ORACIONES DE SIERVOS DE DIOS III. Importancia de orar por los “nuestros”

| 22 septiembre, 2014

“Que tus ojos estén abiertos a la súplica de tu siervo y a la súplica de tu pueblo… para escucharlos siempre que te invoquen” “porque tú lo has separado… como tu heredad” (paráfrasis)

Antes de comenzar veamos algunas definiciones: “Interceder, del latín intercedĕre, es la acción de hablar en favor de alguien para librarlo de un problema o para procurarle un bien”.

La intercesión es el acto de interceder o hacer una petición en lugar de otro delante de Dios. Cuando buscamos la traducción original de la palabra “intercesión” en el idioma hebreo, encontramos los siguientes significados: “Palal” significa orar, interceder, mediar como juez entre dos partes. “Hiphil” significa causar que la luz caiga, causar que implore, alcanzar la marca. Cuando estudiamos la etimología de lo que significa la palabra “intercesión” en el idioma griego nos damos cuenta que significa lo siguiente: “Enteuxis” significa oración con tiempo y lugar previamente planificados, con el propósito de aproximarse al Rey. “Entugehano” significa hacer intercesión; encontrarse con; una reunión. “Paga” significa reunirse con, encontrarse, golpear en el blanco, atacar en forma violenta, impactar, hacer entrar por la fuerza, guerra.

Entonces, basados en la traducción original en los idiomas hebreo y griego, la intercesión la podemos definir como:
• Mediar entre dos partes
• Encontrarse con el Rey en un lugar específico con un propósito
• Causar que la luz de Dios caiga
• Guerrear espiritualmente.

Haciendo un paralelo entre la oración de Salomón por la dedicación del Templo (2 Cr. 6:12-42; 1 Re. 8:22-53) y la oración sacerdotal de Jesús (Jn. 17), encontramos tres grandes importancias de la intercesión por el pueblo que Dios nos dio:

La primera importancia es la intercesión como un acto de fe ilustrada. En el que encontramos dos grandes ejemplos: al rey Salomón y a Jesús, Rey de Reyes. Ejemplares de servicio. En entrega: “De verdad os lo aseguro. Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, él queda solo; pero, si muere, produce mucho fruto”. En humildad: El rey más sabio se postró delante del altar y con sus manos alzadas intercedió por su pueblo; el Rey de Reyes y Señor de Señores alzando sus ojos al cielo con total humildad elevó una sincera súplica por los suyos. En amor. En Bendición: entendiendo la importancia de nuestras declaraciones como personas en autoridad. En reconocimiento a una autoridad suprema: el Padre.

La segunda importancia es la intercesión por la permanencia en el conocimiento de la Palabra. Esto es en los fundamentos doctrinales: En la Verdad, Jesús; en las palabras enseñadas en cada prédica y enseñanza de las Sagradas Escrituras; en la retención de lo bueno y el desechar lo malo: la clave está en la buena aplicación de la palabra, ya que no podemos pasar por alto los grandes bombardeos o “vientos” de distintas clases de sectas y falsas doctrinas tal como lo decía el apóstol Pablo. Elevando una oración con entendimiento: ajustada a una situación real. Como parte del cuidado pastoral. Con enfoque en ésta y en la próxima generación y yendo aún más allá de nuestra humana visión, siendo guiados por el Espíritu Santo.

En tercer lugar la importancia de la intercesión para que se complete nuestro gozo por el trabajo realizado. Por los frutos de nuestro tiempo invertido. El amor unánime y la valoración por los nuestros. Por un presente y un futuro de verdadero éxito ministerial: no de un exitismo personal, ni un ministerio basado en números. Si no, “Para que seamos vestidos de salvación y nos regocijemos en su verdad” tal como lo declaró Salomón.

Jesús oró: “Ruego por los que me diste porque tuyos son” y agrega “Cuando estaba con ellos yo los guardaba” y no solo esto, sino también declaró: “no solo por ellos sino por los que van a creer en mí a través de ellos”. La intercesión por el pueblo es parte importante de nuestra responsabilidad encomendada. Hay una frase que sacudió mi mente: en una de sus tantas máximas, el Gral. José de San Martín dice: “serás lo que tengas que ser o sino no serás nada” (Bélgica, 1825). Que nuestro más alto “título ministerial” sea el de “Siervos Inútiles: porque aquello que debíamos hacer, hicimos”.

 

Daiana A. Gaeto
Graduada del Instituto Bíblico Río de la Plata
Ejerció el ministerio pastoral desde 2012-2014, en Monte Caseros, Corrientes
Actualmente cursa un Profesorado en Química

 

 

 

 

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Categoria: BIBLIA, entrega 4, Teología

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