EL PENTECOSTALISMO Y LOS EVANGÉLICOS MOVIMIENTOS PREEXISTENTES

| 26 noviembre, 2012

Cuando el movimiento adquirió trascendencia, personas de diferentes estados de los EE.UU. y de otros continentes viajaron hacia la famosa calle Azusa, Los Ángeles, California, donde recibían el toque de Dios y lo trasladaban a diferentes partes del mundo.

Aunque las batallas y ataques que mutuamente se lanzaban desde los púlpitos las iglesias pentecostales y las históricas las hacían parecer acérrimas enemigas, los resultados muestran que todo estaba dentro de un plan de protección de Dios.

Desde principios del siglo XX, en el Nuevo Continente, la iglesia evangélica experimentó un crecimiento notable. Se multiplicó casi exponencialmente el número de miembros, creció la cantidad de templos y hasta los mismos evangélicos dejaron de practicar su fe de una manera discreta e imperceptible para manifestar con total apertura su relación con Cristo y la predicación del Evangelio.

Antes, la evangelización iba acompañada de obra social y evangelismo de presencia. Se esperaba que los incrédulos llegasen a los templos y se adhirieran a la fe de una manera poco impactante.

La predicación del Evangelio rara vez quedaba en manos de individuos fervientes y parecía que la fe evangélica era patrimonio de las culturas de determinadas latitudes.

Pero los años 1900 fueron testigos de verdaderos fenómenos que cambiaron la fachada de la iglesia evangélica. Cada vez más personas se atrevían a predicar sin que hubiese un programa que las organizara y enviara. Su tarea era más bien espontánea.

Las iglesias se lanzaban a publicar la Palabra de Dios con eventos que tenían cierto impacto social. La comunidad reaccionaba frente a esta predicación agresiva, primeramente con hostilidad y vandalismos, y luego, con asombro por el “cambio de personalidad” de la iglesia y de sus miembros.

Sin dudas, la denominación que estuvo en el epicentro de toda esta revolución ha sido la Pentecostal, que asumió la directiva en este énfasis y afectó al resto del mundo evangélico para bien.

La acción del Espíritu Santo tuvo sus brotes en los EE.UU., en Topeka, Kansas, cuando Charles Parham, ministro metodista y director de un instituto bíblico, protagonizó un verdadero mover del Espíritu Santo con todo tipo de manifestaciones, incluyendo el hablar en lenguas.

Desde los orígenes del cristianismo post apostólico hasta el siglo XIX, se citan evidencias del mover pentecostal. Este estaba asociado al énfasis sobre la conversión real, la búsqueda de Dios y una vida de santidad. Desde los años 1700 hasta principios del siglo XX, los movimientos de santidad creaban una conciencia de necesidad de búsqueda de Dios y tenían sus exponentes que causaban un enorme impacto en sus contemporáneos.

Pero Parham dio forma doctrinal a la experiencia de una manera sencilla y se dedicó a predicar sobre este mover que se caracterizaba con el hablar en nuevas lenguas. Uno de los que contagió este fervor fue William Seymour, hijo de esclavos emancipados y ministro bautista, que recibió la experiencia pentecostal que inició un verdadero estallido de avivamiento en aquel lugar y afectó a otros.

Cuando el movimiento adquirió trascendencia, personas de diferentes estados de los EE. UU. y de otros continentes viajaron hacia la famosa calle Azusa, Los Ángeles, California, donde recibían el toque de Dios y lo trasladaban a diferentes partes del mundo.

El pentecostalismo, con toda certeza, estuvo a la vanguardia del crecimiento de la población evangélica gracias a las manifestaciones que el poder del Espíritu Santo realizaba. Pero en sus comienzos debió enfrentar una fuerte oposición de las iglesias históricas, que no consideraban en su teología un lugar para la experiencia pentecostal.

Aunque las batallas y ataques que mutuamente se lanzaban desde los púlpitos las iglesias pentecostales y las históricas las hacían parecer acérrimas enemigas, los resultados muestran que todo estaba dentro de un plan de protección de Dios.

Como el hablar en lenguas era “la experiencia pentecostal”, no había fuertes fundamentos bíblicos para justificar todo lo que ocurría. En las reuniones de principios del siglo XX se observaban desórdenes, excesos y hasta escándalos protagonizados por sus líderes. ¿Cómo separar lo precioso de lo vil? ¿Cómo transformar el sucio carbón en diamante? Hacía falta una teología pentecostal que regulase los excesos y diese forma a lo que hasta ese entonces era un movimiento.

Los ataques y resistencia de las iglesias históricas, basados en una prejuiciada hermenéutica de las Escrituras, llevaron a que los pentecostales, que al fin y al cabo seguían honrando la Palabra de Dios, buscasen justificar en la Biblia lo que creían y experimentaban con tanta convicción. Así se gestó la teología pentecostal.

Hoy podemos decir que el pentecostalismo dejó de ser un movimiento sin forma, doctrina u organización. En una centuria, la iglesia pentecostal dejó de ser el refugio de creyentes excéntricos provenientes de diferentes confesiones protestantes. Ya posee líderes autóctonos de varias generaciones. El pentecostalismo es ya una denominación representada por varias organizaciones que cuentan con diferentes énfasis ministeriales. Pero además, podemos afirmar que el pentecostalismo cuenta con una teología bíblica de aceptada erudición y adeptos de diferentes niveles intelectuales, culturales y sociales.

Así como el hierro aguza al hierro, las antiguas denominaciones fueron, en su resistencia al pentecostalismo, el instrumento de Dios para depurar un gran potencial que, de otra manera, se hubiera transformado en secta.

 

Edgardo R. Muñoz
Pastor de la Iglesia Avance Cristiano, en Temperley (B)
Vicedirector del Instituto Bíblico Río de la Plata
Presidente del Departamento de Educación Cristiana de la Unión de las Asambleas de Dios

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que, fiel a sus principios, no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.

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Categoria: Avivamiento, Edición 1 | LA ORACIÓN, entrega 4

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