QUÉ ES SER IGLESIA DE CRISTO HOY, AQUÍ | Parte 3

| 27 abril, 2015

NUESTRA MISIÓN CONTEMPORANEA.

La diaconía como instrumento evangelizador.
El poder de los hechos por sobre las palabras.

Pero, a pesar de Lutero y la convicción protestante sobre la importancia esencial de la predicación a viva voz de la palabra de Dios, muchos se han preguntado y algunos ya hace varios siglos atrás, si esto realmente agota el testimonio que se puede y debe dar del Señor Jesucristo. La respuesta es: no, no se agota. Existe el testimonio que se puede dar con las manos, con gestos y actitudes, con el actuar ético en base a la ley del amor. El propio Jesús ilustró sus palabras y enseñanzas con actos coherentes con estas. Así nació la diaconía al lado de la predicación y enseñanza. Y nació bien pronto junto al nacimiento de la misma iglesia. En el libro de los Hechos de los Apóstoles (6.1-7) podemos ver que los propios apóstoles necesitaron nombrar a personas hábiles para atender las cuestiones de la mutua ayuda comunitaria. Se podría suponer, que cuando la palabra de Dios penetra el entendimiento y los corazones de las personas, el dar testimonio, es decir, replicar el mensaje y desarrollar las actitudes derivadas de ese mismo mensaje, debería surgir espontáneamente en ellas. Sin embargo, no es así de simple.

Así como se necesita metodología para armar un discurso, también se necesita metodología para administrar la ayuda al prójimo. Vemos que aquí comienza a haber una suerte de división de tareas. El apóstol Pablo reafirma esta división de tareas en el capítulo 12 de su carta a los Romanos y en el capítulo 12 de su primera carta a los Corintios, división de tareas que se da por un lado por las distintas necesidades que se presentan en una comunidad y por el otro en función de los dones que el Espíritu de Dios otorga a cada uno de los humanos. También aquí la tarea principal es la predicación de la palabra de Dios, pero las demás tareas son ineludibles y forman parte de la vida real de una comunidad cristiana. Lutero, más tarde, en su reflexión sobre la vocación, puede afirmar que el zapatero, el herrero, el panadero, etc., etc. son profesiones de vocación divina en la medida que realizan tareas útiles a la comunidad, a la sociedad. De cualquier manera también queda claro que no todos pueden hacer todo, ni es útil que todos hagan de todo, pues, si así fuese, la comunidad terminaría siendo un gran desorden.

Sin desmerecer el valor de la palabra de Dios predicada a viva voz, la palabra de Dios transmitida por hechos y actitudes cobra cada vez más importancia. Nos parece que en los días que vivimos actualmente, la palabra hablada sufre una suerte de descrédito general a causa del abuso que se viene haciendo de ella, expresando falsedades (mentiras de toda clase), verdades a medias, prometiendo cosas que luego no se cumplen, tergiversando la realidad. En virtud de ese descrédito, también la palabra que pretende ser testimonio de Dios es sometida a cada vez mayor crítica y desconfianza. Los hechos en cambio son contundentes, están ahí. Se puede discutir su intencionalidad, pero no se puede negar su realidad. Por ello, la gente mira con atención el obrar de las personas, el obrar de los políticos, pero también y especialmente el obrar de los que se identifican como cristianos. “Por sus frutos los conocerán….” dice el propio Jesús en Mateo 7.16, haciendo referencia a la conducta de las personas. Es un verdadero escándalo cuando cristianos, o peor aún ministros cristianos, son descubiertos en actos de corrupción, de engaño, de pederastia, etc. Inversamente, toda buena obra, toda buena actitud nacida del amor, surgida del Espíritu de Dios que actúa en las personas, es testimonio que señala hacia el Señor. Es verdad que el obrar humano siempre es ambiguo, también las buenas obras pueden tener intenciones falaces por parte de quien las hace, pero para el destinatario siempre serán de bendición. Así es que podemos afirmar que la diaconía es en creciente medida una forma idónea de dar testimonio del Señor, de cumplir con la misión que él encomendó a sus discípulos y que encomienda a cada cristiano cuando es bautizado.

