GUERRA DE SIMIENTE… GUERRA DE SEMILLAS

| 19 agosto, 2013

Imperceptiblemente y casi sin darnos cuenta ha comenzado un aniquilamiento silencioso de la esencia de la naturaleza. Su información genética. Su ADN. La agricultura transgénica se alza al poder del control de los alimentos y por ende de las personas. Sin embargo no comenzó ahora. Es una guerra milenaria.

Cuando era chica solía cantar un viejo himno que decía:
 “Sembraré la simiente preciosa
 del Glorioso Evangelio de amor,
 sembraré, sembraré mientras viva,
 dejaré el resultado al Señor.”

Hay una preciosa semilla, simiente de vida, que siempre es referida al Evangelio de Reino de los Cielos; la buena semilla, verdadera, genuina, probada, legítima, fidedigna, inequívoca.

Sin embargo, existe otra mala semilla, cizañosa, simiente de muerte, perversa, falsa, disfrazada, oculta, encubierta, artificial, totalmente manipulada, que quiere contaminar la buena semilla. Se quiere adosar a ella para traer una deformidad y ahogarla.

El relato de la buena semilla de los Evangelios no puede ser más ejemplificadora a esta altura de la ciencia, donde la ingeniería genética, la biología molecular, la biotecnología y un sinfín de nuevas metodologías están trayendo, a través de los granos transgénicos, una sombra amenazante a la seguridad alimentaria mundial. Y una pérdida de la esencia de la agricultura orgánica.

Como respuesta a esa amenaza, en Noruega, a mil kilómetros del círculo polar ártico, en Svalbard, se terminó de construir en febrero de 2008 una bóveda global de semillas. También denominada Reserva de Semillas del “Juicio Final” o “Arca de Noé”. Dicha reserva es un repositorio de semillas, contiene todas las variedades inimaginables de cada especie y toda la bio-diversidad de cultivos que existen en el mundo. Este almacén tiene una capacidad de 4.5 millones de semillas.

Al estar enclavada en la roca y ser construida a ciento treinta metros de profundidad y recubierta de hielo y nieves eternas, preserva al semillero de cualquier catástrofe natural o artificial, máxime de explosiones nucleares, conflictos armados, consecuencias de una tercera guerra mundial. Mientras tanto se conservan a dieciocho grados bajo cero, en cajas de aluminio, cerradas herméticamente, lo que garantiza una baja actividad metabólica y un perfecto estado de conservación durante siglos. El objetivo es preservar la simiente natural. Esto nos lleva a exclamar: ¡Qué nobles motivos!

A no ser que gente que se lleva bien con su cerebro comience a preguntarse algo tan común como: ¿Quién o quiénes financiaron semejante obra de infraestructura y envergadura? Entonces comienzan a perfilarse nombre como Bill Gates, Monsanto, Syngenta, Fundación Rockefeller. Todos estos nombres nos llevan a relacionarlos no precisamente con cultivos orgánicos, naturales sino precisamente todo lo contrario, con cultivos transgénicos.

El grano transgénico es un alimento que ha sido modificado genéticamente. Eso significa que su complexión interna ha sido variada. Es un mutante, donde se han mezclado genes de otras especies. Tales como insectos, pescados u otros animales. Tal procedimiento desvirtúa a la planta en su totalidad, ya que por lógica nunca se darían estos cruces en la naturaleza.

La modificación genética de resistencia a herbicidas permite aplicar este veneno de amplio espectro durante todo el período de cultivo, sin que las plantas transgénicas se vean afectadas ya que mediante la introducción del gen de una bacteria, la planta produce una toxina cuyo efecto es mortal para orugas como el barrenador de maíz o el gusano de algodón, quienes mueren de inmediato.

Algo que resultó muy impactante en el documental de Monique Rubin “El mundo según Monsanto” fueron las declaraciones de unos agricultores norteamericanos, que habían sido víctimas de sabotajes de la mencionada empresa. Durante la noche entraban emisarios a contaminar la semilla natural de estos sufridos granjeros con la otra semilla genéticamente modificada. El resultado eran plantas deformes, que fenotípicamente habían sufrido la alteración y daban como consecuencia una monstruosidad. Ellos declaraban lo siguiente: “Se quieren adueñar de la vida, quieren quedarse con la simiente genuina”.

