LA ORACCIÓN

| 4 enero, 2021 | Responder

La oración es el distintivo de aquella persona que se encontró con Dios; o que Dios le ha salido al encuentro.

“…porque he aquí, él ora.” Hechos 9:11

Esta breve frase se la dice el Señor a un discípulo, Ananías, en relación a la espectacular conversión de Saulo, quien desde ahora se llamará Pablo, el apóstol.

La oración es el distintivo de aquella persona que se encontró con Dios; o que Dios le ha salido al encuentro.

Saulo de Tarso perseguía a los discípulos. Ananías lo sabía.

Y Jesús le dice, entre otras cosas, “…él ora”, o más fiel al texto griego: “…él está orando”, porque el verbo está en presente continuo. Esa respuesta fue un argumento contundente para tranquilizar a Ananías. Porque el hecho de estar orando es la marca del cambio de mente y de actitud. Es la señal más clara del arrepentimiento.

“Él está orando” no es un límite sino una acción que se prolonga en el tiempo. No es “él ora por los alimentos”, ni “él ora cuando está necesitado”, sino que indica una vida de oración (continuidad).

Aunque parezca una paradoja, hay cristianos que no oran. Y una iglesia compuesta por creyentes que no oran, es una iglesia que no ora, aunque exista la oración en los cultos.

La oración debe ser una oracción. Este neologismo o palabra nueva indica que la oración tiene que ver con la acción. Ya de por sí, la oración es una acción. Pero, muchas veces la oración se convierte en un acto repetitivo y vacío de contemplación o meditación.

Es triste que el momento individual de oración se limite al devocional. Este es, tradicionalmente (aunque no sé dónde ni cuándo nace), un tiempo más o menos extenso, en el que se ora y se lee la Biblia. Sin embargo, Jesús no le dice a Ananías: “él tiene su devocional”. Me animo a decir que esta práctica, tan promovida desde los púlpitos, no es bíblica. Lo que sí es bíblico es el mandato de una de las cartas de Pablo: oren sin parar, o bien, en la versión más conocida: Orad sin cesar. Esto implica una vida de oración constante, sea en el ámbito privado como en el público y en el eclesiástico. Esto nos lleva a considerar tres niveles de la oración:

El nivel privado, que a su vez se puede dividir en individual y familiar. Esto último en el caso de pertenecer a una familia.

El nivel público, que puede ser cualquier ámbito de la sociedad, que no sea la iglesia.

El nivel eclesiástico, en cualquier asamblea de creyentes.

Sin duda, los tres niveles son importantes, aunque podemos priorizar el primero, el plano individual. Ananías pertenecía a una comunidad cristiana, pero en el momento que analizamos, lo encontramos solo, orando al Señor. Y Él se le manifestó.

Cuando oramos, se abre una ventana que le permite a Dios comunicarse con nosotros. Es la abertura por donde pasa la voz de Dios, sus palabras. Estas no necesariamente deben ser audibles, aunque esto no es imposible, sino que son leves impulsos, pensamientos inyectados por Dios a nuestro espíritu y a nuestra mente.

Orar + predicar
La diferencia entre dos predicaciones de dos predicadores, es la oración. Si uno de estos ora antes y durante su prédica, se notará la diferencia. Podrán usar las mismas palabras, los mismos textos bíblicos, y poseer ambos el mismo conocimiento de las escrituras. Pero, si solo uno de los dos oró antes y ora durante su predicación, los oyentes, los que estén conectados en el Espíritu, notarán la diferencia. Los oyentes que oran, léase: estar en oración constante, conocerán al predicador que oró. Los que no oran, en el mismo sentido, elogiarán a ambos predicadores.

El Señor no le dijo a Ananías: He aquí, él (Saulo) predica, o es bueno, diezma, o asiste regularmente a los cultos. Solo le dijo: él ora. Esta es una distinción, una marca de los que han conocido a Jesús.

Orar + obras
El griego es más preciso al usar un verbo en presente continuo: “Porque, mira, está orando…”

Es una acción continuada en el presente.

La oración marca la diferencia, no solo entre creyentes y ateos, sino entre los mismos cristianos.

Esto es lo más triste e ilógico. En realidad, el creyente que no ora es un mero religioso. Vive de acuerdo a las reglas de una congregación, no de las pautas bíblicas. Asiste al culto con cierta regularidad, y hasta suele predicar o tener parte en alguna de las actividades de su iglesia. Pero no ora. Entonces, todas sus prácticas carecen del aceite espiritual que solo otorga una relación personal con Dios. Y esto se llama orar.

Las obras del cristiano deben realizarse teñidas de la oración. De lo contrario, solo serán acciones sin valor espiritual, o sea, sin ningún valor. El que conmigo (el que no me habla, el que no ora) no recoge, desparrama, ha dicho Jesús.

