¿SIRVO A TRAVÉS DE LA POLÍTICA O ME SIRVO DE ELLA?

| 27 octubre, 2014

Testimonio del Pastor Hugo Solís con narrativa de Noemí Agostino.

El esclarecedor testimonio del Pastor Hugo Solís servirá para comprender la posible conjugación entre vocación política y el rol cristiano, la cual algunas veces parece imposible.

Su compromiso social, político, comunitario a través de la canalización de sus ideales de juventud, narran la experiencia de una vida que abre un camino factible de ser transitado.

Había regresado de mi primer viaje misionero con mis emociones convulsionadas. Por un lado, la alegría que produce el servicio y por el otro, un fastidioso sentimiento de no haber hecho nada, me invadía. Mi cuestionamiento era si la comida y medicina repartida en forma solucionaría, mitigaría  los siglos de postergación, avasallamiento y  despojo de las reservas aborígenes Wichis y Pilagás, a las que había ido a visitar en la espesa selva del Impenetrable chaqueño. Encontrarme con los legítimos dueños de las tierras, desalojados de todo derecho a la propiedad y a la dignidad, me confrontó a mí mismo. ¿Sería yo otro más que con recursos y regalos vendría a engrosar las filas de los que pretenden dar solución a través del asistencialismo? ¿Iba yo a usar el recurso de la indiferencia ante tantos derechos violados de generaciones de niños de pueblos originarios que me miraban pidiendo una solución? ¿Se puede solo hablar de fe cuando las costillas del hermano se divisan desde lejos?

Había leído a Elder Cámara y sus palabras me golpeaban una y otra vez: “Tened el coraje de reexaminar a fondo los conceptos de propiedad. La propiedad no es para nadie un derecho absoluto inalienable. Ayudadme a demostrar que cuando alguien tiene más de lo que necesita para vivir no tiene derecho a guardárselo cuando existen otros que ni siquiera tienen lo necesario”.

Cada día estaba más convencido que para hacer verdaderamente transformadora la herramienta de la ayuda se debía tocar al poder.

En medio de esa mezcla de conceptos, ideales, impresiones y significaciones recibí una extraña invitación de mi amigo Oscar Churruarín. Miré su cara con una notable expresión nerviosa, aquella tibia mañana de sábado. Hicimos un pacto de silencio, ambos tomaríamos esas clases sobre política y compromiso social. Sabíamos que nuestros días en nuestras congregaciones evangélicas estaban contados si alguno de los dos abría la boca o alguien se enteraba dónde nos estábamos metiendo. Yo estaba pálido, mi corazón latía y la cara de mi amigo no distaba de la mía. Como si hubiéramos traspasando una cerca prohibida nos sentamos a escuchar a nuestro profesor. Yo esperaba ver a un cura con sotana, con la seriedad y soberbia que marcan a ciertos religiosos. Sin embargo esos ojos claros, transparentes, llenos de pasión me cautivaron. Este cura estaba vestido con vaqueros, alpargatas y mate en mano. En su primera charla había encendido aún más los ideales que me habían llevado al impenetrable chaqueño. ¡Si, al hombre que fuimos a escuchar aquel sábado por la mañana era el Padre Carlos Mugica!

Primera lección: “Hugo –me dijo con autoridad–, no le hagas demasiadas preguntas a los pobres, no los humilles con cuestiones de su pasado y su presente. Simplemente miralos a los ojos. Ellos te van a contar todo lo que querés saber, los ojos del desposeído hablan siempre”.

Yo provengo de un origen pobre, pero no caí en la disolución porque dos doctrinas le confirieron dignidad a mi familia. Una fue la doctrina de Cristo quien levantó a nuestro hogar, le dio orientación, sentido, salvación y gracia plena. Pero, lamentablemente, en los años sesenta y setenta, la iglesia estaba enquistada, nunca salía a la calle. Esa iglesia poderosa estaba confinada a cuatro paredes. Yo era canillita, tenía nueve años, madrugaba a las 4:30 para buscar y vender mis diarios. Pronto, regresaba y me esperaba la gran mesa familiar y luego el culto del domingo. ¡Eso era felicidad! Sin embargo la rutina del confinamiento, no fue saludable y los ideales debieron permanecer callados.

La otra doctrina que trajo dignidad a nuestra familia fue el peronismo. Mi padre cosechero, tuvo la tremenda ventaja que la Fundación Eva Perón le edificara un baño para toda la peonada. Y proveyó todo lo necesario para que ellos también pudieran festejar la Navidad.

