SUBSIDIOS Y AYUDA ESTATAL: UNA REFLEXION SOBRE LA AUTODISCRIMINIACIÓN

| 8 septiembre, 2014

…“Nosotros no recibimos un peso de nadie, nuestros comedores, hogares de niños, trabajo social, lo sostenemos desde la congregación, a nosotros nos sostiene el Señor”

Cuántas veces hemos escuchado esta declaración de principios de nuestra autosuficiencia,  nuestra no necesidad de la ayuda del Estado, con la excusa de que esta clase  de ayuda, devengará en  algún compromiso de tipo político. Mi opinión es que sin darnos cuenta, esta actitud esconde en sí misma un germen de auto discriminación.

Esta postura, bastante generalizada en nuestra pastoral, se basa en confundir los distintos niveles en los que la iglesia trabaja, el espiritual y el social o comunitario, y la relación que cada uno de estos  ámbitos debe tener con el Estado, a la vez de confundir el Estado con el Gobierno, y los subsidios con la política.

Quiero reflexionar sobre este tema espinoso de los subsidios. Pero al mismo tiempo, reflexionar sobre el Estado y nuestra relación con El.

Desde estas mismas páginas, hemos leído artículos sobre la necesidad de que el Estado sea laico y no financie a ninguna religión. En este sentido, al menos de mi parte, comparto plenamente esta visión. Siendo la creencia la parte más íntima del ser humano, no debería estar al alcance de ningún Estado favorecer o desfavorecer, ni influenciar al respecto con financiación o recursos reales o simbólicos a ningún tipo de creencia por sobre otra. Hasta aquí es claro que, lo que no debe financiar el Estado, es la religión, tomando la acepción positiva del término. Debe ser imparcial al respecto, porque la religión trata sobre la salvación de las almas, y cada cual tiene su idea íntima de salvación. Lo que el Estado debe hacer es simplemente preservar que en las prácticas de las comunidades, no se cometan delitos o se viole la ley, como lo hace para cualquier tipo de institución social o particular.

¿Pero que pasa cuando la iglesia o comunidad se extiende a realizar tareas que, son una necesidad, pero a la vez de ser una necesidad son responsabilidad exclusiva del Estado, como ser comedores, hogares, inclusión social, discapacidad, etc.?

Precisamente aquí es donde comienzan a confundirse los términos. Porqué cuando la comunidad religiosa comienza a ocuparse de tareas que son del tipo de la ayuda social y que de por sí le corresponden al Estado, entonces cambia nuestra relación con el mismo. Ahora nuestro trabajo, hablando estrictamente en lo social y comunitario (no en lo espiritual) debe relacionarse con el Estado en otra forma jurídica, debe tomar la forma de Fundación, Asociación Civil o de hecho, en definitiva, de organización no gubernamental. Y esto está perfectamente contemplado en las leyes, además de tener una larga tradición en el imaginario social (sobre todo en el trabajo de contención que las iglesias y entidades intermedias realizaron en las diversas y profundas crisis sociales).

Una de las formas estatales para alcanzar a suplir necesidades que por su burocracia el Estado no llega a suplir (o llegaría muy tarde) es precisamente subsidiar a organizaciones que tengan la capacidad técnica y el despliegue territorial para hacerlo en forma mas efectiva, que tienen digámoslo así, la “llegada” a la necesidad misma. Es decir, programas de inclusión social o alimentarios, requieren muchas veces para llegar al territorio, de las parroquias católicas, iglesias evangélicas, clubes de barrios, sociedades de fomento, etc. para distribuir más eficazmente  dichos recursos. Y para ello lo que el Estado hace muchas veces es subsidiar a estos actores, para que tengan recursos y capacidad de hacer lo que el Estado no hace, directamente.  Pero no es que no lo hace, sino que lo hace de esta forma, articulándose con los actores sociales intermedios y financiándolos para realizar estas tareas particulares. Es otro brazo del Estado, relacionado con la sociedad civil. Esto está contemplado en las leyes y en las partidas presupuestarias.