Por tanto ser iglesia de Cristo hoy aquí es antes como después y en primer lugar predicar la palabra de Dios a viva voz de manera pertinente a las gentes que viven hoy en el siglo XXI y en el ámbito del Río de la Plata (o de la Argentina, si queremos; o de la Provincia de Buenos Aires… etc.) teniendo en cuenta su contexto (histórico, social, económico, cultural), y promover la realización de la diaconía en todo su alcance y en todas sus formas: diaconía vecinal o comunitaria, diaconía hospitalaria, diaconía educacional, diaconía política, diaconía del desarrollo rural, etc. Habrán tareas diaconales complejas, que abarcan un enlace internacional y por tanto exigirán trabajo en red como es el caso de la ayuda a personas migrantes, perseguidas/refugiadas, sometidas a la trata de personas, etc.

En países en los cuales el estado no tiene políticas de bienestar social, o si las tiene no las cumple, o estas son precarias y no cubren la totalidad del espectro de las necesidades existentes, el servicio diaconal de las iglesias no solo tiene la oportunidad de desarrollarse, sino la obligación de actuar. Pero las iglesias asimismo tienen la obligación de levantar su voz profética exigiendo a los estados el cumplimiento de sus obligaciones sociales. Si comparamos la misión de la iglesia con una moneda, podemos decir que la cara es la proclamación de la palabra de Dios a viva voz, la seca es la proclamación de dicha palabra con los hechos. Los dos aspectos se complementan y deben ir juntos. Por ello en una iglesia deben existir por lo menos esos dos ministerios; el de la predicación y el de la diaconía. (La necesidad del ministerio de la supervisión –obispos– puede ser discutible, pero no la necesidad del ministerio de la predicación y la necesidad del ministerio del servicio al prójimo).

Finalmente tiene que quedar claro que la diaconía no debe derivar en simple asistencialismo.

Ella debe promover la autoayuda y la cooperación mutua, el aprendizaje de técnicas que permitan a las personas llegar a ser autónomas y verdaderamente libres en coherencia con el contenido de las buenas nuevas predicadas a viva voz. La diaconía por otro lado, involucra a muchas personas y hace posible que una comunidad sea participativa y verdaderamente activa y no solamente oidora de discursos o espectadora de eventos rituales. La diaconía es la oportunidad de llevar a la práctica la palabra de Dios y hacer que ella no vuelva vacía al Señor (Isaías 55.10-11), es la oportunidad de probar que la fe es viva, que está comprometida con el amor al Señor y el amor al prójimo; y hoy agregamos: con la preservación de la creación.

Habrá otros autores que sobre el tema del epígrafe Que es ser iglesia de Cristo hoy y aquí

propongan reflexiones mucho más avanzadas y “revolucionarias”, que las expuestas en este artículo. Lo que nos interesó es presentar aquellos aspectos esenciales del ser iglesia de Cristo que creemos no caducan y están más allá de los éxitos evangelísticos, los análisis socioeconómicos del momento, las disquisiciones ideológicas y hermenéuticas. Por tanto resumo una vez más: ser iglesia de Cristo hoy aquí es escuchar la palabra de Dios en comunidad y ponerla en práctica en el lugar en el que Dios nos colocó, confiando en el poder de su Espíritu.

 

 

 

Federico Schäfer

Federico H. Schäfer
Pastor emérito de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP)
Nacido el 28 de junio de1943 en la ciudad de Buenos Aires
Cursó estudios de teología en: Buenos Aires, Argentina; Sao Leopoldo, Brasil y Berlín, Alemania
Ordenado al ministerio pastoral el 5 de abril de 1970 en Rosario
Ejerció su ministerio pastoral en: Entre Ríos, Misiones, Mendoza y Buenos Aires
Secretario Ejecutivo y finalmente Presidente de la IERP hasta fines de 2010
Actualmente miembro de la Junta Directiva de la FAIE

 

 

 

 

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Categoria: Edición 14 | Ser Iglesia aquí, hoy, Editorial, entrega 9, Reflexiones

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