CRISTIANOS POR LA DIGNIDAD

| 22 septiembre, 2014

“Somos una iglesia cristiana que apuesta por la dignidad humana o una iglesia indiferente al dolor y la necesidad más sentida de las personas, somos un claustro de “santos” o somos santos llevando dignidad”.

Recuerdo un día, en la ciudad de Lima, como en muchas ciudades latinoamericanas, que subió un niño al bus, de unos 8 a 10 años aproximadamente y contó que trabajaba en la mañana porque estudiaba en la tarde y su mamá lavaba ropa, así que él para ayudar con la leche de su hermanita vendía caramelos, cuando pasaba por los asientos un señor le dio una moneda y le dijo no me des los caramelos, lo sorprendente fue la reacción del menor quien le dijo: ¡No, señor, valore mi trabajo! Tomó cinco caramelos y se los puso en la mano y continuó vendiendo.

Esa acción me hizo interpelarme sobre la dignidad del ser humano, al ver un niño que pedía valorar su trabajo, esto es en otras palabras, dignifíquenme por lo que soy y por lo que hago; sin embargo, la iglesia y muchos cristianos de hoy se han olvidado de la dignidad humana y más importa la religiosidad, las tradiciones y los personalismos. Muchas iglesias en vez de ver la necesidad de respeto y valor que requiere la gente, prefieren como se dice en el argot evangélico “sacarlos de la esclavitud mundo” para meterlos en la iglesia y aislarlos de su sociedad a la cual deben impactar; así tenemos a esclavos sacados del mundo y convertidos en esclavos de la religiosidad y como sabemos ningún esclavo puede vivir en dignidad.

Entonces ¿estará mal que la iglesia reúna a los creyentes? Por supuesto que no, lo que está errado es convertir la iglesia en un gueto desde el cual los separen y hasta les escondan del mundo o sociedad y por otro lado sea un bunker para combatir desde las trincheras levantadas en la iglesia contra una sociedad maligna.

Esta situación me generó una pregunta con una perspectiva así tan exclusivista y hasta sectaria: ¿Cómo se puede recuperar la dignidad? Recuerdo que las Escrituras dicen que Jesús caminaba por las calles tocando leprosos, comiendo con pecadores y prostitutas, sanando enfermos y hasta resucitando cadáveres; si somos cristianos, ¿no debemos andar como Él anduvo? ¿O es que perdimos la visión y nos enquistamos dentro de cuatro paredes porque es más cómodo y fácil ser cristiano adentro de la iglesia haciendo oídos sordos a las necesidades y siendo ciegos a las injusticias que sufre esta sociedad?

No veo a un Jesús sentado en la primera banca de la iglesia pidiendo a su Padre que salve a esos pecadores, sin hacer nada por ellos; tampoco puedo imaginarme a Jesús predicando desde el púlpito y diciendo “esta iglesia tiene la verdad, y santidad es separarse del mundo”, cuando él mismo murió por este mundo y convivió con él, siendo siempre él quien daba dignidad a las personas (“Porque de tal manera amo Dios a este mundo, que dio a su único Hijo…” Jn.3:16). Si un niño puede demostrarnos que es dignidad porque a la iglesia le cuesta tanto entenderlo, tal vez sea por ignorancia, conformismo, tradicionalismo o manejo del poder, sin embargo debemos abrir los ojos y ver como el Maestro veía.

Durante estos años he visto diferentes definiciones y perspectivas con relación a la iglesia y el mundo o sociedad, y cada vez me convenzo más que la iglesia es un espacio de convivencia y de entrenamiento en el cual los cristianos celebran la vida y aprenden como vivirla mejor con el acompañamiento de Dios por medio de su Espíritu Santo; cuando realmente la iglesia cristiana salga a las calles a caminar como Jesús y vea el dolor, el sufrimiento, la angustia, la depresión, la injusticia y tantas otras señales que producen muerte, entonces -y solo entonces- comprenderá que sin dignidad no hay humanidad y sin humanidad no hay cristiandad, no debemos olvidar que para ser cristianos primero debemos ser humanos.

Empecemos a buscar quienes son los leprosos de hoy, donde están los más indignos de nuestras sociedades y que nuestros actos luchen contra los fariseos de nuestras iglesias cristianas quienes se creen justos, santos y perfectos olvidándose así de la misericordia que están necesitando los indignos de este mundo; que ciertas y actuales se hacen las palabras de Juan Wesley: “Mi parroquia es el mundo”.

 

 

 

 

Pastor Arturo Canaval Barboza
Misionero argentino en el Perú
Metodista, Pastor de la iglesia Sendas de vida en Lima, Perú
Terapeuta de Familia, investigador y teólogo
Coordinador y docente de ISETI en sedes de Lima, Perú
Mag. en Terapia Familiar en la UPeU Lima, Perú
Licenciado en Ciencias Teológicas especialidad Psicología pastoral en la UBL San José, Costa Rica
Diplomado en Consejería Bíblica personalizada en Centro pastoral El Redil Tres Ríos, Costa Rica
Seminario Integrado en la región andina (Bolivia, Perú, Chile, Norte argentino) en ISEAT La Paz, Bolivia

 

 

 

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Categoria: Edición 12 | Iglesia y Política, entrega 4, MINISTERIOS, Servicios

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