¿LA IGLESIA EVANGELICA CREA PENSAMIENTO?

| 10 febrero, 2014

… una comunidad con escasa vinculación cultural con el ambiente y con un menguado aprecio por toda actividad intelectual. La teología juega en tal situación una función fundamentalmente apologética, por oposición a una crítica.
José Míguez Bonino

La pregunta que nos planteamos o que, mejor expresado, se nos ha planteado, es sumamente importante y decisiva. No es fácil dar una respuesta categórica y simple, primero, porque no hay una “Iglesia evangélica”, ya que la tan mentada “unidad de la Iglesia” siempre se da en diversidad, nunca en uniformidad.

En segundo lugar, porque al no existir un único modelo de Iglesia –lo cual debemos celebrar- hay iglesias que intentan elaborar pensamiento teológico a las diversas situaciones que se presentan y otras que no lo hacen. Debido a esos dos factores señalados, en este artículo nos referimos al espectro de iglesias evangélicas, es decir, aquellas que no tienen una vinculación directa con la Reforma Protestante y que, en algunos casos, no se reconocen como derivadas de esa Reforma.  Por supuesto, siempre hay excepciones a la regla, por eso nuestro enfoque es elaborado en términos muy generales.

 

Tendencia antiintelectual

En primer lugar, hay una fuerte tendencia antiintelectual en esos ámbitos eclesiales. Abundan expresiones tales como: “el mucho estudio es fatiga de la carne”, “la letra mata, pero el Espíritu vivifica” que, además de manifestar una dudosa exégesis de los textos bíblicos, tienden a menospreciar el estudio de la Biblia y, por ende, también de la teología.

Recuerdo el caso que me sucedió hace unos años y que puede ilustrar claramente esta tendencia. Fui con mi esposa a una iglesia del gran Buenos Aires a iniciar un curso sobre la vida de Jesús. En un momento dado, un joven me espetó: “¡un momento! ¿cómo se va a estudiar la Biblia en este curso?”  Le respondí: “como se hace con cualquier estudio, leyendo, reflexionando…” Casi no me dejó terminar, porque agregó: “¡ah! eso no es de Dios. Porque las cosas de Dios no se estudian con la mente sino con el espíritu.”  Intentando serenarme ante tanto “atropello a la razón” –sentenciaba Discépolo- le dije: “Debés saber que el comienzo de la experiencia cristiana es la ‘conversión’. Y la ‘conversión’ de la cual habló Jesús en el Evangelio, en el griego es metanoia, que significa ‘cambio de mentalidad’ y que San Pablo nos exhorta: ‘sean transformados mediante la renovación de su mente’ (Romanos 12.2)”. De más está decir que este candidato no llegó a inscribirse en el curso porque, argumentó: “Yo hice todos los cursos con el pastor Roberto”. El caso ilustra, creo que de modo rotundo, la tendencia de evangélicos y evangélicas que creen que la mente humana pertenece al demonio y que solo nuestro espíritu es de Dios, siendo, a su vez, el único espacio donde actúa el Espíritu Santo. Se trata, en suma, de una “santificación de la ignorancia” como si fuera la aplicación de cierto teorema (que no es de Pitágoras) y reza así: “A mayor ignorancia, mayor acción del Espíritu Santo”.

 

Desprecio hacia la teología, los teólogos y las teólogas

En segundo lugar, hay un manifiesto desprecio de la teología, de los teólogos y de las teólogas. En algunos casos, quienes así actúan, son líderes evangélicos que hablan desde la ignorancia, juzgando a quienes piensan la fe, como “mundanos”. Su amplio bagaje de ignorancia no les permite entablar un debate teológico serio, entonces, como “último recurso” o “golpes bajos”, apelan al argumento ad hominem, juzgando a quienes se dedican profesionalmente a la teología por su color de piel, su estatura y su fealdad.

