CORRECCIÓN DE DERIVA

| 4 mayo, 2015

Soy una de esas personas que logró darse un gusto grande en la vida, más allá de las búsquedas primordiales como lo son la salvación del alma, el servicio a Dios y la formación de una familia. En mi caso, se trata de ser piloto de aviones, algo que no es una profesión, sino una satisfacción que uso para complacencia personal y familiar.

Hay algo que he aprendido, en esto de pilotear aviones, que procuraré aplicarlo para ejemplificar el tema que estamos tratando en esta edición de Cordialmente, ensayando, desde esa ilustración, comentar de una realidad que nos afecta a todos los pastores.

Existe una aplicación a la que llamamos “corrección de deriva”. Cuando venimos volando y hay una componente de viento fuerte que sopla de costado, el mismo nos condiciona grandemente y nos obliga a valernos de ella, si es que no queremos terminar el vuelo en otro lugar que no sea la pista de aterrizaje previamente elegida.

El avión, al contrario de cualquier vehículo que circula sobre la tierra, tiene en el aire su sostén, por ende, el corrimiento de ese aire hace que el avión se mueva más allá de la fuerza de la hélice que accionamos con el motor.

poligano

En ocasiones, queriendo ir en una dirección específica, nos obliga a cambiar el rumbo para poder llegar a donde queríamos, porque ese viento nos viene empujando. Entonces, cuando sopla viento de un costado, aplicamos esta alternativa que consiste en apuntar la proa del avión a un lugar distinto al destino, pero sin perder la trayectoria real que queremos recorrer.

Así, un avión que sale de Mendoza rumbo a Buenos Aires y tiene en la ruta un viento que sopla del sur, si apuntara su brújula a la Capital, terminaría en Rosario o Santa Fe, aunque la brújula siempre marque al este. En ese caso, el piloto, al salir de Mendoza, apuntará la nariz de su avión a Mar del Plata y, con esa corrección de deriva, terminará en Buenos Aires.

(La foto muestra el avión entrando en la fase de aterrizaje y aún sigue aplicando corrección de deriva. Se nota claramente que su proa no va derecho a la pista, porque está condicionado por un viento que le sopla fuerte del costado derecho, pero con esa aplicación va a posar el tren de aterrizaje en el mismo eje de la pista).

En ocasiones, a los pastores nos toca aplicar una corrección parecida en nuestros ministerios. Vamos con un rumbo que no hemos de cambiar, porque sabemos a dónde Dios nos está dirigiendo y eso es innegociable. ¡Pero suelen soplar “vientos” que nos condicionan! Nuestras Iglesias no están ajenas a las cosas que suceden en el mundo espiritual, especialmente el evangélico. Muchas de estas situaciones son como el viento, no son algo malo, ni criticable, pero no están en nuestra dirección, y nos damos cuenta que establecen pautas de pensamientos de los que no podemos permanecer ajenos.

El internet, la televisión satelital, las radios cristianas, los medios gráficos cristianos, los libros y las noticias que se propagan llegan a oídos y conocimientos de los integrantes de nuestras congregaciones, quienes empiezan a reclamarnos que adaptemos nuestras costumbres a nuevas situaciones.

Esto acontece también cuando tenemos que determinar asociarnos o mantenernos aislados en las cuestiones legales, denominacionales, en actividades, campañas evangelísticas, consejos pastorales, actos cívicos, diálogo interreligiosos, actividades sociales con otras fuerzas vivas y tantas otras alternativas que aparecen y desaparecen en el tiempo.

Si el aviador determina pelear contra el viento, no logrará llegar a buen término, pero si aplica la “corrección de deriva”, conseguirá que ese condicionante le cambie un poco los planes, pero no el rumbo final. Todos los pastores lo tenemos que hacer seguido.

Soplan “vientos” de esto y de lo otro, la gente es bendecida por esto o, a veces, sólo convencida de que es un mover del Espíritu Santo y, nosotros, tenemos que aceptar una realidad que, como el viento en el timón de dirección en el avión, nos pega de lleno. En ocasiones, la “corrección de deriva” le genera al piloto un retraso en el viaje y mayor consumo de combustible, pero es preferible eso a no llegar.

Otra cuestión es que no siempre el viento es el mismo. En el ejemplo del que sale de Mendoza y apunta a Mar del Plata para llegar a Buenos Aires, no es una constante. Cada viaje es distinto y, aún en el trayecto de un mismo viaje, esto irá variando. Por eso los pilotos, además de aprender a despegar y aterrizar el avión, tenemos que hacer cursos de travesía, que nos enseñan a calcular y recalcular en estos cambios.

