EL TAMAÑO DE MI ESPERANZA

| 3 octubre, 2016

Jorge Luis Borges, en el 30º aniversario de su partida

Un llamado para emanciparnos de lo ajeno que nos quiere domesticar.

Con retazos de la introducción, don Jorge Luis nos sumerge en nuestra realidá –tal como él la llama con toda intencionalidad–. En ellos, a sus veintiséis años y monedas, narra la desesperación por encontrar nuestra identidad azotada y malherida por los vientos extranjerizantes de mensajes y enseñanzas foráneas.

En su intento por despertar nuestra conciencia, no medra haciendo uso de todos los recursos posibles: modifica la ortografía para que el lenguaje se lea y se sienta popular y vernáculo. Como un grito, nos despierta para que busquemos los mensajes que vienen desde la intimidad de nuestra alma:

“A los criollos quiero hablar: a los hombres que en esta tierra se sienten vivir y morir, no a los que creen que el sol y la luna están en Europa. Tierra de desterrados natos es ésta, de nostalgiosos de lo lejano y lo ajeno: ellos son los gringos de veras, autorícelo o no su sangre, y con ellos no habla mi pluma. Quiero conversar con los otros, con los muchachos querencieros y nuestros que no le achican la realidá a este país. Mi argumento de hoy es la patria: lo que hay en ella de presente, de pasado y de venidero. Y conste que lo venidero nunca se anima a ser presente del todo sin antes ensayarse y que ese ensayo es la esperanza.
¡Bendita seas, esperanza, memoria del futuro, olorcito de lo porvenir, palote de Dios!

En El tamaño de mi esperanza (1), Borges da cuenta de los mensajes que como vendavales crueles azotaban su Buenos Aires y la nuestra, la cual podemos transpolar a cualquier urbe, aquella propia del lector, lugar donde nuestras raíces se hunden en la tierra.

Haciendo un repaso de ciento veinte años de historia argentina (1806­–1926), describe con firmeza la crisis que provocaban en nuestra identidad naciente los mensajes y la cultura que se intentaba imponer a fuerza de repeticiones y proscripciones. Valga para entender su pensamiento la descripción que hace de “el padre de la educación argentina”:

“Sarmiento (norteamericanizado indio bravo, gran odiador y desentendedor de lo criollo) nos europeizó con su fe de hombre recién venido a la cultura y que espera milagros de ella.”

Don Jorge Luis, hijo de un agnóstico y una católica, tenía empero en su abuela inglesa de fe metodista sus raíces protestantes, según él mismo relata en un reportaje que recién se conoció este año al cumplirse el 30º aniversario de su partida (2):

“Sí. Mi madre era criolla, era católica, pero católica a la manera argentina, es decir, más una cuestión social que teológica.
Mi abuela inglesa era de tradición protestante, predicadores metodistas.
Ella sabía de memoria la Biblia. Usted le recitaba un versículo cualquiera y ella le decía: sí, Libro de Job, capítulo tal, versículo tal y seguía adelante.
Entre los protestantes hay mucha gente que conoce de memoria la Biblia (…) y además las citas bíblicas, que serían pedantescas en castellano, son comunes en inglés. La gente continuamente está citando versículos de la Biblia o frases bíblicas, y eso no resulta pedante. (…) por el lado de mi abuela inglesa (…) eran predicadores y profesores.” 

Gracias a Dios, en el ordenamiento de sus obras completas que él mismo hiciera en 1974, decidió incluir por primera vez tres libros extraordinarios: Inquisiciones (1925), El tamaño de mi esperanza (1926) y El idioma de los argentinos (1928) (3).

Exhibiendo sus raíces, nos enseña a descubrir los mensajes encriptados en nuestro terruño, porque somos telúricos, hechos de la tierra. Meditar en ella, cualesquiera sean sus coordenadas geográficas, nos conduce al descubrimiento de nuestra escencia, rechazando los relatos de quienes quieren decirnos quienes somos. Escucharla, depura el oído para descubrir nuestra identidad divina y encarnarla (4), tal como el texto borgiano nos alerta:

“Nuestra realidá vital es grandiosa y nuestra realidá pensada es mendiga. Aquí no se ha engendrado ninguna idea que se parezca a mi Buenos Aires, a este mi Buenos Aires innumerable que es cariño de árboles en Belgrano y dulzura larga en Almagro y desganada sorna orillera en Palermo y mucho cielo en Villa Ortúzar y procedirá taciturna en las Cinco Esquinas y querencia de ponientes en Villa Urquiza y redondel de pampa en Saavedra.

´Sin embargo, América es un poema ante nuestros ojos; su ancha geografía deslumbra la imaginación y con el tiempo no han de faltarle versos´, escribió Emerson el cuarenta y cuatro en sentencia que es como una corazonada de Whitman y que hoy, en Buenos Aires del veinticinco, vuelve a profetizar. Ya Buenos Aires más que una ciudá, es un país y hay que encontrarle la poesía y la música y la pintura y la religión y la metafísica que con su grandeza se avienen.

Este es el tamaño de mi esperanza, que a todos nos invita a ser dioses y a trabajar en su encarnación.” (3)

 

(1) El tamaño de mi esperanza por Jorge Luis Borges
Primera edición: Editorial Proa, Buenos Aires 1926
© 1993: María Kodama y Compañía Editora
Espasa Calpe Argentina S.A. / Seix BarralPrimera edición en Seix Barral / Biblioteca breve: noviembre de 1993

(2) Borges, el nieto de predicadores metodistas
Publicado por El Protestante digital
https://protestantedigital.com/cultura/39620/Borges_el_nieto_de_predicadores_metodistas

(3) Jorge Luis Borges Obras Completas 1
© María Kodama 1995, 1996
© 2011, de la edición en castellano para España y América Latina:
Random House Mondadori, S.A.
© 2011, Editorial Sudamericana S.A.
Publicado por Editorial Sudamericana S.A. con acuerdo de Random House Mondadori S.A.

(4) Génesis 1.26 (NVI)
Y dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza.
Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo».  

Salmo 8.5-8 (NVI)
“Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra: lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio; todas las ovejas, todos los bueyes, todos los animales del campo, las aves del cielo, los peces del mar, y todo lo que surca los senderos del mar.”

 

 borges

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo
Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986
Escritor argentino de los más destacados de la literatura del siglo XX.
Es considerado uno de los eruditos más reconocidos por sus ontologías fantásticas, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, geografías novelescas, múltiples historias universales, bestiarios lógicos, éticas narrativas, matemáticas imaginarias, dramas teológicos, invenciones geométricas y recuerdos inventados, parte del inmenso paisaje sus obras. La filosofía, concebida como perplejidad, el pensamiento como conjetura, y la poesía, la forma suprema de la racionalidad.

 

 

 

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Categoria: Arte, CULTURA, Edición 18 | Los mensajes, entrega 1

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