Se trata de aspectos externos que, además de ser absolutamente subjetivos y relativos, implican una inocultable discriminación que no armoniza con el evangelio, con la praxis de Jesús ni con las tendencias pluralistas de las sociedades actuales que han realizado avances notables en contra  de todo tipo de discriminación por esos aspectos y otros. Sería muy oportuno que tales líderes se tomaran el trabajo de leer algún texto de historia del cristianismo para informarse que la teología, aunque no es una palabra bíblica, pertenece a los comienzos de la Iglesia. Ya en el siglo II de la era cristiana  surgieron los primeros teólogos, entre los que cabe mencionar a Clemente y Orígenes de Alejandría en la vertiente griega y a Tertuliano, en la escuela latina.

A este último esos mismos líderes, sin saberlo, lo están citando cuando hablan de la “trinidad”, de una sola “persona” y una misma “sustancia”. Esta tendencia al desprecio de la teología como oficio y a los teólogos y teólogas como personas que se dedican profesionalmente a ella, tiene razones históricas. En algunos casos, porque esos líderes proceden de iglesias que creen que pueden vivir sin teología. En otros, porque al ser superados por quienes han tomado en serio a la teología como herramienta para la Iglesia, en lugar de estudiar, el camino más fácil es desprestigiar.

Hace más de 40 años, José Míguez Bonino reflexionaba sobre este problema. Al referirse lo que le sucede al “candidato-a-teólogo”, dice:

“Una serie de rasgos configura la actitud que el “candidato-a-teólogo” encuentra en su iglesia con respecto a la teología, sea que haya nacido (o se haya convertido) en una congregación de las iglesias libres (metodista, presbiteriana, bautista) o en una comunidad de inmigración (luterana, reformada, anglicana). El trasfondo es, en ambos casos, una comunidad con escasa vinculación cultural con el ambiente y en el primero con un menguado aprecio por toda actividad  intelectual. La teología juega en tal situación una función apologética, por oposición a una crítica.” [i]

 

Podemos observar que la descripción que Míguez Bonino hace, excede el ámbito eclesial al que nos referimos en este artículo. Si tomamos como válida su descripción, el problema todavía es más grave de lo que pensamos porque se ve no sólo en el espectro evangelical sino también en las iglesias llamadas “históricas”. Más adelante, el teólogo metodista dice que para las iglesias “hacer teología es repetir.” Del candidato a teólogo se dice: “ya aprendió todo lo que necesita”. Por lo tanto no hay que estudiar más ya que: “la teología como sistema de respuestas se constituye en un universo autónomo, un mundo divino, acabado, final, perfectamente articulado internamente, pero incuestionable desde afuera, cerrado sobre sí mismo.” [ii]

Ese modo de comprender la teología está destinado a ser solo aceptado, pasivamente, por los miembros de la iglesia a la que corresponde pero no es útil para la sociedad y el mundo. Asistimos muchas veces a discursos eclesiásticos que representan un mundo, muchas veces medieval, que ya no existe. Se ignora que la teología responde a situaciones concretas y su articulación se hace en determinados contextos socioculturales que, como tales, están en permanente cambio. Esas teologías pueden seguir siendo vigentes intra muros de la Iglesia, pero no son escuchados ni respetados fuera de esos ámbitos intraeclesiales.

Pese al desprecio que ciertos líderes hacen de la teología, la necesitan siempre, de modo que copian ciertos discursos elaborados generalmente en Estados Unidos y que reflejan esa cultura. No responden a la situación social, política y cultural de América Latina. Tienen entonces dos alternativas: esforzarse, previo estudio, por elaborar una teología que responda a las situaciones o repetir los discursos que otros elaboran. Obviamente, es más fácil optar por la segunda alternativa, con sus consecuencias inevitables.

 

¿Qué hacer para cambiar?

Si el criterio de verdad es directamente proporcional a la cantidad de gente que sigue a un pastor o a una pastora, no hay necesidad de cambiar. Pero si entendemos que la verdad no es un asunto de mayorías, entonces es importante procurar un cambio. En todo caso, como siempre, el cambio debe surgir de los propios pastores y pastoras de las iglesias, que deben promover el estudio de la Biblia, la historia de la Iglesia, la hermenéutica, la teología bíblica sistemática, contemporánea, latinoamericana, etc. Si la Iglesia evangélica pretende elaborar un pensamiento que sea relevante para la sociedad y su problemática, no puede eludir esa diversidad de fuentes. Sólo una lectura superficial de la Biblia puede sostener lo contrario.

