MENSAJE DE DIEZ AÑOS DE PASTORADO*

| 26 octubre, 2015

Lectura del Evangelio de San Juan cap.12 19-28.
Serón predicado por Julio C. López el domingo 11 de enero de 1998, en la Iglesia Temperley, la cual había pastoreado durante esos diez años, hasta entonces.

A pocas cuadras de aquí, tal vez unas treinta, frente al cementerio de Disidentes, está el campo de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Plata. Un viaje en bicicleta hasta allí siempre es entretenido, y en esta época del año, incluye ver los campos de experimentación en su momento de cosecha.

Este año no me pareció particularmente atractiva la imagen del trigal. Se notaba deslucido. Un poco ralo, y de color más bien lavado, grisáceo, sin su dorado legítimo. Pero de todos modos, pasé el alambre, saqué, mi tijera del bolsillo y corté un manojo de espigas. No eran las   mejores que vi en mi vida, pero allí estaban. Alguien las sembró y yo las coseché.

Otra vez el trigal había triunfado.

 

EL TRIUNFO SOBRE EL FARISEISMO.

Juan 12. 19 “Los fariseos se decían unos a otros: Ya ven ustedes que así no vamos a gana nada, – Miren, ¡todo el mundo se va con él!”

Jesús sin rebajar la ley, al contrario, según el Sermón del Monte, haciéndola crecer, y haciendo que la enseñanza resuene en el corazón de la gente, aparece como El Maestro. Jesús, por sus dichos y sus hechos, por su coherencia y su claridad, es Autoridad para la gente. Jesús, sanando, limpiando y hasta resucitando muertos, anuncia un tiempo nuevo. Jesús entrando triunfal en Jerusalen, es El Salvador. La gente lo celebra.

El fariseo, había jugado un papel particular en otro momento histórico. Trescientos años antes de Cristo, en pleno imperio griego, Israel había perdido otra vez su libertad, su horizonte social y cultural, su carácter espiritual y su papel histórico. En medio del horror y falta de identidad, el movimiento fariseo se propuso gestar un “revival” moral y espiritual. Y podemos decir que, gracias a Dios, cumplieron bien sus objetivos. Fueron una bendición.

Pero el movimiento fariseo, llega a ser luego el partido fariseo. Estructurado y conservador, aferrado sólo al requisito legal. Ostentando superioridad moral, pero mañoso y aprovechador. Alejado de la gente. Por eso no pudieron sus miembros apreciar ni captar en la presencia de Jesús, al Maestro, ni aceptar su novedosa autoridad, ni vislumbrar la salvación que traía consigo.

Hoy, estando presente Cristo, sigue triunfando sobre el espíritu fariseo cuando éste ignora el momento por el que transita la humanidad. La gente va tras Jesús, mientras el fariseo pretende imponer sus códigos y reglas que no pasan de la epidermis hacia adentro. El fariseo está puntual, pero en el andén equivocado, y pierde el tren del Reino de Dios. Es que no quiere viajar en tren, prefiere estar solo.

En nuestro medio, ese triunfo se trata del poder de la SINCERIDAD. La iglesia de Jesús sigue buscando a Jesús. Todavía se deleita con sus palabras y su forma de decir las cosas, con su claridad para descubrir los engaños, con su compasión. Los discípulos de hoy siguen fascinados por el carácter de su autoridad, diferentes a todas las demás. Todavía aman ser sorprendidos por la intervención milagrosa. Y en el instante de crisis, no son ellos, sino los burladores perpetuos los que le gritan, desafiantes, que, si puede, se baje de la cruz.

Se termina el siglo XX y no tiene un final sencillo. Estos años en que la sinceridad vino vestida de desenfado, han servido para atacar la religiosidad superficial e incoherente. Un revisionismo tremendo se apoderó de las nuevas generaciones que no admiten las cosas “porque sí”. Ni la autoridad, ni las costumbres y modales. Ni los lenguajes especiales, ni los ropajes y caras de circunstancia. La fe, la relación con Dios y el compromiso con la verdad, pueden ser y expresarse sin los códigos de la religiosidad. La identidad de ser iglesia, familia de la fe, comunidad, puede expresarse y sentirse profundamente sin llamarnos “el hermano Julio y la hermana Mabel”. Se puede decir que, ni siquiera la dogmática ha tenido un lugar indiscutible. Al contrario, todo se pudo discutir. Unos por discutir nomás, otros seriamente. Unos perdieron el dogma, otros se encontraron con Jesucristo.

¡Está muy bien. Yo lo aplaudo! Era necesario atacar la religiosidad que verdaderamente fue un “opio de los pueblos”. Pero no es suficiente. No alcanza con decir desembozadamente que no nos dejamos ya gobernar por las costumbres. Que por lo menos ahora somos más auténticos. No nos es útil confirmar la tesis que el cristianismo como aparato religioso sirvió y sirve de escudo a un sistema perverso de enriquecimiento y explotación que trae vergüenza al ser humano. Hemos descubierto muchas trampas, hipocresías, imbecilidades, intereses mezquinos, mala fe. Pero el triunfo de Cristo sobre el fariseísmo, se va a mostrar todavía en las propuestas profundísimas que tiene para hacer.

El fariseo cae ante la autenticidad de Jesús. La gente lo descubre. Jesús pasa a revelar su camino.