Aquí aparece una palabra que a veces en nuestro ámbito suele prestarse a confusión, y otra que a algunos pastores les produce recelo: La primera es Estado, la segunda es subsidio.

Habrán  notado que, en todo el desarrollo de este artículo siempre utilice la palabra Estado, y no Gobierno. Precisamente, porque el Estado es impersonal. Es el Estado, el Gobierno es el titular ocasional y quien maneja el Estado por un lapso de tiempo. Lo mismo con el gobierno provincial, y con los gobiernos municipales. El titular del Gobierno es ocasional, se renueva cada 4 años por el voto democrático del pueblo. Por otro lado, los subsidios son asistencia pública del tipo económico de diferentes tipos, para diferentes cosas, para el consumo, producción, desempleo, hijos, transporte, servicios, y en nuestro caso, para realizar actividad de ayuda social. Cada gobierno fija la política de subsidios según su cosmovisión política, algunos derivan recursos para ciertas áreas más que para otras, pero todos dan subsidios en infinidad de áreas.

Los tres niveles de gobierno (Nacional, Provincial y Municipal) contemplan estos recursos, son partidas presupuestarias destinadas a subsidios. Lo que muchos no saben es que, las partidas del presupuesto que no se ejecutan, se pierden. Que quiero decir con todo esto es que, cuando una organización, cumple con los requisitos de constituirse en la forma jurídica correcta, y realiza alguna tarea que el Estado considere necesaria, no solo puede solicitar subsidios, sino que debe hacerlo, ya que el dinero que no se gasta en los lugares correctos, termina en instituciones fantasma y finalmente en alguna “caja” política o nicho de corrupción.

Cuando hablo de forma jurídica correcta en nuestro caso es, por el momento (dejando de lado la posibilidad de personería religiosa) fundaciones o asociaciones civiles. El problema surge muchas veces cuando las asociaciones están “ligadas” a fichero de culto, una extraña mezcla jurídica, ya que no llega a ser una personería religiosa, que dificulta la relación con el Estado en cuanto a políticas de subsidio, por lo menos en algunos estados municipales. Una posible solución práctica por el momento es mantener nuestras ongs de ayuda independientes de culto, o sea laicas. Pero esto es solo una opinión personal.

Volviendo al tema en cuestión, algunos pastores y organizaciones señalan que no debemos recibir nada de tal o cual Presidente/a o Intendente/a porque son “corruptos”. Y es por ello que no solicitan subsidios, porque proviene de un supuesto gobierno “corrupto” y nosotros somos, supuestamente “honestos”.

Precisamente, aquí confundimos los términos, porque nuestra relación, en este caso, es con el Estado, que es impersonal, como tal a través de las leyes, no con el gobierno de turno a través de la política. Toda actividad humana es plausible de corrupción, mucho más aquellas relacionadas con el poder, como la política. Pero también el pastorado.

Poder y corrupción es una asociación innegable e inmemorial. Aun así, no soy de quienes comparten y reproducen ese imaginario de que “todos los políticos son corruptos”. Como en toda profesión, “hay de todo en la viña del Señor” diría el dicho.

Por tanto, como organizaciones sociales, (no como religiosas) es totalmente lícito el pedir y recibir subsidios que el Estado y en consonancia con sus políticas sociales otorgue para algún fin determinado, mas allá si  simpatizamos o no con el gobierno de turno o la percepción de corrupción que tengamos de él.  Siempre y cuando no medie algún acto ilícito, como un intento de coima (que una parte del dinero quede en el camino), que los recursos sean destinados para el fin propuesto, y sea clara la rendición de cuentas, considero que no hay ninguna contradicción ética en tal asunto.

Y si renunciamos a recursos que necesitamos solo por la idea de que “a nosotros nos ayuda el Señor”, estamos contribuyendo a nuestra propia auto discriminación como actores sociales relevantes en la comunidad.

Aníbal Villordo
Licenciado Ciencia Política
Presidente UPSI (Unión de Pastores de San Isidro)
Pastor Iglesia Fuente de Gozo en Boulogne, Buenos Aires

 

 

 

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Categoria: Edición 12 | Iglesia y Política, entrega 2, Reflexiones

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