ADMINISTRADORES

| 3 agosto, 2015

“Procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres”. (2º Corintios 8.21)
“En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con ustedes. Y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo”. (2º Corintios 8.23)

En su nacimiento y rápido crecimiento, la iglesia necesitó nombrar administradores. Fueron los primeros nombramientos que se hicieron luego de nombrar un apóstol para cubrir el lugar de Judas. En ese momento, la dificultad que había que subsanar era de orden distributivo.

Era necesario encontrar personas que traigan tranquilidad, distribuyendo diariamente raciones de comida a las viudas pobres de la iglesia, pues dado que había desigualdades y privilegios se generaban incómodas murmuraciones. Para traer paz sobre ese malestar se eligieron personas con tres características:

A) De buen testimonio
B) Llenas del Espíritu Santo
C) Llenos de sabiduría.

Los llamaron diáconos.

Años después, las iglesias de Europa y Asia Menor, buscaban lo mismo. Es que las iglesias de Judea pasaban penurias por una hambruna, y las iglesias hermanas de otras regiones se ocupaban de hacer colectas a favor de los pobres de Judea. Era necesario hallar personas que puedan administrar el dinero de las colectas de modo que todos los donantes tengan confianza al respecto, y que llevando a buen término su tarea, ésta resulte para el bien de los pobres que reciben las donaciones, y para gloria de Dios.

Hoy seguimos buscando lo mismo. San Pablo tiene el gusto de presentar con orgullo un equipo intachable. Y sabe que lo necesita. No quiere ser él quien maneja los fondos para ayudar a los pobres de las iglesias hermanas. Él mismo exhorta y empuja a formar un grupo de hermanos reconocidos en la región, que traerá transparencia a la tarea emprendida.

Hoy necesitamos lo mismo. En nuestras iglesias, y extendiéndonos, en nuestras ciudades y países, necesitamos esa clase de administradores. También necesitamos autoridades que, como Pablo, reclamen por sí mismos ser supervisados. “Santa luz, divina luz…” decía un himno que recuerdo de mi niñez.

 

Julio Lopez

Julio Cesar López
Pastor en Belgrano
Iglesia Presbiteriana San Andrés

 

 

 

 

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Categoria: Edición 16 | Nuestro mensaje, entrega 5, PASTORAL, Vida Pastoral

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