SOBRE VALORES EN POLITICA Y LOS CANDIDATOS EVANGELICOS

| 13 octubre, 2014

Nuestros valores cristianos influyen en la política cuando sus principios pueden ser trasladados a través de su adecuación filosófica a la práctica concreta de las políticas públicas.

Hace un tiempo atrás, irrumpió en nuestras congregaciones la idea de que, para trasladar los “valores cristianos” a la política, debíamos votar a los candidato/as evangélico/as, que serían garantía de honestidad y transparencia y que  limpiarían la “corrupta y sucia política”.  Esta, fue la variante evangélica de las “candidaturas testimoniales” tan criticadas por la sociedad en su momento.

La realidad es que, enfocar la política desde los “valores cristianos”, no deja de ser una abstracción, una generalidad utilizada por algunos para ganar el voto “evangélico” y satisfacer sus apetencias personales.   Pues… ¿qué sería trasladar los valores cristianos a la política? ¿qué entendemos por valores cristianos? y ¿por qué los valores cristianos solo pueden ser solo impulsados e implementados por cristianos, cuando la historia demuestra que algunos humanistas y ateos, interpretaron mejor el espíritu del cristianismo en su práctica política, que los mismos cristianos?

El hecho de un presidente que ora en público y lleva su Biblia, y que al mismo tiempo fomenta el bombardeo de países por cuestiones económicas (con sus consabidos “daños colaterales”), y se pronuncia a favor de la tortura, nos muestra claramente que, no basta con decir “ser” cristiano para trasladar valores cristianos a la política.

Tampoco es una cuestión de voluntarismo: la política es un complejo enjambre de intereses diversos, estructuras complejas de poder cuyas decisiones afectan la calidad de vida de la gente, y que como toda estructura de poder está sujeta a nichos de corrupción y a la negociación permanente. Muchos políticos/as de buenas intenciones, se ven atrapados e imposibilitados por la estructura, para llevar adelante sus propuestas en pos del bien común. Por tanto no es un ambiente aséptico para implementar valores desde una moral privada.

Ya el filosofo Spinoza, señalaba que “una virtud privada puede transformarse en un pecado público, y viceversa”.  Es decir, a diferencia de la predicación y el pastorado, en donde podemos enseñar directamente a través de la Escritura aquellos principios cristianos que rigen nuestra vida privada y la de nuestra congregación, lo que buscamos en la práctica política no es declamar discursivamente nuestros valores desde una tribuna para la opinión pública, sino que dichos valores y principios se vean implementados en políticas públicas (leyes) que los interpreten. Es decir, lo que se busca es que estos valores se implementen en la práctica política concreta y esto solo puede hacerse a través de una adecuación filosófica de los principios hacia el ámbito de las políticas públicas.

Entonces, en cuanto a la práctica política se refiere, es importante entender que los valores para el bienestar de la gente no son “cristianos” o “no cristianos”, sino que hay principios universales que buscan respetar la dignidad del ser humano, y que han sido desarrollados y adoptados por distintas corrientes de pensamiento cristianas y no cristianas, creyentes, ateas y humanistas.

 

Haciendo un poco de historia.

El humanismo es, en sus orígenes producto de la ilustración y, como movimiento que busca desligarse de la tutela opresora del dogma, necesitó en su origen la confrontación radical con el pensamiento teológico a fin de generar una dinámica de acción con la inercia suficiente para escindirse del mismo y fundamentar sus pretensiones de un “nuevo mundo” basado en la luz de la razón.

Por lo tanto, genera,  instrumentalmente, una cosmovisión atea del mundo, a fin de darse la fuerza suficiente para escindirse de la tutela de la teología. Como todo movimiento pendular, a través de los siglos, muchas corrientes de pensamiento humanista, escindiéndose de sus formas  mas radicales, han tendido a un equilibrio entre la razón y la fe, renunciando a un ateísmo que no les era ya necesario, buscando cobijar bajo el mismo techo una relación, generalmente conflictiva pero no excluyente por cierto, entre la fe y la razón.

También entre los defensores del dogma, hubo quienes buscaron fundamentar a través de la razón algunas premisas de sus creencias.  Es así que, algunas  corrientes del humanismo abandonaron su cosmovisión atea, y algunas corrientes religiosas intentaron acercarse a la razón, buscando una dialéctica convivencia que se traduzca en una praxis de acción tendiente a la solución de los problemas humanos.

En cuanto esta convivencia dialéctica a devenido a través de la historia en principios de aplicación moral universal, provenientes ya del dogma, ya  de la razón,  que se traducen en principios aplicables a la práctica política concreta, entendemos que no hay conflicto en que el pensamiento cristiano, como fuerza política activa y, manteniendo su identidad propia, se empareje para trabajar a la par de corrientes humanistas, de cosmovisión atea o no, y toda otra corriente de diversa raíz filosófica que propugne el ennoblecimiento del ser humano y su dignificación como fin último de toda actividad socio política.

La pretensión de participación política del cristiano esta dada por el mandato de Dios de sojuzgad la tierra, por nuestra cosmovisión cristiana en sentido vertical cielo/tierra, es decir que, Dios está interesado en los asuntos humanos y a intervenido a lo largo de la historia a favor de los hombres y que la Biblia es un libro que no solo habla de salvación espiritual, sino también de prácticas sociales y políticas concretas para el bienestar del ser humano todo.

La pretensión de participación política de corrientes de cosmovisión humanista y otras que se emparejan con nuestros principios, descansan en la adecuación de principios morales que se han  constituido como universales a través del uso de la razón, cuya concepción  filosófica parte de una dimensión humana en sentido vertical tierra/cielo, es decir el hombre por el hombre mismo.

Entre el sentido vertical “descendente” cielo/tierra de la cosmovisión cristiana de que la sociedad y el hombre todo pueden ser ennoblecidos por los principios del cristianismo adecuados también por el uso de la razón, y el sentido vertical “ascendente” tierra/cielo de la cosmovisión  humanista de que la sociedad y el hombre pueden ser ennoblecidos por el hombre mismo y el uso exclusivo de la razón, se encuentra la praxis política concreta,  que en una relación dialéctica a devenido en un marco de acción común en la práctica política para todos los participantes del género humano.

Gráficamente:

HUMANISMO Y OTRAS CORRIENTES FILOSOFICAS

Por lo tanto, nuestros valores  cristianos influyen en la política cuando sus principios pueden ser trasladados a través de su adecuación filosófica a la práctica concreta de las políticas públicas.

Es claro entonces que,  no deberíamos mirar si el político/a dice ser cristiano o no, sino ver si el resultado de su acción política se traduce en valores de respeto hacia la dignidad del ser humano por sobre todas las cosas, tal como lo señala la Escritura.

 

Aníbal Villordo
Licenciado Ciencia Política
Presidente UPSI (Unión de Pastores de San Isidro)
Pastor Iglesia Fuente de Gozo en Boulogne, Buenos Aires

 

 

 

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Categoria: Edición 12 | Iglesia y Política, entrega 7, SOCIEDAD, Sociología

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