MUCHO MÁS QUE IGLESIA

| 16 marzo, 2015

La idea de Jesús sobre la Iglesia integra y supera a todas las definiciones sobre ella. Nos permite estar a la altura del tiempo y lugar donde vivimos.

Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (San Mateo 16:17-18).

La palabra iglesia proviene de la voz griega ἐκκλησία (transliterado como ekklēsía) vía el latín ecclesia. El sustantivo posee una doble herencia de significado en la Biblia:

  1. En el ámbito del mundo europeo occidental helenístico no cristiano, denotaba una asamblea o reunión de ciudadanos congregados en razón de una convocatoria pública (generalmente el llamado de un mensajero oficial o heraldo), para asuntos usualmente de orden político, y se entiende de esta manera en pasajes bíblicos como el de Hechos 19:32: “Y otros gritaban otra cosa; porque la iglesia estaba confusa, y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.”
  1. En la Septuaginta, se emplea frecuentemente para traducir la voz hebrea qâhâl (o kahal, transliteración de קהל), que se refiere a la congregación de Israel o pueblo de Dios, como por ejemplo en el Salmo 22:2: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos: “en medio de la kahal קהל‘ te alabaré.”

Así, Iglesia en algunos pasajes del Nuevo Testamento podría combinar ambas ideas (la hebrea y la griega) o solo una de ellas, dando por eso profundo y complejo significado a las palabras de Jesús a Simón Pedro que leímos en San Mateo 16:18: “Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi kahal קהל’ pueblo o iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”

Podemos pensar en muchos conceptos de Iglesia como pueblo reunido o asamblea en torno a la presencia y enseñanzas de Jesús. Una reunión organizada de creyentes con autoridad espiritual que tienen una misión que cumplir. Veamos algunos enfoques de la vida eclesial.

La “iglesia familia” que nos cobija, nos protege. Es la que nos da contención y pertenencia. Nos incluye en una relación vital con otros cristianos.

La “iglesia escuela” que discipula y enseña principios, modelos y busca influir en la cultura que la circunda, cambiando la ignorancia por conocimiento.

La “iglesia hospital” que sana a los heridos, recupera a los que están a punto de morir, atiende a los desahuciados.

La “iglesia comedor” que alimenta no solo el alma hambrienta, sino cuerpos hambrientos y llenos de necesidades de todo tipo. Es la iglesia que acciona en lo social, que entiende que las injusticias sociales demandan respuestas activas y concretas, hoy y ahora.

Pero la idea de Jesús integra y supera a todas ellas. Y nos permite estar a la altura del tiempo y lugar donde vivimos. Me atrevo a decir que no deberíamos creer que la realidad actual nos demanda respuestas que los primeros discípulos no debieron brindar en los tiempos antiguos.

Ellos, como nosotros, también enfrentaron serios desafíos con un nivel de conocimiento y recursos infinitamente inferiores a los nuestros. No había leyes de libertad religiosa como en muchas naciones, no había ámbitos culturales que promueven la apertura de ideas y la mayoría del pueblo no tenía acceso a educación básica, además tenía la oposición de un Imperio sanguinario y sin ética moral. Y por supuesto, no contaban con las Escrituras impresas.

Creo que una visión de la Iglesia mas emparentada con la idea de Jesús y que puede ayudarnos a entender su rol en la sociedad, es el de una embajada.

La Iglesia como embajada representa los intereses, principios, creencias, cultura e idioma de un Reino diferente. Es necesario que la embajada conviva en el extranjero con las naciones que la acogen y muchas veces esta convivencia es dura e incómoda y aun hostil. Pero es esa Iglesia respaldada por el Señor, ante la cual las puertas del Infierno no pueden prevalecer.

¿Cómo lo hicieron los primeros cristianos? ¿De qué modo ellos representaron a Dios? ¿De qué manera ellos ejercieron su calidad de embajadores? Testificando de su fe desde sus puestos de trabajo, en la vida cotidiana en la que estaban inmersos. Pero también la iglesia manifestaba su postura confrontando con valentía los pecados e injusticias de los propios gobernantes. Esto generaba situaciones de incomodidad y aun la cárcel.

Por otro lado, vemos a los cristianos “alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). La Iglesia se extendía en un contexto de inclusión en su sociedad, no de aislamiento. Esto no significa complicidad con el pecado, sino identificación con las personas. El favor era fruto del testimonio, de las manifestaciones sobrenaturales y de personas coherentes en su vida y creencias.

