LA UNIDAD EN CRISTO II

| 30 septiembre, 2013

Tal como lo prometimos continuamos con la entrega de parte del sermón de Spurgeon en que predicó sobre el tema de la unidad en la diversidad. Nos permitimos aconsejar leer la primera parte, en esta edición de Cordialmente, a fin de seguir el hilo de este sermón del Príncipe de los Predicadores.

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” Juan 17: 20 y 21

(I. Primero, entonces, SOBRE LA UNIDAD DESEADA. Cont.)

Los Puritanos, después que fueron perseguidos y arrastrados a prisión en este país, huyeron a Nueva Inglaterra, y tan pronto desembarcaron en la costa, comenzaron a decir: “todos hemos de ser uno; no ha de haber ningún cisma”; y el gran látigo fue blandido en la espalda del cuáquero, y esposaron las muñecas sangrantes del bautista, porque estos hombres, de algún modo u otro, no serían del tipo que se sometería, sino que pensarían por ellos mismos y obedecerían a Dios antes que al hombre.

En nuestros días, el doctor Pusey sueña con que los anglicanos y la Iglesia Rusa puedan ser unidas, y luego, tal vez, los católicos romanos podrían meter su cuchara; y así, una vez más, todos serían uno. ¡Un mero sueño! ¡Una mera quimera de un cerebro amable pero extravagante! Si alguna vez llegara a ser una realidad, resultaría ser un árbol de upas, (1) a cuya raíz todo hombre honesto debe poner de inmediato el hacha.

Pero ¿qué quiso decir el Salvador con: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí”? Hemos de comenzar por el principio. ¿Cuáles eran los elementos de esta unidad que Cristo deseaba tan ansiosamente? Este capítulo nos proporciona una respuesta muy clara. La unidad había de ser compuesta por los individuos que aquí son llamados “ellos”; “para que todos (ellos) sean uno.” ¿Podrían echar una mirada al capítulo entero para comprobar quiénes son ‘ellos’? Miren en el segundo versículo: “Para que dé vida eterna a todos los que le diste”. Entonces vemos que la unidad propuesta es de personas dadas especialmente a Jesús por el Padre. Entonces no se trata de todos los hombres que por casualidad vivan en alguna provincia en particular, o distrito, o ciudad, sino de una unidad de personas que han recibido, no la vida común que tienen todos, sino la vida eterna. Entonces, las personas especiales que han sido vivificadas por Dios el Espíritu Santo, y que han sido llevadas a una unión vital con la persona del Señor Jesús, son las que han de constituir una unidad.

Además, son descritas en el versículo sexto como personas a quienes el nombre de Dios ha sido manifestado; personas que han visto lo que otros nunca vieron, y que han contemplado lo que otros no pueden saber. Son hombres que le fueron dados del mundo, según nos informa ese versículo: hombres elegidos, tomados de la masa ordinaria; entonces, no se refiere a toda la masa; no se trata de reinos, ni de estados, ni de imperios, sino de personas selectas. Son personas que han sido enseñadas, y que han aprendido lecciones inusuales: “Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti”: y han aprendido bien su lección, pues encontramos que está escrito: “Han guardado tu palabra; y han creído que tú me enviaste.”

El versículo noveno describe que Cristo ora por ellos, en un sentido con el que nunca jamás ora por el mundo. Son personas, de conformidad al versículo décimo, en quienes Dios es glorificado; en quienes el nombre de Jesús brilla con resplendente lustre. Lean todo el capítulo, y descubrirán que la unidad que el Señor tenía en mente era la de personas elegidas que siendo vivificadas por el Espíritu Santo, son conducidas a creer en Jesucristo; personas orientadas a lo espiritual, que viven en el reino del espíritu, que valoran las cosas espirituales, y que forman una confederación y un reino que es espiritual y no de este mundo. Allí está el secreto.

Las mentes carnales oyen que Jesús llevará una corona de perlas; entonces encuentran perlas en las conchas y tratan de unir las conchas de las ostras, y, ¡qué cosa tan extraña confeccionan! Pero Jesús no aceptará ninguna unión de las conchas; las conchas deben ser quebradas como cosas despreciables; deben ser unidas las joyas y únicamente las joyas. Se rumora que el Rey ha de llevar una corona, y que esa diadema ha de ser construida de oro fino; al instante los hombres traen sus enormes pepitas, y quieren diseñar la diadema con grandes cantidades de roca, tierra, cuarzo, y no sé qué otras cosas más. Pero no puede ser así; el rey no se pondrá una corona como esa: Él refinará el oro, le quitará la tierra, y la corona será fabricada de oro fino, no del material con el que ese oro esté unido por casualidad.

Entonces, ¿de qué está compuesta la única Iglesia de Dios? ¿Acaso está conformada por la Iglesia de Inglaterra, y por la Unión Congregacional, y por la Conferencia Wesleyana, y por el Cuerpo Bautista? No, no lo está. ¿Entonces la Iglesia de Inglaterra no es una parte de la Iglesia de Cristo, y la denominación Bautista no es otra parte? No; yo niego que estos cuerpos, como tales, sin refinar y en bruto, sean una parte de la grandiosa unidad por la que Jesús oró; pero hay creyentes unidos a la Iglesia de Inglaterra, que son una parte del cuerpo de Cristo, y hay creyentes en todas las denominaciones de cristianos, ¡ay!, y muchos en ninguna Iglesia visible en absoluto, que están en Cristo Jesús, y consecuentemente, están en la gran unidad. La Iglesia de Inglaterra no es una parte del verdadero cuerpo de Cristo, ni ninguna otra denominación como tal lo es; la unidad espiritual está conformada por hombres espirituales, separados, escogidos, tomados de toda la masa con la que se encuentran unidos.

(1)    Upas tree: árbol de upas: es un árbol nativo del sudeste asiático que produce un látex extremadamente venenoso.

 

Charles Haddon Spurgeon
Pastor de la Iglesia Bautista Metropolitan Tabernacule, Londres, durante 38 años
Reconocido como el Príncipe de los Predicadores
Solía predicar en hasta 10 lugares por semana

 

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Categoria: Edición 6 | Iglesia unida y diversa, entrega 5, Notas de fondo

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