¿QUÉ HAY DE NUEVO… VIEJO? Parte IV. Repensando el poder

| 29 diciembre, 2014

Es significativo ver la respuesta que Jesús da a sus discípulos antes de ser levantado al cielo, en cuanto a la restauración del Reino.

Recibiréis PODER cuando haya venido SOBRE vosotros el ESPÍRITU SANTO” Hechos 2:1 (RV1960)

Jesús incluye en su repuesta el tema del poder porque, evidentemente, la pregunta de los discípulos remitía a la restauración de un poder con connotaciones humanas y políticas. Ellos esperaban la recuperación del poder político porque estaban cansados del yugo romano y buscaban la libertad, ansiando los tiempos del Reino de David. El poder del Reino, al que los discípulos hacían referencia, tenían que ver con un lugar entre las naciones que les adjudicara cierta supremacía política y económica, ya que eran el pueblo elegido por Dios.

El poder del que Jesús les hablaba está muy lejos de ser lo que ellos esperaban o preguntaban. Este poder: Más que traer la libertad de un yugo político o económico, con sólo connotaciones humanas, traía a los hombres la libertad del yugo del pecado y la autoridad sobre el reino de las tinieblas, sus huestes y sus manifestaciones.

  • Es un poder espiritual que produce manifestaciones en el ámbito natural.
  • Trae el Reino de Dios con el cumplimiento de sus leyes y promesas a todos aquellos que lo

reciban.

La actitud para recibirlo es de total necesidad y humildad, por eso dice el Señor: “Cuando haya venido SOBRE vosotros”; no junto a vosotros, ni con vosotros sino sobre nosotros, o sea por encima de cualquier tipo de autoridad de la mente o las emociones.

Recibimos al Espíritu Santo como soberano absoluto de nuestras vidas, quien nos trae la capacitación y la unción del cielo para la obra que el Señor nos encomendó.

“Como Dios el Padre ungió a Jesús de Nazaret con Espíritu Santo y con PODER,

y como éste anduvo haciendo bienes

y sanando a todos los oprimidos por el diablo.”

Hechos 10:38 (RV1960)

Y así podemos decir, que este poder no viene a nuestras vidas para ponernos por encima de otros hombres, sino más bien para capacitarnos a servir con amor y humildad a la gente como pasó con el mismo Señor Jesucristo.

De manera que podamos decir que el gran poder que la Iglesia ha recibido desde los cielos es: el glorioso poder del servicio. Como este poder no es un fin en sí mismo, (como lo es el poder del mundo, por el cual la gente se pelea para enseñorearse y obtener el reconocimiento de los demás) no hay problema en otorgarlo a todo aquel que tenga a Dios en primer lugar y a su prójimo como superiores a sí mismo.

En síntesis, lo que quiero decir es que este poder del Reino de Dios no viene para hacernos grandes, ni superiores, ni primeros, sino más bien todo lo contrario; o sea cuando el poder del Espíritu viene sobre nuestra vida, nosotros menguamos, Jesucristo se hace grande y nuestro prójimo adquiere una dimensión de importancia, que antes no tenía en nuestras vidas.

Este poder viene sobre nuestras vidas no trayendo jerarquías sino más bien fuerza, valor, denuedo y todo lo que necesitemos para la extensión del Reino poniéndonos al servicio de Dios y de los hombres.

Pablo: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos

sino a Jesucristo como Señor y a nosotros como siervos de vosotros”

2da de Corintios 4:5 (RV1960)

Las evidencias de un ministerio exitoso no están en la prosperidad económica o en el buen pasar del ministro sino, más bien, en una actitud de abnegación y renunciamiento a sí mismo por haber entendido que cualquier sacrificio vale la pena para la salvación de las almas.