La Iglesia funciona en un mundo, “cosmos”, contrario a sus principios, contrario a Dios mismo; sin embargo, ese mundo, esa gente que lo forma, es amada por Dios y debe ser amada por los cristianos. “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel, que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:1). Se ha dicho que un cristiano “promedio” pierde en pocos meses a la mayoría de sus amigos no cristianos. De este modo se produce una paradoja, cristianos que testifican a desconocidos, mientras sus “prójimos” permanecen en ignorancia del amor de Dios.

En el Nuevo Testamento vemos Iglesias locales en distintas ciudades. Cada una de ellas con sus virtudes, defectos y problemáticas bien distintas. Sus pastores no podían estar aislados de esos contextos culturales, religiosos y comerciales.

Es sabido, por ejemplo, que la ciudad de Éfeso, donde Timoteo era uno de los principales líderes, estaba dominada por el culto a Diana y por un intenso movimiento comercial, facilitado por su ubicación geográfica. Esto convertía a esta ciudad cosmopolita, en un “hormiguero” constante, alimentado por gentes de todas las culturas que llegaban, ya sea por causas comerciales o religiosas. Es innegable que esto tenía su influencia en la vida de los creyentes. Leyendo las cartas de San Pablo a Timoteo, vemos que este contexto no era obviado en absoluto.

Como pastores, no deberíamos instalarnos a nosotros mismos, ni a nuestra congregación, en “una burbuja espiritual” ignorando que es lo que pasa con ellos y con la sociedad de la que somos parte. Hoy la influencia de los medios de comunicación, las redes sociales, la divulgación científica y la saturación de información en tiempo real, influyen en las personas para tomar decisiones y elegir modos de vida.

Repito el concepto, la Iglesia en general y cada Iglesia en particular, es una embajada que representa los intereses de Dios en la tierra. Cada creyente es un “embajador”, un “representante”: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2º Corintios 5:20).

Esta representación se vuelve inconsistente e ineficaz cuando no hay una relación genuina con la nación anfitriona.

Cualquiera sea nuestro trabajo, capacitación, formación y ámbito de vida, representamos a Dios, representamos su reino. Y en esa representación, la política, el plan de acción no lo dictamos nosotros, sino El.

Hay iglesias y ministerios que han elegido el camino de la alienación. Viven aisladas de su entorno, al que consideran contaminante y peligroso. Hemos visto como, por años, algunos líderes de la Iglesia recomendaban y, aun exigían, a los jóvenes que no se capaciten para que sus mentes no se contaminen. Esta idea extremista ha sido prácticamente desechada. Sin embargo, es notable en muchos ámbitos cristianos, una brutal ignorancia de la realidad que lleva a opiniones erróneas o a simplemente no tenerlas por falta de conocimiento.

Nuestra misión es tan importante que no podemos darnos el lujo de automarginarnos del lugar donde Dios nos ha puesto. ¿Cómo podríamos ayudar a una sociedad de la que ignoramos su historia, sus problemas, sus sueños? Jesús pudo ayudar a la mujer en Samaria, porque conocía su cultura, sus creencias y su corazón.

La Iglesia se nutre de personas de esa sociedad que al ser salvas, pasan de muerte a vida. Que tengan una vida nueva y dejen atrás el pecado, no significa borrar su cultura.

Una mentalidad abierta, guiada por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, pueden ayudarnos a ser esa “Iglesia Embajada” que cumple su misión de ser luz y sal en medio de una sociedad necesitada y desamparada. Dios no ayudó al mundo desde lejos, el vino en la persona de su Hijo. Así nosotros, no podemos ayudar a la distancia. Necesitamos arremangarnos y meternos entre nuestra gente, conocerles y de ese modo, guiarles a los propósitos que Dios tiene para ellos. Esa “santa diplomacia” es el plan y la misión de la Iglesia en la que Jesús pensó.

 

Mario Fernando Morana

Mario Fernando Morana
Pastor y Fundador del Centro Cristiano Príncipe de Paz en la ciudad de Buenos Aires
De esta Iglesia han nacido otras Iglesias en Argentina y en Europa
Es profesor entre otras materias, de Teología Sistemática, Homilética y Teología Pastoral
Ha escrito los libros “Diez veces mejores” y “Señor que quieres que haga”
Ha participado en Ministerios como Desafío Juvenil y Visión de Extensión Nacional

 

 

 

 

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Categoria: Edición 14 | Ser Iglesia aquí, hoy, entrega 3, Reflexiones

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