DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA | ¿SIRVE UNA DECLARACIÓN?

| 11 julio, 2016

Mirar hacia adelante con esperanza: decisión de patriotas que hoy nos desafía.

En el invierno de 1816, hacía diez años que los acontecimientos mundiales ofrecían oportunidades y requerían definiciones a los habitantes de la América del Sur, que no tienen descanso en la búsqueda de nuevos horizontes.

En medio de unos inviernos durísimos como no se tenía memoria, Europa hierve. A partir de Trafalgar (1805) los mares eran de los ingleses y el continente de los franceses, y los ingleses, que habían perdido los mercados europeos, nos invaden para imponer su comercio (1806 y 1807). Napoleón destronó a los reyes de España, la corte portuguesa huyó y se instaló en Brasil (1808). Napoleón fue a Rusia con setecientos cincuenta mil hombres y volvió con cincuenta mil. España se rearma (1812). Brasil siempre quiere apoderarse de la Banda Oriental.  La agresión exterior y el tumulto interior reclaman medidas que parecen exceder lo que estos pueblos pueden dar.  

Los siglos de dominio español habían reducido las expectativas de los americanos del Sur de modo que se contentaran con extraer algunas riquezas básicas y hacerlas cruzar el Atlántico. La mano de obra gratuita de la Encomienda de los indios y la esclavitud de los negros aseguran la producción barata y, para contrarrestar los alzamientos populares, se endurece el castigo contra quienes se atrevan al desafío y contra sus pueblos. Un vistazo de largo plazo nos deja ver por qué las cosas son como son. Esto no es Europa. Por aquí no había pasado la reforma religiosa del siglo XVI, ni se le recortaron poderes a los monarcas. Claro que no llegó la revolución industrial, pero otras industrias básicas y tradicionales fueron mezquinadas o evitadas para no fomentar posibilidades de desarrollo, por eso, ni la metalurgia ni la industria naviera crecieron y la formación intelectual estuvo sometida a la Inquisición, al menos hasta la Asamblea del 1813.  

Entre 1810 y 1816, la actividad fue intensísima y desgastante, no hay gobierno que aguante, y las expectativas de hallar una forma de gobierno que abrace los territorios y los intereses de todos los que conformaban el Virreinato del Río de la Plata se esfuman. Las fuerzas españolas desde el Alto Perú y las portuguesas desde el Brasil no ceden su presión y, para Noviembre de 1815, con la derrota de Sipe-Sipe (mil muertos), se desarticula el Ejército del Norte; la economía sufre la guerra y la falta de comercio. La circunstancia es para desmoronarse o para jugarse; nos cuenta la historia que fueron muchos los que decidieron mirar hacia adelante con esperanza.   

La independencia de las Provincias Unidas de la América del Sur se hizo al menos en dos cuotas. En 1815, se pronunciaron las provincias del Litoral más la Banda Oriental, y en 1816, se declararon las del Oeste, incluidas las Republiquetas del Alto Perú, más Córdoba y Buenos Aires. Es bueno notar que en ambos congresos se manifiesta la concepción total, es decir, el deseo expreso de no dividirse.  

Una de las primeras consecuencias del Congreso de Tucumán fue la formación del Ejército de los Andes que, en seis meses, estaría cruzando la Cordillera. Debido a la declaración de la Independencia, el ejército que cruzó los Andes para liberar Chile no era un grupo de insurrectos, sino un contingente de un país libre que buscaba lo mismo para sus hermanos. Es debido a la declaración de la Independencia que la lucha de las Republiquetas en el Alto Perú -esos bolsones de tierra liberada- tenía sentido, pues tenía su contraparte en que sus delegados estaban presentes en el Congreso de Tucumán pronunciándose como nación. Quizá ese fue uno de los argumentos principales para la declaración de la Independencia en Tucumán en el invierno de 1816. Había que pronunciarse. No había reconocimientos del exterior de que esto era una nación, pero había que pronunciarse.

“Creí por lo cual hablé” ¿Dónde leí yo eso? Ah, es San Pablo que lo dice, creo que en 2ª Corintios. Sí, pero lo cita del Salmo 116. ¿Cómo podía acordarse de ese pedacito? Voy a leerme el Salmo.

 

“Clemente es Jehová, y justo.
Sí, misericordioso es nuestro Dios.
Jehová guarda a los sencillos.
Estaba yo postrado y me salvó.
Vuelve, oh alma mía, a tu reposo,
porque Jehová te ha hecho bien.
Pues tú has librado mi alma de la muerte,
mis ojos de lágrimas,
y mis pies de resbalar.
Andaré delante de Jehová
en la tierra de los vivientes.
Creí, por lo tanto hablé,
estando afligido en gran manera.”

¿Qué es lo que podemos creer respecto al futuro de nuestro país? ¿y qué es lo que uno podría decir, declarar, confesar?  

 

 

Julio Lopez

Julio Cesar López
Pastor en Belgrano
Iglesia Presbiteriana San Andrés

 

 

 

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Categoria: DOSSIER de ACTUALIDAD, Edición 17 | Lealtades, entrega 2

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