“Lo que Dios quiere es que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”

Podemos ver, entonces, con claridad, que el gobierno propuesto por Dios, no es un sistema piramidal de autoridad, como solemos ver en la mayoría de las Iglesias. Tampoco el otorgamiento de poder es para ciertas individualidades carismáticas especiales, o que ocupan un cargo o posición, sino más bien el deseo de Dios es que todos los Santos sean investidos del poder de lo alto. Por eso, junto a la creación, esperamos de una vez por todas la manifestación gloriosa de los hijos de Dios; el despertar del ministerio de los santos.

“¿Quién es ésta que se muestra como el alba, resplandeciente como el sol,

esclarecida como la luna, imponente como ejércitos en orden?

Cantares 6:10 (RV1960) 

“Ya no es el tiempo de la exhibición de los ministerios particulares, sino de la edificación definitiva de los santos y del levantamiento de estos como cuerpo en el Señor Jesucristo. Todos juntos, con nuestras diversidades, en la multiforme gracia de Dios, sin divisiones, sin muros denominacionales y en el nombre del Señor de las multitudes” (Tommy Hicks).

Este poder del Reino es para todo aquel que se atreva a creerle al Señor y alistarse en las filas del ejército del Dios viviente.

“Y estas señales seguirán a los que creen…”.

Que tremenda enseñanza recibió el apóstol Pedro y toda la Iglesia, aquel día en la casa de Cornelio. Que ridículo suena que los religiosos de la Iglesia quisieran negarle las aguas del bautismo por mandamientos de hombres, cuando ya Dios los había bautizado con el Espíritu Santo desde el cielo.

Tan ridículo como eso es que nosotros los pastores creamos que somos los que otorgamos poder a los hermanos para servir en el ministerio leamos bien; Jesús se encargó de aclararlo:

“Seréis investidos del poder de LO ALTO”.

La Iglesia del Señor Jesucristo no es una institución ni una empresa, sino más bien un organismo vivo; tenemos una Iglesia orgánica y no empresarial, de manera tal que los ministerios son funcionales y no por cargos. Sigue siendo Dios el que respalda con su Espíritu a todo aquel que pone su vida por amor a él y a los demás. A nosotros, los pastores, nos toca discernir la voluntad de Dios y acompañar en obediencia a su voluntad manifestada por su Espíritu.

“Y estando estos ministrando al Señor y profetizando,

dijo el Espíritu Santo: apartadme a Saulo y a Bernabé…”

Un día, asombrado por la continua referencia doctrinal al antiguo pacto o al Antiguo Testamento de ciertas corrientes apostólicas y proféticas, le pregunte al Espíritu Santo: ¿Qué es lo que trae tanto la atención hacia el antiguo pacto, sabiendo por la palabra que si bien este fue con Gloria, con mayor Gloria es el ministerio del Espíritu? El Espíritu Santo me respondió: LA EXCLUSIVIDAD.

En el Antiguo Testamento hay exclusividad: hubo un solo Abraham, un solo Moisés, un solo Elías. Los hombres queremos exclusividad, que Dios nos resalte sobre los demás. ¿Cuántos en este tiempo bajaríamos del monte con nuestros rostros llenos de Gloria y nos taparíamos con un velo para que los demás no se distrajeran con nosotros, sino que fijaran sus ojos en Dios? ¿Cuántos en estos días, en su mejor momento ministerial, aceptarían desaparecer como Juan diciendo:

“Es necesario que yo mengue y que Él crezca”?

Realmente se necesita la muerte del yo y el nacer en el Espíritu para descubrir la vida gloriosa de la Iglesia como cuerpo del Señor Jesucristo. En esta sociedad post-moderna, que tiene como máxima alcanzar el bienestar personal, siendo totalmente hedonista y donde todos de alguna manera buscamos sobresalir para no perdernos en el anonimato; es difícil redescubrir la gloria de la vida de cuerpo;

encontrar el placer espiritual en la virtud de no querer ser más que otro, sino en el crecer juntos como cuerpo.

haya en vosotros el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús…

Filipenses 2:5 (RV1960)

El cristianismo es la única religión que propone la plenitud de crecimiento espiritual del hombre a través del corporativismo; todas las demás religiones plantean una serie de pautas para alcanzar el crecimiento espiritual personal.