A veces se ha apelado al apóstol Pablo para justificar la aversión a la filosofía. Recuérdese el pasaje de 1ª Corintios donde dice: “Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría (sophía) humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen.” (1ª Corintios 1.21 NVI). Es cierto que aquí, Pablo establece una oposición entre sophía y locura y parece desprestigiar totalmente a la filosofía.[iii] Sin embargo, esa sería una lectura parcial de los textos paulinos. En la misma epístola, dice: “hablamos sabiduría (sophía) entre los que han alcanzado madurez” (2.6). Y, en ocasiones, no tiene problemas en citar a los poetas griegos como en el famoso discurso en el Areópago de Atenas frente a los epicúreos y estoicos. O sea: si bien rechaza la sabiduría humana en su intento por conocer a Dios, la utiliza como herramienta para su discurso.

 

Conclusión

La misión de la Iglesia, inserta en la missio Dei, requiere hoy, como siempre ha sido, el manejo de las mejores herramientas a nuestro alcance. Como bien decía Paul Tillich en una predicación basada en 1ª Corintios 3.18-19: “La cruz hace que Dios sea Dios. Y gracias a esta locura divina, nosotros logramos la sabiduría de usar lo que es nuestro, la sabiduría del mundo, la filosofía, incluso.” [iv] Sólo la iglesia que tome en cuenta que, para colaborar con la missio Dei en el mundo, precisa de todas las herramientas del conocimiento podrá crear un pensamiento que no sólo sea escuchado dentro de las paredes de los templos sino también en los ámbitos culturales, sociales y políticos a los cuales está llamada a dar testimonio de Jesucristo.

 



[i] José Míguez Bonino, “El camino del teólogo protestante latinoamericano”, Cuadernos de Marcha, Nro. 29, setiembre de 1969, p. 59
[ii] Ibid. En el libro ¿Para qué sirve la teología? Una respuesta crítica con horizonte abierto, Buenos Aires: Fiet, 1999 (2da. Edición, Grand Rapids: Libros Desafío, 2011) me he ocupado de distinguir cuidadosamente entre “doctrina” y teología. La primera la define cada iglesia. La segunda es un ejercicio (teologizar) que implica una actividad intelectual seria y permanente, porque es reflexionar sobre la realidad, siempre cambiante, desde la fe y con las más variadas herramientas del conocimiento humano.
[iii] Recordemos que en Metafísica Aristóteles se refiere a la Sophía con referencia a la Filo-sofía como “el estudio de las primeras causas y de los principios.” Obras completas de Aristóteles, II, Metafísica Libro I. p. 48, trad. Patricio de Azcárate, Buenos Aires: Bibliográfica Omeba, 1967, Aristóteles también indicaba que hay tres ciencias teóricas: la física, la matemática y la teología: “Pero la última que hemos nombrado supera a todas las ciencias teóricas.” Ibid., p. Libro XI. VII, pp. 278-279.
[iv] Paul Tillich, El nuevo ser, trad. Damián Sánchez Bustamante Páez, Barcelona: Ariel, 1973, p. 137

 

Dr. Alberto F. Roldán
Doctor en Teología (Instituto Universitario Isedet)
Master en Ciencias Sociales y Humanidades (Universidad Nacional de Quilmes)
Maestría en Educación (Universidad del Salvador en Buenos Aires)
Escritor y conferencista internacional
Pastor de la Iglesia Presbiteriana San Andrés

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que, fiel a sus principios, no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
La dirección de Cordialmente procura que la expresión bíblica “examinadlo todo, y retened lo bueno” sea el objetivo, por lo cual se invita a los distintos escritores a presentar sus fundamentos dejando el juzgamiento del artículo en cada uno de los lectores.

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Categoria: BIBLIA, Edición 8 | Iglecrecimiento, entrega 6, Teología

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