A las generaciones jóvenes les cuesta creer que los pobres en aquel tiempo no podían acceder a algo  tan simple como un pan dulce, una sidra o un par de zapatillas. Lo que hoy es motivo de asombro, ayer fue devolverle al hombre un poco de dignidad, distribuyendo bienes que le pertenecían al pueblo.

El gran desafío de mi vida fue permanecer en mi compromiso cristiano, aún más siendo pastor y llevar adelante la militancia política por la justicia social a la que sólo se accede cuando se tocan los estamentos del poder para que la riqueza llegue a todos en carácter de equidad, de inclusión, de distribución, de igualdad y de imparcialidad. No caer en nepotismos, prebendas, ni en el absurdo juego de querer llevar conceptos eclesiásticos al quehacer político o viceversa. Soy un hombre de fe en Jesucristo que hace política y la hace desde sus valores más puros pero también desde sus valores más férreos pero, que nunca va confundir los ámbitos, ni mezclar los terrenos para sacar ventajas.

Para llegar a la claridad de estas ideas y construir este camino tuve que pagar grandes precios. El precio de ser señalado, el de la exclusión, el costo de la soledad, del amiguismo y la traición. Sin embargo, se puede responder a esta vocación cuando se tiene como prioridad el servicio al hombre y a las comunidades. Y doblemente se puede, cuando miramos a Jesús caminando por las calles de Galilea haciendo bienes a los hombres y multiplicando el pan tanto para los tenían fe como para los que carecían de la misma.

Hoy, luego de haber caminado un gran trecho, puedo mirar a los ojos de los pobres sin hacerles grandes preguntas como me enseñó el padre Mugica. Pero, también puedo mirar los ojos de los jóvenes cuando explotan  de ideales. Me desvelo por cuidarlos para que no caigan en el clientelismo político, ni en el pragmatismo. Que aprendan a cuidar el corazón de las tentaciones, sabiendo manejarse en ciertos ambientes donde el poder puede llegar a pervertirlos y esencialmente que puedan canalizar las ganas de cambio y el sentido de justicia que los mueve.

Es tristemente llamativo que Argentina sea el único país de América Latina que en la actualidad no tenga legisladores evangélicos o gente de peso en el Estado Nacional. Necesitamos de hombres y mujeres capaces de tomar decisiones de gobierno pero, esto es tarea ardua, hartamente difícil que exige de una preparación previa. Una formación integral, versados en disciplinas específicas, pero con una modelación del carácter y de la personalidad. Personas convencidas por su ideal político, con propuestas definitorias que ayuden al ciudadano argentino, que sean capaces de luchar contra las corporaciones extranjeras con valentía, que no entreguen traicioneramente los recursos de su Nación, que entiendan el valor de la grandeza social del trabajo, que luchen a favor del débil, que hagan propia su causa, que sean la voz de los que no tienen voz, que trabajen para que la distribución de la riqueza llegue a todos en forma equitativamente justa. Esta labor requiere

gente incorruptible, gente de luz, gente de Dios. De otra forma, ¿para qué queremos evangélicos en el gobierno? ¿Para ser parte de la masa corrupta? ¿Para que sean parte del egoísmo y de la mentira con el mote de evangélicos?

Meditemos y evaluemos porque nada es gratis. Siempre hay costos.

Vuelvo y finalizo con  Elder Cámara: “Para librarte de ti mismo, lanza un puente más allá del abismo de la soledad que tu egoísmo ha creado. Intenta ver más allá de ti mismo. Intenta escuchar  algún otro, y sobre todo prueba en esforzarte por amar en vez de amarte a ti solo… Si quieres ser, perdona que te lo diga, tienes que librarte ante todo del exceso de poseer que tanto te llena, de pies a cabeza. SIEMPRE LANZA UN PUENTE HACIA EL OTRO.”

 

Hugo Solís
Pastor Obispo de la Iglesia Nuevo Pacto con Dios con extensión en todo el país.
Doctor en teología
Premiado por Las Naciones Unidas como Embajador por la Paz en 2004
Preside la Universidad de William C. Morris
Está casado con Nora Verón con quien tienen tres hijos
Es funcionario del Municipio de Tigre
Integra el equipo técnico-político del precandidato Sergio Massa

 

 

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Categoria: Edición 12 | Iglesia y Política, entrega 9, MINISTERIOS, Servicios

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