O sea que el ideal planteado por Jesucristo a partir del evangelio es la entrega voluntaria, la muerte del yo a través de la consagración y no del aniquilamiento de la personalidad; para renacer por el Espíritu a través de la sangre de Cristo a una nueva vida espiritual que forma parte de un cuerpo que es la iglesia del Señor Jesucristo.

Así que el crecimiento y el desarrollo son corporativos y no individuales. Dice el Apóstol Pablo:

“Todos juntos bien coyuntados y unidos tomamos crecimiento de aquel que es la Cabeza, este es Cristo.

Y todos juntos crecemos con el crecimiento que Dios da.

Ésta es la revelación del misterio en el nuevo pacto es Cristo en vosotros, la esperanza de Gloria”.

Note que dice en vosotros, o sea en todos, no simplemente en el individuo.

Esta declaración es mortal para el hombre natural, carnal, individualista, vanidoso, narcisista y egoísta de esta sociedad contemporánea y de todos los tiempos; ya que siempre en el hombre natural estuvo la semilla satánica del deseo mesiánico de ponerse en el lugar de Dios y estar por encima de todos los demás. Por eso constantemente se levantan personas que quieren mediatizar y ponerse entre Cristo y su cuerpo con ministerios de gobierno, con sueños de reinos davídicos. Pero el deseo del Espíritu (que es el deseo de Dios) es contra la carne, por eso creemos que la máxima expresión del poder de la Iglesia está en la inminente manifestación del ministerio de todos los santos. Vea en el evangelio que cuando Jesús envía a los setenta como cuerpo el Señor declara “vi a Satanás caer del cielo como rayo” y se gozó en el Espíritu diciendo:

“Padre te alabo porque escondiste estas cosas a los sabios y poderosos y las revelaste a los niños.”

Quiero decir que por más que se levanten ministerios individuales poderosos, nunca golpearemos suficientemente las estructuras satánicas que enredan las almas en la cotidianeidad de la vida, a menos que se despierte este gigante dormido, que es el pueblo cristiano, la Iglesia del Señor Jesucristo, unida y ungida por el Espíritu de Dios.

Recuperemos la inocencia, la confianza absoluta en el Señor y en sus promesas, y salgamos como aquellos setenta y como todos los que en el tiempo de los Hechos, empujados por el Espíritu Santo, siendo de un mismo corazón y de un mismo sentir salieron a anunciar las maravillas del Señor. Yo te aseguro que el Señor te asombrará y te maravillarás de su respaldo sobre tu vida y vendrás sorprendido, como aquellos que dijeron:

“hasta los demonios nos obedecen”

pero, recuerda que siempre la alegría más grande en tu corazón no sean los milagros y el poder, sino que tu nombre y el de muchos a los que tu llegues, estén escritos en el Libro de la Vida.

En este tiempo, en que el Señor impulsa a su pueblo hacia fuera removiéndolos de los templos.

  • En que todos los santos cumplirán la Gran Comisión y levantaran la gran cosecha, la más

grande de todas.

  • El de los obreros de la última hora, en que se levanta el ministerio de los santos, aquel ministerio

que ninguno de los grandes quiso contratar por amor a la exclusividad y a la vanidad.

  • En que el Señor Jesús derramará una unción poderosa sobre todo aquel que crea y la

predicación de su palabra será respaldada con grandes señales y prodigios.

  • También veremos descender a Satanás y todas sus huestes como un rayo, porque verá la

inminente destrucción de su reino.

 

Ricardo-Dening

Ricardo Dening
Licenciado en Psicología Clínica
Pastor principal del Centro Cristiano Rey de Gloria
Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular

 

 

 

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Categoria: BIBLIA, Edición 13 | Eclesiología, entrega 7, Teología

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