Orar + práctica
Veamos el pasaje de Mateo 18, 19, en el original griego:

“De nuevo ciertamente les digo, que si dos de entre ustedes están acordes (sinfonesin) en la tierra sobre toda cosa (pragmatos) que pidan, les será hecho de parte del padre de mí…”

La palabra cosa es una mala traducción de pragmatos, práctica. De esta viene praxis, o pragmática. Esto tiene que ver con prácticas. Cosa es algo vago y puede abarcar una infinitud de cosas. Cualquier cosa no es cualquier cosa. La palabra original indica una acción, una empresa, una práctica. Temo que ese pasaje haya sido mal usado, debido a esa palabrita “cosa”. Tal vez pensamos que cualquier cosa es cualquier anhelo o deseo que tengamos. Podría ser ganar en la lotería, claro que usaríamos algún número bíblico, como el 777, o el 316, en referencia a Juan 3,16. O ponernos en acuerdo con nuestra esposa, y pedir a Dios que nos aumenten nuestros sueldos. Sin embargo, la palabra refiere a otra cosa: a un proyecto, una acción, una praxis.

Nos ponemos de acuerdo con otro cristiano, no para recibir beneficios materiales, sino para realizar prácticas para el reino de Dios. Y el mismo Señor nos guiará a esa praxis. A ese tipo de pedidos, Dios se compromete responder.

“…El Espíritu Santo inspira, guía, orienta, activa y sostiene la oración”. Del libro Orad en el Espíritu, de Arthur Wallis.

Orar + testificar
Antes de conocer a Cristo, dos personas, en el lapso de un año, me hablaron de Jesús con la intención de que yo aceptara esa fe. La primera fue una chica activa en su iglesia y con un amplio conocimiento de la Biblia. Pero, eso no fue suficiente para que yo aceptara su mensaje.

El segundo fue un cristiano que me dijo casi lo mismo. Sin embargo, creí en lo que me dijo. La diferencia: su oración. Su relación con Dios, la que luego conocí mejor.

El hecho de que alguien acepte el evangelio que le anunciamos, depende directamente de nuestra vida de oración. No depende de nuestro conocimiento bíblico, aunque esto es necesario para trasmitir ese mensaje. Pero, si no oramos, todo ese bagaje será vacío. Dios quiere usarnos en el testimonio, pero, sin oración, Él no actuará a través de nosotros.

La marca distintiva del cristiano no es su bondad, ni sus obras, ni su asistencia a los cultos; es el hecho de que ora, o que está orando, de una manera continua, tal como lo manda la Escritura.

¿Qué sucedería si un gobierno prohibiese todo tipo de actividad religiosa y ordenase cerrar todos los templos? ¿Sería ese el fin de la Iglesia? Solo sería el fin de los aspectos externos de las religiones. Algunas, o muchas, en verdad desaparecerían. Porque están basadas en ritos y en liturgias que solo se realizan en los templos. El problema será para los creyentes religiosos, para los evangélicos “denominacionalistas”, aferrados a las reglas de su congregación. Pero no lo será para el cristiano que ora, que lo hace diariamente, en el Espíritu.

Orar + Perdón
Texto: Mateo 6, 5-15

Inmediatamente del Padrenuestro, conocido como la oración modelo, Jesús refuerza uno de los puntos de esa oración. Habla del perdón.

“Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, los perdonará también a ustedes el padre celestial, pero si no perdonan…”

La oración está íntimamente relacionada con el perdón. Diría que el perdón es una de las llaves para abrir la puerta de acceso a la oración genuina. Y no me refiero a oraciones perfectas desde la oratoria. Eso lo hacían muy bien los religiosos, los que usaban vanas repeticiones, como Jesús los denunció en ese mismo sermón. Hablo de la oración libre, la que fluye, aunque no sean las palabras correctas. Si no hay perdón en el corazón, es en vano que los labios se dirijan a Dios.

Orar + la regla de oro
Existe otra relación, o llave, para orar según Dios. Está en el mismo sermón de la montaña. (7, 7-12). Jesús nos impele a pedir, buscar, llamar; y nos asegura que el Padre nos dará, nos permitirá hallar y nos abrirá puertas. Pero, en seguida, casi como una condición, nos demanda tratar a los demás como nos gustaría que nos traten.

El orar siempre se fusiona con un hacer, una praxis, de nuestra parte. Muchos oran, y se sientan a esperar las respuestas. Esa no es la dinámica propuesta por Dios. Por eso, al principio, propuse el neologismo oracción, porque en este se funden acción y oración.

El binomio inseparable es orar + actuar. Sea perdonar, tratar a los demás como nos gustaría que nos traten, o bien, acciones posteriores, tales como predicar, testificar o una empresa, praxis, en la que hemos acordado con otro cristiano en oración.

Marcelo Maristany
Escritor, dibujante-ilustrador y tallerista,
Autor de los libros “El quinto riel y otros cuentos”,
“Ensanblados”, “Jaguares”, “Bitácora”, “Onírica” y
una publicación en formato e-book “Ateos y ateos”.
Autor e ilustrador de cuentos para niños: “La Ballena roja”,
“El dinosaurio de la cola puntiaguda” y “¿Cuál es tu secreto?”
Actualmente se congrega en la 2da iglesia de la Unión Evangélica Argentina de La Plata

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Categoria: Biblia, BIBLIA, Edición 23 | NUESTRA AMÉRICA: SER IGLESIA HOY, entrega 7

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