La guerra de simiente no comenzó ahora con Monsanto y Syngenta, comenzó en otro huerto. Un huerto donde la agricultura y el ADN eran 100% orgánicos y naturales: el huerto de Edén. En Génesis 3:15 observamos como la simiente de la mujer (Cristo) está enfrentada con otra semilla, o simiente, la de la serpiente. Entre ellas sostienen una guerra: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.

Incongruentemente, estos farsantes de la vida han puesto el nombre al reservorio de semillas “El Arca de Noé”. Arca que preservó la simiente del Mesías cuando la destrucción por agua a causa de violencia y contaminación asoló la tierra. La historia bíblica por preservar la simiente mesiánica que concluye con Cristo es muchas veces cruenta y dolorosa. Porque supuso guerras, enfrentamientos, rivalidades, holocaustos, sacrificios.

Estos embaucadores que están al mando del reservorio de semillas que está en Noruega ¿a qué costo venderán esas semillas cuando los agricultores del mundo las necesiten? ¿Quién puede confiar en que no han sido modificadas y que conservan el ciento por ciento de su naturaleza?

Recordemos que Bill Gates es el principal accionista de Monsanto. En el año 2010 compró 500 mil acciones por valor de 23.1 millones de dólares. Tanto la fundación de Bill y Melinda Gates como la Fundación Rockefeller o la Fundación Carnegie o la Fundación Ford actúan como verdaderos filántropos; ello alimentando al África en la sabida Revolución Verde mediante granos transgénicos y vacunando a los pobres del tercer mundo. En los años ‘90 se lanzó una campaña para vacunar contra el tétano a millones de mujeres en Nicaragua, México y Las Filipinas, entre las edades de 15 y 45 años. Posteriormente se descubrió que dicha vacuna contenía hCG, una hormona que cuando es combinada con un portador de anatoxina tetánica hace que una mujer sea incapaz de sustentar un embarazo.

El profesor francés Gilles Eric Seralini y su grupo en la universidad Popular de Caen (Francia) llevaron a cabo un estudio con doscientas ratas a las que alimentaron con maíz transgénico por dos años. Estas ratas desarrollaron tumores cancerosos. El estudio se publicó en diferentes revistas científicas de los EE.UU pero causó un grave dilema para Monsanto dado que tuvieron que desacreditar el estudio. Lo desacreditaron gracias a la Unión Europea, a la Comisión de Bruselas, y al lobby de Monsanto en Bruselas. Muchísimo dinero mediante pudo acallar los resultados más que probatorios del profesor Seralini.

África tiene el suelo más fértil de toda la tierra y todavía no ha sido totalmente destruido por los productos químicos. Si estos monopolios logran penetrar y lograr el control de ese suelo introduciendo los transgénicos, como lo hicieron en Argentina gracias a las políticas del Dr. Carlos Menem, habrán dado un grandísimo paso para el control de la población mundial. Porque como dijo Henry Kissinger: “Controla el petróleo y dominarás naciones pero controla los alimentos y dominarás a las personas”.

El más grande sacrificio de la población humana ha comenzado silenciosamente. Es la destrucción del ADN. Secretamente y sin piedad se ha iniciado un programa de despoblación global. En esta guerra de simiente, de semillas, de semen que comenzó en el huerto en el Génesis, misteriosamente la mujer y el dragón se vuelven a encontrar en el Apocalipsis (12:1). El relato termina con un final muy feliz porque la mujer y su simiente (el niño) son arrebatados para el Reino de los Cielos.

Siempre me pregunté si el relato bíblico de la confrontación entre David y el gigante Goliat no era una confrontación entre dos simientes: la de Cristo y la de una raza alterada en su conformación genética, la de los hijos de Anac. Sea como fuera, el final de la historia siempre resulta a favor de los Hijos de Dios.

¿Cómo podremos nosotros débiles, pobres, frágiles hacerle frente a semejantes monopolios mundiales? La palabra de Dios está de nuestro lado. La serpiente le herirá el calcañar pero la simiente de la mujer le aplastará la cabeza. Y como dice el apóstol: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo nuestros pies”… Pero mientras tanto… HAY QUE HACERLE FRENTE.

 

Bibliografía:
“Semillas de Destrucción”. Joseph E. Stuglitz
Documental “El mundo según Monsanto”. Monique Rubin.
El hambre al estilo transgénico. Daniel Estulim.

 

Mimi Agostino
Educadora en la Región 5
Distrito de Alte. Brown
Directora y Representante Legal del Instituto Educativo Vida Cristiana del mismo distrito

 

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Categoria: Edición 5 | LA CREACIÓN ANHELA, entrega 6, Reflexiones

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