ORACIONES DE SIERVOS DE DIOS VII. EN TODO TIEMPO, LUGAR Y SIN CESAR

| 20 octubre, 2014

“Y ahora, Señor, ¡fortalece mis manos!” Nehemías 6:9c (NVI)

Además del sinsabor que dejó perder el mundial, otro tema que la mayoría de los argentinos trató fue sin duda el papel de Mascherano en el mismo. Plasmado en el viral #Maschefacts, Mascherano quedó ligado a la idea de garra, fuerza, empuje. De quien pelea hasta el final, con “la mente en el juego”. De estratega, de líder, en fin. Muchos de ustedes sabrán, porque también escucharon sobre esto.

Cuando de líder se trata, todo lector de la Biblia no puede pasar por alto un liderazgo ejemplar como fue el de Nehemías. Un hombre de Dios que -con todas las letras- calza mucho mejor las características que hemos atribuido a Mascherano (¿verdad?). Un líder reconocido por su pueblo. Un siervo que recibió su llamado al oír la necesidad, y acudió a suplirla no sin antes hacer el acto más importante: orar. Esta historia la ubicamos en el año 444 a.C, algunos dirían que en el contexto de la segunda y tercera expedición lideradas por Esdras y Nehemías respectivamente. El objetivo de la primera era el templo. El de la segunda, los muros de la ciudad.

Cuando Nehemías oye sobre la situación de sus hermanos en Jerusalén, la Escritura dice que lloró, ayunó y oró (Neh. 1:4-11). Esta oración marca un inicio con el pie derecho. No sólo sintió dentro de sí la amargura por lo vivido, sino también confesó y pidió perdón por los pecados de su pueblo (al igual que Daniel). Este primer paso, que tuvo a Dios por delante, le valió la bendición de Artajerjes, quien le facilitó todo lo necesario para que Nehemías se dirigiera a su tarea: la reconstrucción de los muros.

De un modo tan estratégicamente correcto, Nehemías y el pueblo comienzan la obra. Y -como todo discípulo de Cristo sabe- cuando hay visión de Dios, también hay oposición. Los capítulos 4 y 6 de Nehemías nos dejan ver la presión ejercida por los enemigos de Jerusalén, que los rodearon territorialmente, los denigraron psicológicamente, buscando la manera de detener la obra.

Nuevamente, Nehemías se deja ver como un hombre preparado de manera adecuada para el momento oportuno. “Oye, oh Dios nuestro, cómo somos objeto de su desprecio” (Neh. 4:4). Oró. No se dejó vencer por la oposición, sino que puso a Dios por delante, como bandera y estandarte. El estratega nos da el ejemplo fáctico del consejo que luego expresaría el apóstol Pablo: “Orar en todo tiempo, en todo lugar y sin cesar”.

Las mentiras que levantaban los enemigos no cesaban y llegaban a oídos de Nehemías. Falacias que aún deshonraban su nombre, aunque sólo dejaban ver cuál era la intención de los corazones que estaban levantándose en contra. Y en este punto Nehemías me vuelve a sorprender. Él tenía en claro cuál era el objetivo. Sabía en quién confiaba. Descansaba en su Señor, en su escudo y fortaleza. Nehemías en cada oración declara el conocimiento que tenía de Dios, y cuán seguro estaba de seguir por ese camino. Y entonces vuelve a elevar una oración, en la que pide: “Y ahora, Señor, ¡fortalece mis manos!”. Esta oración tenía tanto discernimiento, que sería la más necesaria al ver lo que le ocurre unos versículos luego, nada más y nada menos que otra mentira atemorizante salida de entre sus propios “hermanos”.

El podría haberse rendido. Podría haber abandonado. La presión física, espiritual y mental que ejercía el enemigo sobre él era grande. Sin embargo, Nehemías utilizó la mejor herramienta del cristiano: La oración. Oró, y se fortaleció. No oró para reprochar, no oró para pedir cuentas, no oró para quedarse como víctima. ¡Oró para llegar hasta el final!

Es probable que todo discípulo de Cristo que esté en la brecha transite esos momentos de oposición, donde lo más fácil sería abandonar. ¡Pero qué enorme ejemplo nos deja Nehemías quien, fortalecido a través de la oración, fue llevado a la victoria por mano de Dios! No se rindió ante la presión, ante el engaño, ante la burla.

Su liderazgo, que echó raíces en la oración constante, nos invita a imitarlo en nuestro diario vivir en el ministerio.

 

 

Romina Viera
Graduada del Instituto Bíblico Rio de la Plata
Docente de Teología en el Instituto Bíblico Contemporáneo (de Asamblea de Dios-AD)
Estudiante de Lic. Cs de la Educación
Colabora en su Iglesia en San Miguel (B), “Ministerio Transformando Vidas” en las áreas de Misiones y Educación cristiana.

 

 

 

 

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Categoria: BIBLIA, Edición 12 | Iglesia y Política, entrega 8, Teología

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