ECONOMÍA BÍBLICA

| 13 julio, 2020 | Responder

La Biblia no es un libro religioso en un sentido tradicional, sino que es eminentemente práctico.

Son muchos los que creen que la Biblia, la palabra de Dios, es sólo un libro para compartirse por un grupo de religiosos dentro de un templo. Otros creen que se trata de un libro obsoleto y que no tiene nada que ver con nuestra vida cotidiana actual y que fue escrito para aquellos hombres antiguos. Otros además dudan de su contenido y de su fidelidad.

Si bien la Biblia en forma íntegra ha sido inspirada por Dios, hay circunstancias que hay que analizarlas de acuerdo a un contexto de tiempo y lugar y grupo de personas. Pero todo ello no resta que la Biblia es la palabra escrita de Dios por medio de distintos autores inspirados por el Espíritu Santo y que se vivifica en nuestros corazones a través de Jesucristo mediante la fe; porque ella es espíritu y vida.

La Biblia habla de muchos temas aunque el principal de ellos es mostrar el amor de Dios y el camino a la reconciliación con el Padre Celestial por parte del ser humano a través de distintas épocas.

Siempre colocando el enfoque en Dios, su palabra y la relación entre semejantes, la Biblia se refiere a varios temas relacionados a la economía, no sólo personal sino a un nivel más elevado. Claro que en la Biblia no vamos a encontrar un programa económico como lo conocemos hoy en día, pero si principios económicos en varios de sus libros.

Muchos de estos principios han dado lugar a la llamada doctrina social económica del cristianismo.  Ejemplo de ello son temas relacionados al trabajo, la producción, el endeudamiento, las riquezas y su uso, el sostenimiento de los necesitados, el albergue al extranjero, la usura, la explotación y opresión del semejante, distribución de la riqueza, etc.

Queremos decir con esto que no es un libro religioso en un sentido tradicional, sino es un libro eminentemente práctico. Si vemos cómo se encuentra el mundo actual en materia económica, social, laboral, y en cualquier aspecto podemos deducir que esto es la consecuencia de no obedecer a los principios de Dios.

Un principio es una ley o regla que se cumple o debe seguirse con cierto propósito, como consecuencia necesaria de algo o con el fin de lograr lo esperado. Los seres humanos discuten sobre ideologías pero más bien hay intereses económicos en el medio más que distintas formas de ver algo. Para los tecnócratas de la economía los seres humanos son sólo números y variables, pero en el pensamiento de Dios cada ser humano es imagen y creación de él. Si tales tecnócratas le creyeran a Dios el mundo sería probablemente distinto.

La oferta y la demanda es la ley que rige para que muchos economistas expliquen cada situación y las soluciones desde su punto de vista al menos en el llamado mundo occidental, pero para Dios la ley que prima es la solidaridad, el precio justo de cualquier bien dónde ambas partes terminan beneficiadas, el trabajo y producción genuina, la justa distribución de las riquezas y la responsabilidad de cada ser humano.

El sistema mundial actual nos propone un hiperconsumo, Dios nos propone prudencia y correcta administración de los recursos. Este sistema nos habla de un mercado laboral a la manera de un engranaje, Dios presenta al trabajo como un don para dignificar al ser humano. La especulación en materia de precios y la oferta y demanda de bienes dice el sistema económico es la que establece un precio, para Dios el abuso en el precio de algo es codicia y usura.

Y así podemos encontrar múltiples ejemplos que muestran el contraste entre lo que propone el hombre y lo que dice Dios. Grandes riquezas acaparadas a costa del hambre y necesidades de otros, concentraciones de poder económico son el espíritu mundial, pero Dios habla de las riquezas no como un fin en sí mismas sino como un fin social.

Ahora cuales son los principios rectores que la Biblia enseña acerca de la economía? Veamos algunos. En primer lugar aclaramos que la producción de riquezas es un don de Dios. Las riquezas en sí mismas no son otra cosa que el desarrollo de este don. El problema es la motivación en su obtención y su posterior uso. Esto quiere decir, que no es malo la obtención genuinas de riquezas y su reproducción cuando se entabla en los principios de Dios (Deuteronomio 8:18).

