TÚ Y YO, COMUNIDAD DE AMOR

| 15 junio, 2015

Existen ciertos impuestos y manejos sobre la actual Iglesia Evangélica, donde la competencia entre pastores, las tendencias y las modas dan como resultado un individualismo avasallador, que sentencia a sus miembros al fracaso y a la soledad. Eso no es cristianismo sino sistema…

Recuerdo una interesante conversación que mantuve con la verdulera de barrio (quien es boliviana). Ella me explicaba que ese día estaba apuradísima dado que una mujer joven de la comunidad boliviana había quedado viuda y todos ellos debían estar presentes y hacer turnos para apoyar a los deudos directos de la familia durante todos los días que durara velatorio y funeral.

Luego, debían reunirse para sacar junto con la viuda y los hijos la ropa del fallecido, quemarla a modo de ritual y de esta manera hacer entender a toda la comunidad y, sobre todo a los más pequeños, que conforme el humo ascendía, el espíritu de la persona también lo hacía. Y finalmente debían hacer una cadena de turnos que implicaba tiempo y dinero para que esta familia con semejante pérdida nunca estuviera sola ni les faltara nada.

Yo sorprendida, azorada y gratamente asombrada, relacionaba entre mis adentro las palabras de un profesor: Alfredo Mofatt, quien en sus clases de psicología social siempre perseveraba en el concepto que Bolivia es uno de los países que no necesita psicólogos sociales, dado que la trama de sostén interno es tan fuerte y gruesa que no permite el quiebre emocional de sus integrantes.

La contención es un deber moral y también un mandato para cada uno de ellos.
¡Qué hermoso es pertenecer a comunidad como ésta! –pensé.

Luego, asocié esta experiencia narrada por la verdulera a otra experiencia narrada por una misionera norteamericana llamada Emily, quien había permanecido por más de diez años junto con su familia (marido e hijos) a bordo de un barco evangelizador que viajaba alrededor del mundo. Convivían en ese barco distintas culturas, distintas lenguas, diferentes razas con sus costumbres. Sin embargo, sus hijos tomaban a cada integrante de esa diversa tripulación como su propia familia.

Cuando finalmente Emily y su marido decidieron desembarcarse y hacer “una vida normal”, que suponía tener una casa propia, establecerse en un país del primer mundo, mandar a sus hijos a escuela privada, hacer vida dominical de iglesia entre otras rutinas. –Nunca pudieron recuperarse de la pérdida de haber abandonado el barco.

Sus hijos fueron los más perjudicados, nunca volvieron a ser los mismos y se alejaron progresivamente de Cristo. – “Perdimos el cuerpo”- :-así lo identificaba Emily. “Perdimos a la familia espiritual. Nos dieron a tomar altas dosis de individualismo, aislamiento, materialismo y sistema eclesiástico que nos terminó secando a todos”. Tardíamente Emily reconocía su error y su pérdida.

Una iglesia evangélica contemporánea parte de un sistema de aislamiento que resulta impávido al dolor ajeno, y a las necesidades del prójimo. Es sólo religión con ausencia del Salvador.

Si miramos para atrás a lo largo de nuestra historia judeo- cristiana, siempre la orden fue vivir en tiendas, en carpas, en tribus, en campamentos, en comunidades fuertemente ligadas por una historia común y un ideal compartido.

Reflejo de un Dios que jamás actúa solo, que se da a conocer como “Nosotros”: Padre, Hijo, Espíritu Santo y eventualmente desde la antigüedad con una proyección generacional como: “Yo Soy el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.”

Siempre me resultó revelador el hecho que para que descendiera el Espíritu Santo, los ciento veinte debían estar unánimes, tener un solo corazón y una sola alma. Ese fue el nacimiento de la primera Comunidad Cristiana. La Iglesia de Jesucristo en la tierra.

El gran desafío de estos tiempos que corren es sacar a la presente iglesia de los rigores de los hábitos, ritualismos, costumbres impuestas desde la religión dirigida desde el poder, que imponen individuos aislados.

Eso no es cristianismo. Recordemos que para que exista una iglesia se necesita al menos dos… “Porque donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Dice Hechos de los Apóstoles “Y perseveraban en la comunión unos con otros”

En el griego se usa la palabra koinonia, para comunión y significa asociación o consorcio. Se usa también para expresar la idea de comunidad. Koinonia es el espíritu de generosa coparticipación contrastado con el espíritu de codicioso egoísmo.

Si la vida cristiana es verdadera, entonces hay una koinonia que signfica “compartimiento de la amistad”, y perseverancia en la compañía de los demás (Hech.2:42; 2.Cor.6:14).  Es interesante observar que esa amistad se basa en el común conocimiento del contenido del mensaje cristiano (1.Juan.1:3).  Solo aquellos que son amigos de Cristo pueden ser verdaderos amigos entre sí.

Somos entonces una verdadera Comunidad Cristiana, una verdadera Comunidad de Amor.

 

mimi agostino

Mimi Agostino.
Educadora en la Región 5
Distrito de Alte. Brown
Directora y Representante Legal del Instituto Educativo Vida Cristiana del mismo distrito

 

 

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que, fiel a sus principios, no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.

Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.

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Categoria: Edición 15 | ¿Me asocio o me aíslo?, Editorial, entrega 7, Reflexiones

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