LA PANDEMIA, EL APOCALIPSIS Y NUESTRA MISIÓN CRISTIANA 1

| 15 junio, 2020 | Responder

¡De un día para otro nos cambió la vida!  Arrancó la pandemia del coronavirus y ya todo cambió. Tenemos que aislarnos, no socializar físicamente, mantener dos metros de distancia y, mejor todavía, quedarnos en casa.  Algunos países o localidades han sido más cautelosos y estrictos que otros. Algunos gobernantes esperan que ignorándolo se acabe el problema. Las salidas a la calle están limitadas a lo más necesario: comida, medicina, trabajo, emergencias.  Las escuelas se cerraron y los estudiantes continúan su aprendizaje a distancia. Las reuniones familiares, de amigos o grupos se realizan en línea. Los que pueden, trabajan desde sus casas.  Otros se reintentan la circunstancia para sobrevivir.  Muchos ya no tienen trabajo. O comida. Todo, absolutamente todo, ha cambiado. Hay que adaptarse.

Las noticias pueden infundir temor. Los números de casos y, tristemente también de las muertes, suben exponencialmente.  Hay que disminuir ese crecimiento.  Hay que desacelerarlo.  Buscamos achatar la curva para que los servicios hospitalarios no colapsen. Nos piden lavarnos las manos una y otra vez, estornudar o toser según el protocolo, y no tocar nada, mucho menos tocarnos la cara.  Solo quedándonos en casa se evita el contagio y la vil multiplicación exponencial.  ¡Parece una película de ciencia ficción!

Ya en varias noticias se han descrito escenas reales como algo “apocalíptico”, porque claro, en las películas de ciencia ficción – e incluso en algunas películas o series que se autodenominan cristianas – se narran cosas terribles como si fueran sacadas del libro de Apocalipsis. Presentan al Apocalipsis como algo tenebroso, terrible, que da miedo.  Pero ¡nada más lejos de la verdad!  Y, probable y tristemente, los cristianos mismos hemos permitido, y hasta perpetuado, ese uso tan equivocado del concepto de “apocalíptico”.

El término “apocalipsis” viene del griego ἀποκάλυψις.  Literalmente significa “revelación”, y específicamente la revelación de Jesucristo.  De hecho, en inglés, al libro de Apocalipsis le llaman “Revelation”.  ¿Será que la revelación de nuestro Señor Jesucristo causa estragos y da miedo?  ¡Jamás!  El libro de Apocalipsis es un libro de victoria, de alabanza, de la revelación de la gloria de Dios.  “¡El Apocalipsis se lee ‘en clave de adoración y culto’, o el Apocalipsis se lee mal! Todo este libro es profundamente litúrgico y debe leerse doxológicamente” (Stam, 1999, Apocalipsis y Profecía, p. 130).  Nos corresponde a los cristianos corregir ese concepto erróneo de lo “apocalíptico”, y devolverle la esperanza al pueblo.  Estamos en el “ya, pero todavía no”: ya vino Jesús, y esperamos su segunda venida con la fe de un nuevo cielo y una nueva tierra.  Eso es vivir apocalípticamente.  Esta pandemia, en cambio, no es apocalíptica.

Otros dirán “son las señales de los tiempos”, o “el tiempo está cerca”.  Según Jesús mismo, “nadie sabe ni el día ni la hora” (Mt 24:36).  Lógicamente estamos más cerca de la segunda venida de Cristo, cronológicamente hablando, puesto que el tiempo pasa; pero desde su vida en la tierra, Jesús ya decía que el tiempo estaba cerca.  Según Jesús, nadie sabe cuándo será.  Asimismo, a través de los tiempos ha habido muchos terremotos, huracanes, diluvios, y hasta pandemias aproximadamente cada 100 años.  ¿Cómo afirmar que ésta sí es la pandemia que señala el fin del mundo? ¿Que ésta si es “la señal de los tiempos”?  Es muy probable que los cristianos pensaron lo mismo durante todas las pandemias, como en la epidemia de la llamada “Gripe española”.  Y ya han pasado 100 años más.  A lo mejor faltan muchísimas catástrofes más.  Según las palabras de Jesús, no hay cómo saberlo.  ¿Será que no estamos llamados a vivir viendo solamente hacia el futuro?  ¿Será que los cristianos debemos ver hacia el futuro, pero con los pies en la tierra?  ¿Será que el “hoy” también es importante?

Lo que sí podemos afirmar es que Dios trata de hablarle a Su pueblo a través de diversas circunstancias.  Y, si no escuchamos, a veces tiene que hablar más fuerte.  No como castigo, ni siquiera como regaño, sino más como un “Estoy hablando. ¡Por favor escuche!” ¿Podemos escuchar Su voz?  ¿Podemos, como manda el salmista, quedarnos quietos y saber que Él es Dios (Salmo 46:10)?  ¿Qué nos quiere decir Dios hoy, inmersos en esta pandemia?  ¿Y cómo, entonces, podemos o debemos responder como cristianos a nuestra realidad actual en medio del coronavirus?

Nota tomada con permiso del Blog personal de Juan Stam












Juan Stam
Misionero en Costa Rica por más de 45 años.
Doctor en Teología por la Universidad de Basilea, Suiza.
Profesor, por muchos años, del Seminario Bíblico Latinoamericano.
Escritor, autor de varios libros y artículos.

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Categoria: ACTUALIDAD, Edición 22 | NUESTRA AMÉRICA: CATACLISMOS Y ESPERANZAS, Editorial, entrega 1, Reflexiones

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