LA UNIDAD EN CRISTO VI

| 28 octubre, 2013

Tal como lo prometimos continuamos con la entrega de parte del sermón de Spurgeon en que predicó sobre el tema de la unidad en la diversidad. Nos permitimos aconsejar leer las partes anteriores, en esta edición de Cordialmente, a fin de seguir el hilo de este sermón del Príncipe de los Predicadores.

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” Juan 17: 20 y 21

(I. Primero, entonces, SOBRE LA UNIDAD DESEADA. Cont.)

La razón por la cual ustedes no ven la unidad de la Iglesia, podría ser por la aspereza actual del material. Vean por allá un número de piedras, y por aquí, un número de árboles; yo no puedo ver la unidad. Por supuesto que no. Cuando todos estos árboles sean cortados en tablones, cuando estas piedras reciban su forma, entonces podrán comenzar a verlos como un todo. Las diversas piedras del edificio divino de la Iglesia están todas informes al presente; no están pulidas. Nunca seremos uno hasta que seamos santificados.

La unidad de Cristo es una unidad de seres santos, no de seres impíos; y conforme cada uno de nosotros se torne más y más preparado para ocupar su propio lugar, como consecuencia de la obra de Cristo, más y más descubriremos la unidad de la Iglesia.

También, permítanme observar que tal vez no podamos ver la unidad de la Iglesia porque nosotros mismos no podemos ver nada. ¿Es esa una dura expresión? ¿Quién puede soportarla? Hay miles de profesantes que no pueden ver nada. No han de suponer, queridos amigos, que la unidad de la iglesia sea algo que ha de ser visto por estos ojos nuestros. ¡Jamás! Todo lo espiritual es discernido espiritualmente. Han de tener ojos espirituales antes de que puedan verla.

Mucha gente dice que no hay unidad. Me sorprendería que hubiese una unidad que pudiesen ver o sentir. Ellos mismos no están en Cristo; sus corazones no han sentido nunca lo que significa la vida espiritual; ¿cómo podrían ser capaces de entender aquello a lo que nunca han entrado?

Vean lo que la mente carnal hace con la enseñanza de Cristo. Cristo enseña a Su pueblo que deben comer Su carne y beber Su sangre. Mente carnal dice: “yo sé lo que significa eso”; y de inmediato corre a la alacena y trae un trozo de pan y una copa de vino. Los hombres espirituales lloran ante tal ignorancia. Jesús dice: “Que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí.” “Yo sé lo que eso significa”, dice Mente carnal: “todos han de adorar de la misma manera, y deben usar el mismo ritual”. Esto es todo lo que Mente carnal sabe acerca de eso; confunde lo externo con lo interno, y no entiende lo que el Señor quiere decir.

Pero, amados, ustedes saben que esto no es así. Ustedes efectivamente saben, -así confío- y sienten en su alma en este preciso día, que los verdaderos santos del Dios viviente son en este preciso momento uno con los demás, y que reconocen y descubren esta unidad en la proporción en que se vuelven como su Señor y Maestro, y son conformados a Su imagen, y hechos idóneos para el lugar que habrán de ocupar.

Justo como el profesor Owen puede tomar un hueso, y a partir de ese hueso puede descubrir la estructura completa de todo el animal, no dudo de que haya una dependencia y consistencia mutuas entre cada cristiano y sus compañeros cristianos, de tal forma que si entendiésemos la ciencia de la anatomía comparada espiritual, como podremos hacerlo en el cielo, seríamos capaces de imaginar, partiendo de cualquier cristiano, la forma de toda la Iglesia de Dios, a partir de la mutua dependencia de unos de otros; pero no es de acuerdo a la forma de la bestia que fue, y ahora es, y que todavía vendrá, que se llama a sí misma la Iglesia de Cristo, y que no es nada mejor que el Anticristo; tomará la forma del Señor del Cielo, de cuyo cuerpo somos miembros.

Nota de la codirección: (El Sermón sobre la unidad de la Iglesia continuó en aquella ocasión, nosotros sólo hemos transcripto, en forma completa, el punto I del mismo)

 

 

 

Charles Haddon Spurgeon
Pastor de la Iglesia Bautista Metropolitan Tabernacule, Londres, durante 38 años
Reconocido como el Príncipe de los Predicadores
Solía predicar en hasta 10 lugares por semana

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Categoria: Edición 6 | Iglesia unida y diversa, entrega 9, Reflexiones

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