UNOS Y OTROS VII. Morderse

| 25 agosto, 2014

Si hay algo que se repite en la historia de la sociedad, son aquellas actitudes en las personas que las llevan a su autodestrucción; actitudes que el apóstol Pablo refleja en esta parte de la escritura comparándolas a cosas que solo existen entre animales: son precisamente morderse y comerse.

“Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que no os consumáis unos a otros” (Gal. 5:15).

Pablo habla de lo que en ese momento ocurría entre los gálatas, y sin ir más lejos, también ocurre en muchas de nuestras congregaciones. Se lanzan unos contra otros como animales salvajes, que se muerden y se devoran entre ellos; no importa a cuantos tenga que hundir, con tal de que pueda alcanzar un lugar de privilegio e imponerme con aquello que defiende mis propios intereses.

Más allá de todo aquello que podamos encontrar en diferentes libros de teología referente a este texto, quisiera detenerme en una palabra que desconozco el significado que le darían en otros lugares, pero que aquí en la provincia de Misiones se usa hacia las personas que con tal de acomodarse un lugar de privilegio, mandan al frente a sus compañeros de trabajo cuando estos sin querer cometen un error o se equivocan: “el perro”, “el que muerde más fuerte” o la famosa frase “le pegó una mordida”, son las definiciones en este tipo de situaciones. Llevemos esto un poco dentro de las iglesias, entre hermanos, o aún más allá, entre las congregaciones, ¡cuántos casos podemos encontrar de esta índole!

Pablo advierte con amarga ironía, a qué puerto conducirá tal forma animal de comportarse. El supuesto celo por la doctrina en que cada uno quiere superar a los demás o también la posesión de espíritu como si fuera que hay grados de espiritualidad. Todo esto lleva a la enemistad personal, a los celos y la envidia, a pisotear a los demás sin importar el amor fraternal basta que el “yo” pueda encontrar cierto acomodo o lugar de privilegio.

De ahí la preocupación de Pablo, ya que él pudo observar este mal en las comunidades que edificaba, a tal punto que se destruían unos a otros, se devoraban unos a otros sin dar lugar a una vida bajo los principios divinos. Bueno fuera que los cristianos se pusieran en contra de toda actitud de pecado en lugar de morderse y comerse mutuamente.

Los animales lo hacen para su supervivencia, donde se establece la ley del más fuerte; pero que feo es esta actitud entre las personas, y aún más si de cristianos se trata. ¿Será posible que aún existan estas maneras de actuar en nosotros mismos o en el pueblo de Dios?

Lo pude comprobar en la mayoría de aquellos compañeros de trabajo con los cuales compartía una tarea en el aserradero donde yo trabajaba, aquellos que mordían o mandaban al frente a su compañero, se encontraban solos y sin nadie que los apoyara cuando ellos se equivocaban o hacían una macana. Creo que el consejo del apóstol Pablo es claro, si estamos dispuestos a cometer estas actitudes, miremos también si no nos hacemos daño a nosotros mismos. Siempre necesitaremos de los demás, por eso cuidemos nuestra actitud hacia ellos, no sea cosa que algún día al necesitar de ellos, estos nos den la espalda.

Denunciemos lo que está mal, siempre y cuando nuestra actitud sea para ayudar a nuestro prójimo. Pero no se muerdan ni se coman unos a otros con la única motivación de imponerse u ocupar lugares de privilegio, ya que esto puede llevarte a cavar tu misma tumba. Aquel a quien pisoteas hoy, puede ser quien te extienda su mano mañana.

 

Carlos Beil
Graduado en años recientes del Instituto Bíblico Rio de la Plata
Pastor en Montecarlo, Pcia. de Misiones

 

 

 

 

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Categoria: BIBLIA, Edición 11 | Distracciones Riesgosas, entrega 7, Teología

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