NISMAN, ORIENTE MEDIO, LOS MALOS Y ¿LOS BUENOS?

| 2 febrero, 2015

Negros nubarrones se ciñen en el horizonte, dando con ello a entender que pueden avecinarse tormentas fuertes, de esas que dañan mucho y dejan muy poco o nada productivo.

Los pastores debemos entender que los cristianos estamos inmersos en esto y es necesario que nos preocupemos por guiar a quienes han sido puestos por Dios a nuestro cuidado espiritual.

La muerte del fiscal federal Alberto Nisman, quien se encontraba a cargo de la investigación del atentado de la causa AMIA, hecho ocurrido precisamente el día anterior al que iba a presentarse ante el Congreso Nacional con graves acusaciones contra las más altas autoridades del Gobierno, es un asunto grave que traerá aparejado un sinfín de situaciones que repercutirán negativamente en la vida de los habitantes de Argentina.

Sin un partidismo que me condicione, pretendo pensar las cosas en función de una realidad oscura, meditando para ello no solamente en lo que ocurre acá, sino en lo que está sucediendo en el mundo.

Temo a la violencia. No por mí, porque a causa de predicar el evangelio y por algún hecho de inseguridad, puedo decir que estoy experimentado en esto de estar frente a un arma apuntándome. Algo que, demás está aclararlo, no es de mi agrado y preferiría que no volviera a suceder. Pero la preocupación más grande se centra en las personas, especialmente las que de alguna manera aceptan mis consejos y escuchan mis opiniones.

La muerte de Nisman no escapa a una situación mayor pues es parte de ese enigma inmenso que se desarrolla al compás de los acontecimientos de Medio Oriente, algo que a los cristianos en particular nos llama a la reflexión, pues sabemos que es allí donde se centrarán los sucesos finales, tal como ocurrieron los primeros.

Es penoso aceptar que la permanente hostilidad que se produce en el tan lejano Medio Oriente tenga entre sus escenarios la ciudad de Buenos Aires. La voladura de la Embajada de Israel primero, la explosión de la AMIA después y, ahora, la muerte del fiscal que estaba investigando nos muestran, por la fuerza de los hechos, que no podemos abstraernos de esa contienda en la que no quisiéramos tener tanta incidencia.

Pero, a no dudarlo, esto se va sumando a una serie de sucesos graves que están ocurriendo. Muy cerca en el tiempo aparece el atentado en Francia, redradas recientes en Bélgica y Alemania encontrando células terroristas. Amenazas graves en Australia y un Japón extorsionando al que le mataron un rehén y al cierre de esta nota aparentemente al otro, agregando el dato que el mismo ha sido confeso evangélico.

Aunque las cosas, para nuestra manera postmodernista de ver, pasan rápido, el 11 de setiembre de 2001 y las Torres Gemelas no están tan lejos en el tiempo, como tampoco lo de Atocha en España.

El fundamentalismo musulmán se ha extendido y encarnizado en sus acciones. Cuesta mucho diferenciar cuáles de ellas están pensadas en función de sus estrategias políticas y cuáles están programadas para ganar terreno en las consideraciones internas de los islámicos.

Al Qaeda sobresalió primero, pero tras la muerte de su líder Osama Bin Laden, otras estructuras que pertenecían a la red se han desprendido buscando, a través de la imposición de la violencia, conseguir la hegemonía y el liderazgo entre los árabes reaccionarios.

Aparece EI (Estado Islámico), también conocido como ISIS. El grupo ha ocupado gran parte del territorio Sirio e Iraquí, llevando a cabo masacres masivas que estremecen de solo imaginarlas, con víctimas que en su mayoría son hermanos nuestros en la fe.

En el Norte de África, por su lado, Boko Haram se está convirtiendo en una perversa celebridad, que nos consterna a los cristianos por los secuestros y asesinatos de nuestros hermanos, así como la quema sistemática de templos.

A ellos se les suman los ya conocidos Hezbollá, estos días volviendo a las amenazas con Israel, y Hamás.

Cada uno de estos grupos está llevando a cabo un plan que consiste en la destrucción de objetivos occidentales, especialmente cristianos y judíos, procurando además, con la exageración de su violencia, ganar el liderazgo musulmán que les permita mayor poder y acceso a la canalización de los recursos financieros que se mueven allí para los fines terroristas.

Pero… ¡hay con los peros! ¡Lástima que existan!, o ¿menos mal, porque nos despabilan?

Porque el mundo no está dividido en buenos y malos. “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno”[1] ha hecho mención San Pablo. Porque nuestro mundo occidental, disfrazado de cristiano, ha hecho estragos en el planeta y no podemos suponer que de este lado están los ángeles y del otro los demonios.

Un movimiento anglosajón, que adaptó durante años la teología a las conveniencias de sus países, nos quiso demostrar por décadas que el Anticristo era un ateo comunista de Rusia. Ahora empiezo a escucharlos decir que sale de la antigua Babilonia, o sea, es musulmán. Ignorando siempre las Escrituras que dicen: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”[2].

Claramente expresa que el Anticristo sale del mundo cristiano (de “entre nosotros”), no del ateo o musulmán o pagano.

Se está evidenciando que Occidente no es la “zona franca” de la libertad. De este lado del mundo también se mueven “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”[3].

Personajes, también siniestros, que procuran salirse con la suya cueste lo que cueste. Los “fondos buitres” que se quedan con los despojos de países o empresas y las “recetas macroeconómicas” de las entidades financieras que someten al hambre a multitudes, son la cara del mal. Se transforman en esa faz cruel que se observa de este lado del globo.

