimientos posteriores a la muerte de Salomón ponen en evidencia que la casa real no tenía contacto con el común de la gente y, Dios mismo, denuncia su decadencia espiritual.

Las contradicciones del reinado de Salomón conducen al surgimiento de un nuevo movimiento. Al llegar al trono Roboam, se produce la división del reino y paralelamente se divide el culto a Dios. Aquí vemos la “sintesís” que da inicio a una etapa totalmente diferente.

Vemos cómo con el gobierno de Saúl el péndulo inicia su recorrido: limitaciones económicas, una estructura militar modesta, una administración precaria, una carga impositiva baja y la participación del pueblo en la toma de las decisiones. Hacía el final del reinado de Salomón el péndulo llega al otro extremo, con características diametralmente opuestas a las de Saúl: un gobierno desconectado de las necesidades del pueblo, opulencia en la corte, un gran ejército, administración pública importante, abasteciéndose de la pesada política impositiva. Con Roboam, el péndulo cambia de dirección pero no vuelve al punto inicial, sino que se inicia un nuevo período que no sería igual ni al de Saúl, ni al de Salomón.

Podríamos encontrar un paralelo con el desarrollo de las denominaciones. El surgimiento de una nueva facción se debe, por lo general, a la reacción de un grupo de personas que no toleran las condiciones imperantes.

Esta es la historia de muchas de las iglesias modernas. En algunos casos el cisma se produjo por divergencias doctrinales, en otros por el modelo de liturgia, en otros por la forma de gobierno y, en algunos casos, por la suma de algunas o de todos estos motivos.

Los inicios se caracterizan por el arduo trabajo, y la dependencia de Dios. El coraje o determinación cuentan más que la capacidad. Cada nueva iglesia se aferra con firmeza a sus hallazgos teológicos o convicciones, al punto de considerar que las demás iglesias pueden ser “salvas”, pero no disfrutar el mismo grado de aprobación divina. Estos factores les permiten sobreponerse a los inevitables obstáculos y traen como resultado el crecimiento.

La iglesia evangélica en Latinoamérica, últimamente, ha crecido, no sólo en número sino también en recursos humanos, en capacidad económica, en presencia en medio de la comunidad. A menudo se repite el slogan: “Vamos por más”.

Aparece el fenómeno de las “mega” iglesias. Sin proponerse ser revolucionarios ni instituir una nueva “Reforma”, las congregaciones florecientes traen cambios dentro de su propia “familia denominacional”. Observamos que las congregaciones muy numerosas no pueden respirar dentro de los antiguos moldes eclesiásticos que se consolidaron mientras la iglesia era pequeña.

Es difícil determinar hasta qué punto las innovaciones produjeron el crecimiento o, si por su parte, el crecimiento trajo consigo el cambio. Sin embargo, nada más natural que observar cómo la vida produce las modificaciones en las estructuras y no que los cambios producen la vida. Por ejemplo, la llegada de un nuevo hijo cambia los hábitos de una familia.

Estamos frente a grandes logros, sin discusión. Sin embargo, toda situación de dicha y prosperidad súbita demanda estar alerta frente a peligros que asechan. Como reza una advertencia en la cercanía de los campos de concentración de Auschwitz: “Los pueblos que no tienen memoria están condenados a repetir los mismos errores del pasado”. Es decir, la historia es una lección para aprender sabiduría. “No hay nada de lo que pueda decirse: ‘¡Miren, aquí hay algo nuevo!’, porque eso ya existía mucho antes que nosotros.” (Eclesiastés 1:10)

Al afianzarse el nuevo movimiento, crece la necesidad de una organización en vista de los resultados. Los primeros miembros se ven obligados a dedicar sus mejores esfuerzos a la administración y no tanto a dejarse llevar por el fervor que los caracterizó.

Se observa, con frecuencia, que los crecientes ingresos se aplican más y más a la administración y buena parte queda con los propios administradores. Paulatinamente, se hace necesario invertir en lo que se constituye en símbolos de éxito y, por lo tanto, crece la presión del aporte económico por parte de los miembros.

Cuando la administración no responde a patrones espirituales, con el tiempo la prosperidad desplaza a la pureza. Surge la ambición y la competencia, aún entre los mismos administradores. Así, la fortaleza que en el pasado se alcanzó gracias a la unidad se va deteriorando. Si bien la continuidad se mantiene, muchas veces, mientras está el iniciador o principal referente, se avecina el cisma que dará lugar a un nuevo movimiento.

Con mucho temor de Dios, podríamos observar dentro de algunas instituciones evangélicas, de prestigio, ciertos indicadores de haber arribadoa la “antítesis”. Juntamente con los grandes logros alcanzados se percibe la decadencia de las fortalezas que la caracterizaron en el pasado.

El propósito de esta nota es llamarnos a la reflexión y al auto examen. Si la historia tiene el poder de aleccionarnos no necesitemos llegar a la crisis, o a la fractura para comenzar a recapacitar. Atentos al proceso histórico, si no podemos detenerlo, sí postergarlo. Tomemos como ejemplo a Nínive, ciudad importantísima de la antigüedad a la que le quedaban solo 40 días de vida, pero la acción del rey, juntamente con el pueblo, postergaron por más de un siglo su destrucción. La actitud de reconocer lo que estaba mal, humillarse y arrepentirse hizo que Dios “cambie de parecer” con respecto a lo que estaba determinado.

Creo que es hora de escuchar con atención las voces que reconocen la necesidad de retornar a los principios bíblicos del Nuevo Testamento. Aquellos que, cansados de tantos conceptos humanos exitistas e individualistas, alarmados por la manipulación de la fe a favor del materialismo, por lo oportunista o mercantilista, nos instan a despojarnos de esos vicios para volver sencillamente a las enseñanzas de Jesús e imitarlo solo a Él.

 

carlos sokoluk

Carlos Sokoluk
Egresado y profesor del Instituto Bíblico Río de la Plata
Pastor en dos iglesias en el conurbano bonaerense
Desde 1979 reside a la Provincia de Misiones
Pastor fundador de la 1era Iglesia de la UAD (Unión de las Asambleas de Dios) en Posadas, el “Templo Evangélico Feliz Encuentro” junto con su esposa Cristina Kunsch, desde donde, en tres décadas se fundaron más de veinte obras nuevas que permanecen hasta hoy.
Su labor a favor de la juventud lo llevó por diferentes países de América, llegando a ser Presidente Nacional de la Comisión en la década del ’90. Se desempeñó como Superintendente de Distrito entre 1999-2009.
En la actualidad integra la Comisión de la Región II de la UAD

 

 

 

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Categoria: Edición 13 | Eclesiología, entrega 9, Notas de fondo

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