QUÉ ES SER IGLESIA DE CRISTO HOY, AQUÍ | Parte 1

| 13 abril, 2015

NUESTRAS RAÍCES.

Tres definiciones históricas que nos ayudan a entender nuestra misión y cultura.

La iglesia cristiana hoy y aquí, obviamente, no surge de pronto y de la nada. Se basa en una rica historia de testimonios que dan lugar a la fe que la impulsó durante casi dos milenios. Como protestante que me considero, me gusta buscar en las fuentes. En ese espíritu quiero enunciar tres definiciones eclesiológicas históricas (protestantes) que nos servirán de sustento para posteriores reflexiones acerca de nuestro tema:

El reformador Martín Lutero enfatiza con vehemencia la invisibilidad de la verdadera iglesia espiritual (San Agustín) –preexistente desde los comienzos del mundo y hasta el fin de los tiempos– que existe más allá de toda expresión terrenal e institucional. Su cabeza es Jesucristo y su Espíritu la convoca y se halla bajo la cruz. La iglesia visible, como todo ser humano, está signada por el pecado y necesita de la justificación constante por su Señor. Ella tiene su espacio al lado del gobierno secular (en la perspectiva europea de la edad media), pero no conforma una institución de derecho. Es el conjunto de los santos creyentes, discípulos (ovejitas) de Jesucristo.

La Confesión de Augsburgo (CA) (1530) define a la iglesia así: ….habrá de existir y permanecer para siempre una santa iglesia cristiana, que es la asamblea de todos los creyentes, entre los cuales se predica genuinamente el Evangelio y se administran los Santos Sacramentos de acuerdo con el Evangelio.- Para la verdadera unidad de la iglesia cristiana, es suficiente que se predique unánimemente el Evangelio conforme a una concepción genuina de él y que los sacramentos se administren de acuerdo a la palabra divina. Y no es necesario, para la verdadera unidad de la iglesia cristiana, que en todas partes se celebren de modo uniforme ceremonias de institución humana. Como Pablo dice a los Efesios en 4.4-5: Un cuerpo y un espíritu, como fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación: un Señor, una fe, un bautismo”.

Ya en tiempos más modernos (1933), pero al igual que la Confesión de Augsburgo bajo circunstancias políticas difíciles, surge la Declaración de Barmen (Alemania), que establece en su 3° artículo que: La iglesia cristiana es la comunidad de hermanos en la que Jesucristo como su Señor actúa actualmente mediante el Espíritu Santo en la Palabra y los Sacramentos. Con su fe y su obediencia, con su mensaje y su disciplina, debe dar testimonio en medio del mundo pecador, como iglesia de pecadores justificados, de que ella es solamente su propiedad y vive y desea vivir solamente a partir de su consuelo y enseñanza en la espera de su venida. Rechazamos la falsa doctrina según la cual, a la iglesia, le estaría permitido dejar libradas la conformación de su mensaje y su disciplina a su propio arbitrio o a las cambiantes cosmovisiones y convicciones políticas vigentes a cada momento.

Esta última es la definición que a estas alturas de la historia más me convence. Queda claro, entonces, que existe iglesia cristiana allí donde actúa el Espíritu Santo y, en virtud de ello, un conjunto de personas está dispuesta a escuchar y dejarse guiar en su vida (personal como comunitaria) por la palabra de Dios, tanto en su forma predicada a viva voz como en su forma ilustrada (dramatizada) en los sacramentos (Martín Lutero solía decir que el Bautismo y la Comunión (Santa Cena) son palabra de Dios ilustrada, hecha figura. La celebración de los sacramentos por tanto no tenía para él un valor superior a la palabra de Dios predicada).

En virtud de estas definiciones, en las iglesias protestantes históricas se insiste, hasta el día de hoy, que la actividad principal de una iglesia deben ser las reuniones o celebraciones dentro de cuyo desarrollo se predica la palabra de Dios y se administran los sacramentos (estos últimos siempre deben estar acompañados asimismo por el anuncio de las buenas nuevas, pues ilustraciones sin explicación dan lugar a interpretaciones erróneas). Gracias a Dios, hoy por hoy, y tratando de contrapesar el individualismo promocionado por nuestras sociedades occidentales y capitalistas, se insiste también en el valor que tienen los cultos como encuentros de la familia y de la comunidad toda, en búsqueda de imitar, muy parcialmente, el estilo de vida de las primitivas comunidades cristianas.

 

Federico Schäfer

Federico H. Schäfer
Pastor emérito de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP)
Nacido el 28 de junio de1943 en la ciudad de Buenos Aires
Cursó estudios de teología en: Buenos Aires, Argentina; Sao Leopoldo, Brasil y Berlín, Alemania
Ordenado al ministerio pastoral el 5 de abril de 1970 en Rosario
Ejerció su ministerio pastoral en: Entre Ríos, Misiones, Mendoza y Buenos Aires
Secretario Ejecutivo y finalmente Presidente de la IERP hasta fines de 2010
Actualmente miembro de la Junta Directiva de la FAIE

 

 

 

 

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Categoria: Edición 14 | Ser Iglesia aquí, hoy, Editorial, entrega 7, Notas de fondo

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