La impresionante caída del precio del petróleo, perdiendo más del 50 % de su valor en menos de seis meses, destruyendo la economía de varios países que no se someten estoicamente a los designios de los países centrales, es una demostración que algo se está moviendo en direcciones complicadas.

No maquinan maldad vestidos con túnicas en las cuevas de Afganistán o en las arenas del Sahara, sino de saco y corbata en suntuosas residencias con aire acondicionado. Pero el deseo de conquista, venganza y poderío mundial está en ellos, aunque no de una manera declarada, sino detrás de los sones de unas coplas de libertad ficticias.

Oxfam[4] ha predicho que en 2016 (sólo falta un año), “el 1% más próspero de la población será dueño de más de 50% de la riqueza de la humanidad”. ¿No es violencia eso?, ¿no mata acaso?, ¿no es terrorismo disfrazado?

Mi temor en estos días, constituyéndose esto en el núcleo principal de lo que quiero decir en la nota, es que estas fuerzas de maldad occidentales estén “chicaneando” a las fuerzas de maldad orientales, con el fin que la suma de reacciones de los musulmanes genere los argumentos suficientes para convencer a todos que hay que hacer una guerra entre Occidente y Oriente.

Los islamitas, con su historial terrorífico, al que agregaron ahora las decapitaciones, por un lado. Por el otro los occidentales (a quienes a esta altura ya no llamaré cristianos), con sus formas de hacer la guerra. Porque en su concepción, aunque el enemigo ya esté derrotado y sea cuestión de días su capitulación, le arrojan la bomba atómica y, de ser necesario, le arrojan la segunda nada más que porque para firmar la capitulación pidieron alguna condición que les evite la rendición vergonzante ante su pueblo.

Prefiero equivocarme en lo que estoy diciendo y, aún, hacer el ridículo, antes de tener la razón y sufrir esto que digo.

Pero analicemos: ¿qué es lo que frena la unificación religiosa mundial? La respuesta es: mil setecientos millones de cristianos y mil millones de musulmanes.

Shimon Péres[5] le propuso recientemente a Francisco[6] hacer una ONU de las religiones y que él la presida. Los paganos y los ateos no se opondrían, no les molesta. Pero para que eso se produzca habría que aniquilar a los musulmanes fundamentalistas y debilitar al resto, de manera que los que queden acepten dicha combinación.

Junto a esa unificación religiosa, viene la política y económica. Gente de Occidente con amplio poder en las finanzas, la venta de armas y manejo de grupos de comunicación masivo, están produciendo un proceso geopolítico inicialmente llamado “globalización”, cuya pretensión es formar un gobierno mundial concentrado.

El control de la economía con una marca en cada persona no es posible con los rudimentos de Oriente, sino con la tecnología de Occidente. La imposición de un control férreo sobre los habitantes de toda la tierra, se da como posibilidad en los satélites del Occidente dominante, no de las arenas y camellos de la ventana 10/40.

Una guerra grande produciría un colapso económico mundial y un debilitamiento a los opositores de la unificación religiosa, política y económica.

Una situación de esta magnitud puede tener dos opciones. La primera es que se desarrolle una espiral de violencia mundial que dañe a la gran mayoría de las personas y beneficie, como siempre, a esos pocos dueños del poder que hacen negocio con la paz y con la guerra. Tratando que estos dos estados se vayan sucediendo en forma periódica para mantener ese statu quo.

La segunda, que sea el desencadenante de la venida de nuestro Señor a buscar a su Iglesia. Esto sería maravilloso pero, a no dudar, debiéramos prepararnos para la crisis a sobrellevar primero.

Creo que es tiempo que los pastores del rebaño del Señor nos ubiquemos en la posición donde Cristo nos puso. Que dejemos el “pan y circo” y, poniéndonos del lado de la gente, defendamos a capa y espada los valores de la paz, la justicia y el bienestar de las personas.

Si esta situación es inevitable, porque el reloj de Dios se empezó a mover, no nos dejemos llevar por los lobos, porque apoyando a cualquiera de los dos lados del mismo mal, nos estaremos traicionando, porque se moverán sutilmente “para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos”[7].

Nuestra lealtad no está con un Oriente manifestado en la crueldad inhumana de su violencia, ni con un Occidente desalmado que se declara cristiano para usarnos con el fin claramente demostrado de imponer un Gobierno Único Mundial, del que La Biblia hace denuncias muy específicas. Nuestra lealtad está con Cristo y las personas.

Evitemos la trampa y la pertenencia a quienes aparentando piedad la niegan con sus hechos. Sintámonos responsables de evitar, en lo posible, el sufrimiento de nuestra gente. Cumplamos nuestra función de preparar a la “Esposa del Cristo” para el encuentro Glorioso con quien pronto viene a buscarla.

[1] Romanos 3:10
[2] 1ra de Juan 2:18-19
[3] Efesios 6:12
[4] Oxfam es una ONG británica
[5] Shimon Peres, ex primer ministro Israelí, hasta hace muy poco tiempo
[6] Francisco: Papa católico actual
[7] Marcos 13:22

 

Rodolfo Polignano PxG

 

Rodolfo Polignano
Pastor en el barrio de Colegiales de la Ciudad de Buenos Aires
Unión de las Asambleas de Dios
Profesor del Instituto Bíblico Río de la Plata durante 30 años
Escritor y maestro se especializa en Homilética
Bajo su ministerio pastoral se levantaron 12 nuevas congregaciones
Sirvió muchos años como presidente de Evangelismo de la Unión de las Asambleas de Dios

 

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que fiel a sus principios no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
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Categoria: DOSSIER de ACTUALIDAD, Edición 13 | Eclesiología, entrega 12

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