 

CONTRA LA SOLEDAD Y A FAVOR DEL FRUTO.

Juan 12.24 “Si un grano de trigo no cae a tierra y muere, queda solo, pero si muere da mucho fruto”.

Su camino es una propuesta contra la soledad, contra la esterilidad, la falta de destino. La entrega es un componente que excede lo que puede reclamar la religiosidad. Aquí no se trata ya de cumplir. No hablamos de alcanzar la regla. Entramos en el terreno de los riesgos.

La actual glorificación de la individualidad, es una filosofía de autoexclusión letal. De mil maneras nos enseñan, nos persuaden, que no importa lo que piensen los demás, que ya no existen los valores comunes ni los proyectos comunes, cada uno hace “la suya”. Mezquinate, no concedas atención profunda al otro. No tenés por qué soportar esto o aquello. No esperes a nadie. Vos dale nomás.- Es la construcción de individualidades. Seres solitarios que buscarán evadir el riesgo de involucrarse profundamente con otros. Es la construcción de soledades, de esterilidades sociales. Dios tiene planes contra la soledad, pero siempre pasan por el compromiso y la entrega. La pareja humana es uno de esos planes. La iglesia es otro.

El mensaje de Jesús nace en la autenticidad, y fructifica en la entrega. Ataca la religiosidad de Fariseo, pero reclama que el grano de trigo caiga a tierra y corra los riesgos necesarios para fructificar. La búsqueda de autenticidad es un logro. Despegarse de la religiosidad es una conquista. – Bárbaro! Pero en sí mismo, todavía no alcanza. No ser hipócritas no equivale a ser fieles. Aborreciendo la imagen de los santulones, no logramos todavía generar nuevas actitudes de servicio y de santidad verdadera.

El grano de trigo que cae a tierra y muere, es a la vez la reafirmación de la identidad y la proclamación del destino propio. Jesús tiene clara su identidad, y eso, en parte facilita las cosas para la entrega. Según Jn.13, para Jesús, entregarse y servir a los demás son su modo de expresar quién es. Sabernos seguidores de Jesús, es parte de nuestra identidad, pero incluye la dedicación, la consagración riesgosa. Hay mucho que perder en esta vida. Oportunidades de todo tipo. Para hacer bien y mal, para divertirse y para estropearse la vida, para desarrollarnos, embrutecernos o terminar como esclavos. La oferta es realmente gigantesca, especialmente para los muy dotados, para los inteligentes, capaces, hermosos. Y me refiero especialmente a los más dotados. No les basta su belleza y su cultura, su capacidad de relacionarse y su fuerza, ni siquiera su viveza. No les basta tampoco ser realmente auténticos, sin caretas. Todavía hay que encontrar el destino.

Y no hay destino sin riesgo.

 

CONCIENCIA Y ANGUSTIA.

En el texto del evangelio que estamos siguiendo, consta la conciencia de Jesús mismo frente al reclamo de la entrega: No se supera sin dificultades.

San Juan (12.27) la menciona como una “angustia terrible”. A la que Jesús responde.

¿y qué voy a decir, diré, Padre líbrame de esta angustia? –¡Pero precisamente para esto he venido! Padre glorifica tu nombre. 

Al fin la búsqueda de la gloria de Dios es el destino del ser humano. Ni la autenticidad en sí misma, ni la sola entrega, que puede esconder motivos difíciles de explicar, pueden encerrar nuestro destino. La gloria de Dios (aunque suene etéreo, místico o apocalíptico) es el centro de la acción, el disparador de la empresa de la vida. Vida que no queda entonces en soledad ni sin fruto.

La tarea misionera de la iglesia reclama enviados y otros que envían. Todos de la misma calidad en cuanto todos son misioneros. Son los que quieren unirse en su destino. Los que abandonan al fariseo reglamentarista, lejano y abstracto, y se juegan por la autenticidad de Jesús, el que es pastor de la gente. Son también los que no se reservan para sí mismos, se ponen en riesgo a favor de los demás. Esos son misioneros. Pero no son unos inconscientes, miden y ven las ofertas y sus posibilidades.

Saben reconocer también que, oportunidades y tentaciones pueden ser muy parecidas. Esta calidad de misioneros conscientes, que sufren angustia frente a las decisiones, pero buscan seriamente la gloria de Dios, son los únicos que actuarán con libertad y con generosidad. No quedarán solos y bendecirán a muchos. Serán trigal.

Si se capta la visión del trigal, entonces el grano de trigo debe abandonar la seguridad del granero, del silo que es propiedad de su Señor, y ofrecerse para el surco, para el riesgo.

 

SEGURIDAD-OPORTUNIDAD.

Si vamos por los campos por estos días, veremos enormes sembradoras modernas con una asombrosa capacidad de trabajo. “Qué diría el administrador del campo si, quien maneja la sembradora, vuelve después de todo el día y presenta la sembradora totalmente cargada de trigo y sin haber gastado nada de combustible? La máquina está entera el grano está disponible, el combustible no se gastó… pero el trabajo está sin hacer, y el día ya pasó.

Dios nos libre.

* Publicado en Revista marzo-abril 1998 de la Iglesia Presbiteriana San Andrés

 

 

Julio Lopez 

Julio Cesar López
Pastor en Belgrano
Iglesia Presbiteriana San Andrés

 

 

 

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