  1. El capital al servicio de la economía: no queremos entrar en terminologías técnicas  ni en la historia del dinero y en diferencias semánticas para una mayor comprensión. El capital es uno de los factores de la producción junto a la tierra y el trabajo por lo tanto los tres deben interactuar. Sin uno de ellos es imposible el desarrollo de cualquier economía y la forma genuina de obtenerlo es a través de la producción y el trabajo (Génesis 2:15). Sin embargo el capital puede ir direccionado hacia la producción y el trabajo o hacia la especulación. En el mundo de hoy a través de la especulación se obtiene mucho más rendimiento que a través de la producción, claro esto es con el permisivo de políticas públicas que apuntan a esto. Es decir nada es casual. Cuando hablamos de especulación no nos referimos a la protección del capital a fin de evitar la pérdida de su valor en estos tiempos especialmente en economías fluctuantes, sino a la vida de especulación que busca enormes ganancias sin riesgos a corto plazo aprovechando un contexto permisivo en lo público y generando pérdidas para otros sectores. Así la especulación es condenada por Dios porque es avaricia (1 Timoteo 6:10); y viola el principio bíblico de ganar el pan con el sudor de la frente (Génesis 3:19). Y cuando nos referimos a economía debe entenderse no lo monetario sino a la constante circulación de bienes y servicios dónde el dinero es uno de ellos pero no el único producto de la generación de riquezas mediante la economía. Es decir en idioma bíblico el capital o riquezas (lo tomamos como sinónimos) que se obtienen deben aplicarse a la producción de bienes y servicios. Así es un círculo con retorno (San Mateo 25:14-30). El capital va hacia la producción, y esta al consumo y luego vuelve con una tasa de retorno del capital invertido. En conclusión la Biblia no condena las riquezas ni el deseo de prosperar cuando las riquezas son usadas correctamente y con justicia
  2. La economía debe estar orientada a la producción: como dijimos lo que importa es el uso del capital o riquezas. La Biblia habla que el problema no son las riquezas sino el amor a ellas. Las riquezas no son absolutas y tienen un fin, ser un medio para que otros puedan desarrollarse en la vida. Con las riquezas se pueden crear fuentes dignas de trabajo, se puede ayudar a instituciones, mover para bien la economía. Ahora si la economía consiste en la circulación continua de bienes y servicios, estos deben producirse para que lleguen a otros que los necesitan mediante el uso del capital y del trabajo. Producir es la creación de bienes y servicios al que se le va agregando valor. Una economía como dijimos puede apuntar a la especulación o a la producción. Por ello el contexto requiere que las políticas económicas se orienten a la producción de bienes y servicios. A su vez la producción vuelve a generar riquezas y de esta forma está en marcha la rueda de la economía. Lo contrario es el ejemplo de la parábola del rico y Lázaro. El primero no producía, sino acaparaba (San Lucas 16: 19-31), su objetivo no era el bien común sino sólo el propio, era ser ostentador de lo que tenía, y tener dominio y poder sobre los demás. El problema no era que era rico y poseía riquezas sino para que las quería y cómo la usaba. Y esto es tema actual y lo ha sido a lo largo de la historia. Cuál es la motivación que nos lleva a querer tener riquezas. Producir pone en marcha la capacidad transformadora del ser humano y de dominio en los límites de Dios de lo creado. Así, la economía está al servicio de la producción cuando alcanza bienes comunes y no solamente individuales.
  3. La producción al servicio del trabajo: ganar el pan con el sudor de la frente es un mandato de Dios (Génesis 3:19) luego de la caída del ser humano de la gracia de Dios. Pero el trabajo es un don de Dios y fue establecido en el jardín del Edén antes de esta situación. Tanto el trabajo como la producción están íntimamente relacionados. El ser humano es productivo por excelencia. Así trabajamos en la creación, sobre la creación, con la creación y, si lo hacemos como Dios quiere, para la creación. Trabajar es transformar y obtener frutos de ese trabajo y esto es producción. Así visto la producción debe ser una fuente genuina que genere y demande más trabajo mediante la reinversión del capital redituable.
  4. El trabajo al servicio del ser humano: Ahora el trabajo en general no debe ser un fin en sí mismo sino dignificar al ser humano pues este tiene dignidad dada por Dios. Si el trabajo dignifica no debe ser un afán porque la bendición de Dios no añade tristeza (Proverbios 10:22), y ambas partes en la relación deben quedar beneficiadas. Lo contrario al desequilibrio en la relación es abuso, especulación y opresión. Lo que observamos en el mundo de hoy no es el trabajo como fue dado por Dios aún después de la caída. El ser humano a pasado a ser un engranaje de una maquinaria gigantesca necesitando trabajar más y más ya sea para su mantenimiento o por afán. La dignidad del trabajo ha quedado relegada. La dignidad del trabajo son derechos inviolables que le son inherentes al libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley de los demás son fundamento del orden político y de la paz social. Toda persona necesita del trabajo para reafirmar su dignidad, y esto convierte al trabajo en un derecho. Por lo cual la desocupación atenta contra este principio. Ahora Para que del trabajo dignifique al ser humano, el trabajo debe realizarse en condiciones de libertad, creatividad, participación y solidaridad.
  5. El ser humano sirviendo con el trabajo al Creador: El trabajo es la continuación de la obra creadora y redentora de Dios. No es el trabajo un castigo por el pecado como algunos todavía creen, sino que es el medio por el cual el hombre adquiere dignidad y se realiza como ser humano. El trabajo dignifica a la persona porque la hace sentir capaz, útil, necesaria, y perteneciente a una sociedad activamente económica. Ganar algo por el propio esfuerzo, sin que nadie nos regale nada, es parte del proceso de realización personal. Así vemos como empezamos el ciclo hablando de principios económicos desde la perspectiva de Dios y concluye el mismo con el ser humano sirviendo a su Creador. Sin este paso estaría incompleto todo el proceso. Es decir, el ser humano en Dios, por Dios y para Dios; glorificando su Nombre.

José Juri
Contador Público Nacional

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Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
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Categoria: Economía, Edición 22 | NUESTRA AMÉRICA: CATACLISMOS Y ESPERANZAS, entrega 3, SOCIEDAD

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