Aplicable a la actividad pastoral también. A veces, luego de adaptarnos a algo, aparece otro “viento del Espíritu”, y ahora sopla en otra dirección y vuelve a condicionarnos nuevamente. Y nosotros, pastores, que queremos llevar a la Iglesia al rumbo que nos ha manifestado el Señor, tenemos que andar constantemente calculando y recalculando los “vientos” que andan soplando, procurando adaptarnos pero que a la vez nos dejen hacer lo que debemos.

Se dará cuenta mi querido colega pastor, ya a esta altura de mi nota, que me he estado mordiendo los dedos para no nombrar o describir ninguno de esos “vientos” y ponerlos en palabras. Pero consciente que sería subjetiva esa opinión, prefiero mantenerme en la teorización de lo que digo y que cada uno lo analice desde su situación particular.

Animado a comentarles mi mezcla de experiencia pastoral y de pilotaje, agrego a esta exposición otro secreto de la “corrección de deriva”. Frente al mismo viento, la corrección será distinta de acuerdo a la velocidad y tamaño del avión. Un Jumbo se condiciona sólo con vientos excesivamente fuertes, mientras que a un monomotor lo empuja cualquier brisa.

Esto también es aplicable a nuestra tarea pastoral. El tamaño de la Iglesia y el empuje que la misma haya logrado, determinarán la corrección que se sienta obligado a realizar su líder. Hablando con pastores de megaiglesias me doy cuenta que ellos pueden enfrentar un determinado “viento” sin inmutarse, mientras que a mí me pega un cimbronazo terrible.

Antes de volar, el piloto toma un viejo aparato de tres círculos concéntricos, llenos de números que se van entregando datos mutuamente (se llama Computador Jeppensen) y determina, en base al viento reinante y al tipo de avión que va a volar, cuál será la corrección que necesite hacer. Así nosotros los pastores también. De acuerdo al lugar donde esté una Iglesia y al tamaño que tiene la misma, una determinada “corriente” puede afectarla mucho, poco o nada.

A veces, el viento es más que eso y, en el vuelo, a los pilotos nos informan por radio que en determinado lugar de nuestro recorrido hay una tormenta fuerte, con cúmulus nimbus; en ese caso no nos dejamos condicionar, porque sabemos que puede ser nefasta y entonces buscamos la manera que sea para esquivarla, por nada del mundo enfrentaremos innecesariamente una tormenta fuerte.

Manteniendo la comparación con la tarea pastoral, supongo, en estas tormentas, a aquellas corrientes que llegan y que son pecaminosas, heréticas o procuradoras de intereses mezquinos de sus protagonistas. Claramente nos damos cuenta que no son “vientos del Espíritu” sino cuestiones alejadas de las enseñanzas bíblicas.

“El viento es tu amigo” me dijo una vez un instructor, pero cuando había una tormenta me dijo “volvámonos y aterricemos”. Cuando aparecen estas tormentas, los pastores, no nos dejaremos llevar ni condicionar por las mismas, aunque tengamos que pagar un precio elevado.

Puede que nuestro tránsito incluya la pasada por determinados lugares a los que el Señor nos está guiando, pero nuestro destino final está claro y debiera ser unánime: llegar, acompañados por las personas que Dios puso bajo nuestro cuidado pastoral, a la Vida Eterna en los Cielos; para ello deberemos aprender a examinar cuando dejarnos condicionar por un determinado “viento” y cuando rechazar porque es una “tormenta”.

Siempre deberemos recordar que el éxito de nuestra misión será escuchar aquel “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”.

 

 

Rodolfo Polignano PxG

Rodolfo Polignano
Pastor en el barrio de Colegiales de la Ciudad de Buenos Aires
Unión de las Asambleas de Dios
Actualmente desarrolla una tarea pastoral de colaboración con varias Iglesias en Presidente Derqui.
Profesor del Instituto Bíblico Río de la Plata durante 30 años
Escritor y maestro se especializa en Homilética
Bajo su ministerio pastoral se levantaron 12 nuevas congregaciones
Sirvió muchos años como presidente de Evangelismo de la Unión de las Asambleas de Dios

 

 

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que fiel a sus principios no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.

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Categoria: Edición 15 | ¿Me asocio o me aíslo?, Editorial, entrega 1, Reflexiones

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